MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 243 DICIEMBRE DEL AÑO 2018 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com
¿ Ha experimentado paz y libertad en algunos lugares que ha visitado, últimamente? incluso cuando los recuerda, ¿siente de nuevo lo que originalmente lo emocionó de allí? O quizá cuando pasa por un lugar grato en donde conoció su pareja o donde ocurrió un suceso especial ¿evocó con satisfacción, lo ocurrido?
Más allá del recuerdo que evocan, ciertos lugares pueden ser terrenos sagrados. Cuando menciono esta palabra - cuya complejidad, no solo es difícil de explicar sino que ofrece cierta resistencia a la razón -, me remito al significado etimológico original: el vocablo “sagrado”, viene del latín “sacratus” o “consagrado”. Consagrar es destinar o apartar algo para actividades propias del espíritu.
Así las cosas, un lugar consagrado es un espacio que nos conecta con nuestra propia intimidad y sentido; allí, podemos vivir momentos de profunda conexión con nuestro propósito de vida, amor y compasión, y por qué no, experimentar nuestra vinculación con lo trascendente.
Sin embargo, los lugares sagrados podrían no ser los mismos para todos. Por ejemplo, así como para algunos la contemplación del océano evoca tranquilidad, para otros puede ser una experiencia un poco turbadora.
Una de las características de un espacio consagrado, podría ser el silencio, o por lo menos, una mínima cantidad de sonido generado por seres humanos. Un ejemplo que podría acercarse a la idea que estoy planteando es una biblioteca tradicional – quizá, sea un lugar cada vez más difícil de encontrar -. Según Borges, lo más cercano a su imagen del paraíso, era encontrarse en una biblioteca con sus amados libros.
Infortunadamente, hemos perdido nuestros lugares sagrados. Cada vez se construyen más espacios llenos de ruido, siendo invadidos por la tecnología que llega incluso a dificultar el proceso de conexión con aquellos que ofrecen alivio a la mirada. O sino, observe cómo algunos turistas de algunas partes del mundo, al contemplar bellos lugares, los observan a través de sus cámaras fotográficas, usando estos medios tecnológicos como intermediarios entre el lugar y sus propios ojos, tomando infinidad de fotografías que quizá jamás vuelvan a ver... la prueba de la distorsión de la realidad, es la diferencia que puede notarse entre la imagen tomada y la que llega directamente a nuestra retina, sin ningún mediador.
Necesitamos recuperar y consagrar nuevos lugares para el espíritu. Más lugares silenciosos - bibliotecas, museos, templos, jardines, bosques - y menos lugares ruidosos, llenarían de vitalidad nuestras ciudades y nos otorgarían mayor plenitud de vida. En cada lugar de trabajo, debería existir un espacio así... en cada hogar, así como hay un lugar para comer y otro para descansar, debería existir también uno para meditar y encontrarnos con nosotros mismos.
Mi invitación al terminar este año, es que usted se ponga a la tarea de consagrar un rincón de su casa – no tiene que ser muy grande - para que se dedique al menos por unos pocos minutos al día a encontrarse consigo mismo y reflexionar sobre cómo vivirá con más sentido el año que viene.
Tel: (4) 516 74 43
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Tel: (4) 313 25 23, Medellín