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¿De qué color
es la piel de Antioquia?
Hernando
Guzmán Paniagua - Periodista elpulso@elhospital.org.co
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| 200 años después
de la limitada independencia de Antioquia, vale preguntarse:
¿Existe una raza antioqueña? No es fácil
negar un dogma civil con el cual comulgamos dos siglos y que
sigue permeando nuestros imaginarios de identidad. Desde el
conquistador peninsular hasta el mestizo triétnico de
hoy, pasando por el criollo esclavista, se sacraliza una raza
supuestamente blanca y pura, y no es otra que la española
-una sangre con genes de iberos, moros, judíos, romanos,
cartagineses, celtas, galos, fenicios, gitanos, bárbaros-,
y encima, de negros e indios. |
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El historiador e investigador
de la Universidad Eafit, Juan Camilo Escobar, curador de la
exposición Antioquias. Diversidad e imaginarios
de identidad en el Museo de Antioquia, confrontó
los censos de 1808, 1912 y 1918 con el censo nacional de 2005,
y concluyó que la proporción de antioqueños
blancos es apenas entre 25 y 31% de la población. Pese
a ello, en 1964, el Hermano Justo Ramón, en su Geografía
Superior de Colombia, exponía:
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Predomina
pues en nuestra raza nacional una mezcla atemperada de las cualidades
de la raza española y de la raza indígena. (
)
Descuella entre todas, por la hermosura de sus formas, por su
vigor y energía para el trabajo y por su buen sentido
práctico, la raza antioqueña, que no tiene nada
que envidiar a las mejores razas de Europa.
Afirma Escobar: Fueron las élites intelectuales
quienes fabricaron, por medio de la prensa, los imaginarios
de identidad. Las luchas por el territorio, por los recursos,
por el control de los grupos sociales, estimularon la invención
idílica de una identidad regional y de una 'raza superior'.
Imaginario no es simple falsedad o mentira, también tiene
aspectos reales en términos de la vida cotidiana. Estos
conceptos circulan entre Europa y América como parte
del proyecto de civilización y progreso común
a ambos continentes desde comienzos del siglo XIX, expresión
de una opinión pública elitista que impide la
creación de una cultura de la diversidad. El imaginario
racial desapareció prácticamente del lenguaje
de las ciencias sociales y de la biología, no así
de la opinión pública.
Refirió Escobar que en 1829, El eco del Tequendama,
periódico de Antioquia, decía: El clima,
no menos que la raza, la religión y los principios del
gobierno, son otras fuerzas que obran de continuo en el hombre
civil. Aludió a reflexiones sobre clima y raza
del periódico El amigo del país en
1846: Verdad es que en el Valle del Magdalena se podrán
cosechar frutos tropicales. Pero este valle, a pesar de su rica
y exuberante fertilidad, de su extensión y magnificencia,
inculto permanecerá aún por luengos años,
pues su clima deletéreo sólo es habitable por
la raza etíope, raza de suyo estúpida, perezosa
e indolente. Y agregó que al separar a Chocó
de Antioquia y anexarlo a la provincia de Panamá, las
élites paisas decían en El Censor
en 1848: Es claro y evidente que el Chocó nada
puede hacer por su propia prosperidad y mucho menos por el extenso
territorio que en el bajo Atrato clama por población,
civilización e industria. (
) Dudamos
que en el Chocó haya alguno que no prefiera agregarse
a la culta, industriosa y progresiva Antioquia, más bien
que pertenecer a la condición estacionaria del salvaje,
estúpido e indolente contemplador del incalculable suelo
virgen que se extiende en las márgenes del majestuoso
Atrato.
En un texto clásico, prosiguió el investigador
Escobar, Libardo López concluía que hay
un lugar en la América Latina y que existe esa roca ideal
de una raza superior, y ese lugar es Antioquia; y distintos
viajeros franceses, ingleses y norteamericanos, a fines del
siglo XIX y comienzos del XX, difundían la noción
de raza antioqueña, aprendida de nuestras
élites locales. En las Genealogías de Antioquia
y Caldas, Gabriel Arango Mejía escribió
en 1910: He escrito estas genealogías para probar
a muchos que sí es la raza antioqueña de casta
limpia española, ante la fuerte hipótesis
del supuesto origen judío de los paisas, que molestaba
a las personas de clase alta.
Y en conferencia de 1913, Tulio Ospina Pérez decía
ante la Academia Antioqueña de Historia, de Jurisprudencia
y de Medicina, que los indios de la parte antioqueña
en las cordilleras central y occidental no eran de raza mongólica
sino blancos que al cruzarse con colonos vascos, no produjeron
los tipos anómalos y desequilibrados que tales mezclas
suelen engendrar. Escobar aclaró que el análisis
de la efemérides de 200 años de Antioquia no tiene
la intención apologética tradicional, ni la de
menospreciar a la población o a la historia de Antioquia,
sino de pensarla más equilibrada y neutralmente.
Agregó que estos imaginarios se difundieron en el siglo
XX mediante el púlpito, la poesía popular, la
música, la arenga política, fiestas, conmemoraciones,
las artes y la Internet. Refirió por ejemplo: Cuando
Medellín obtuvo el premio de la ciudad más
innovadora del mundo (otorgado por The Wall Street Journal y
Citigroup Citibank en el concurso City of the Year), hice un
ejercicio simple: poner entre comillas ciudad innovadora
y raza antioqueña, y encontré no pocos
textos diciendo que el premio se debía justamente a esa
raza.
Anotó el intelectual que la ideología racial ha
construido también una historia que oculta la presencia
de los esclavos libertados por Don Juan del Corral y por otros
legisladores a principios del siglo XIX, como si la población
liberada hubiera desaparecido... |
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La raza, un cuento bicentenario
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El
historiador Juan Camilo Escobar declaró a EL PULSO: Desde
el momento en que Francisco Antonio Cano pintó Horizontes,
muchos escritores vincularon la obra con la ideología
racial. Fidel Cano ve allí la Sagrada Familia; en la
revista Sábado, un autor que firma como V
dice que esa pareja es la progenitora de la raza, en 1935 el
crítico y escritor bogotano Juan Lozano y Lozano ve la
vivificación del pasado y el porvenir de la República.
En términos pictóricos, independiente de que su
autor lo haya querido, el cuadro cobró historia propia
y se lo fue usando para legitimar la versión rosa de
la colonización antioqueña.
De igual forma, más allá de los propios pintores,
es la crítica de arte la que vinculó la obra Imagen
de Antioquia de Rafael Sáenz con la región,
por cierta feminidad pacífica que pinta, una región
que sabe cuidar a sus hijos. |
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Algo
parecido le pasó al Escudo de Antioquia: en 1812, se
dijo que tendría una montaña de oro, un río,
una palmera, un platanar y una mujer vestida a la indiana poniéndose
el gorro frigio, símbolo de la abundancia y la libertad;
pero en documentos posteriores, a esa mujer la convierten en
una matrona que representa la raza antioqueña.
Desde la llegada de la imprenta a Antioquia en 1813 pululan
escritos encomiosos de la raza: Los jesuitas, los judíos
y la raza antioqueña del padre Félix Restrepo,
La raza antioqueña de Emilio Robledo, Elogio
de la raza antioqueña de Oscar Echeverri Mejía
y Libres de toda mala raza, texto clásico
de historia en los años 60 del siglo XX, entre otros.
A Humberto Chaves se lo llamó el pintor de la raza.
Manuel Uribe Ángel nos pintaba así: La rígida
perseverancia de nuestra raza, el temple acerado del antiguo
carácter español, movido y fortificado por la
índole agreste y dura de los elementos ambientes, han
conseguido a fuerza de concentración y trabajo vencer
en parte las dificultades que se oponían a nuestra libre
marcha por el sendero de la civilización. |
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Don
Tomás Carrasquilla decía en 1925: Colonos
sencillotes, pacíficos y labradores, campesinos (que)
no venían con la espada destructora, ni con la cruz salvadora,
ni en busca de Potosíes y Pactolos: venían con
su azadón y su arado, a ganarse la comida con el sudor
de su frente como Dios manda... adonde no llegaron los moros
bereberes, con su profeta, sus molicies y sus amores, ni los
judíos con sus usuras y sinagogas. Y Alejandro
López loaba en 1927: Una raza de brío y
tumultuosa como lo es la antioqueña, sedienta de libertad
individual y de posesión de la tierra.
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| Para
la investigadora Nidia Gutiérrez, curadora jefe del Museo
de Antioquia, los imaginarios son imágenes mentales
que los pueblos se hacen sobre sí mismos, y adquieren
visos de realidad. El problema es que se vuelven definiciones
que al cerrarse dejan por fuera a mucha gente, y resultan intolerancias
y exclusiones. Hay que mirar hasta qué punto los imaginarios
son una respuesta razonable a una pregunta razonable por quiénes
somos: la respuesta es múltiple y abierta, y todos podemos
formar parte de ella. Otros imaginarios del paisa: 'emprendedor',
'exitoso', 'aventurero', 'familiar', 'correcto', son imágenes
tan idealizadas, como 'mujeriego', 'borracho', 'pícaro'.
Ni lo uno ni lo otro: tienen visos de verdad, pero son reduccionistas.
A Antioquia le gusta pensarse así, y nada de malo hay
en eso, el problema es una identidad esencialista. Porque hoy
somos una cosa, mañana otra, según el contexto.
Ante esa visión idílica de la colonización,
como se ve a 'Horizontes', la parodia del artista Carlos Uribe
plasma cómo en un momento Antioquia estuvo liderada por
quienes señalaban un camino torcido, el caso de Pablo
Escobar. Los imaginarios no son exclusivos de Antioquia, son
de todo el mundo, hay países que hoy se dejan matar por
nacionalismos mal entendidos, por creerse escogidos. |
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Ya no hay duda ninguna,
antioqueño es mi Dios |
Buena parte de la
canción tradicional andina colombiana recoge los imaginarios
de identidad, en particular la raza. Son emblemáticos
los bambucos con poemas del maestro Luis Carlos González,
cantor de nuestra grandeza, y música de compositores
como José Macías y Enrique Figueroa.
El curioso bambuco Raza de Germán Isaza y
Carlos Vieco, serenata en un paisaje idílico: Despierta
niña hechicera, dulce niña encantadora / que el
monte y la cordillera, los montes y la pradera copian celajes
de aurora, habla de todo, menos de raza, como
sí lo hace Mi Casta del vate González:
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y un diccionario de espigas,
con millones de palabras / está gritando en mis venas
el orgullo de mi casta o Compañero:
Compañero, compañero: no es la vida tan
amarga / si es del amor escudero este lema de mi raza,
o bien Aguardiente de Caña (González
y Figueroa): Con aguardiente, más machos son
los machos de mi raza. Y, cosa prodigiosa, ¡el
maestro Luis Carlos González no creía en la
tal raza! Sólo utilizaba sus imágenes
por su carga emocional y ancestral; prueba elocuente de ello
es su agudo poema Raza.
¿Raza?
¿Raza de qué, tanto
pregonan / mi vecino y el cura y el tendero, y la altiva señora
del banquero / quien tuvo un hijo negro, siendo mona?
¿Raza?
¿Raza de qué, si desentona
/ la ley de Dios con la que explica el clero y al coraje -ni
andante, ni escudero- / lo castran el responso y la Corona?
¿Raza de hidalgos? ¿Raza de caciques?/ Imperio
de trabucos y alambiques sobre estéril solar de cobardía.
De la maraña que el ancestro escruta / sólo
nos queda puro: el hijue...
¡y lo estamos negando todavía!.
Antioqueño es mi Dios
La Ruana (González y Macías), compendia
los imaginarios paisas, con un referente más real de
identidad como la fusión racial fuente de diversidad:
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"Porque tengo noble ancestro
de Don Quijote y Quimbaya / hice una ruana antioqueña
de una capa castellana. Antioqueña
(Antioqueñita) de Miguel Agudelo y Pelón
Santamarta, es una sarta de imágenes hiperbólicas
de la belleza femenina paisa.
Su casi homónimo Antioqueñita querida
(González y Figueroa), combina hipérbole y orgullo
ancestral: Antioqueñita querida, yo te presentí
en mis sueños / porque en tus ojos se miran las estrellas
de mi cielo (...) porque la voz que te canta es
el alma de mi pueblo. |
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| Rasgos de antioqueñidad:
el espíritu andariego, el atuendo, la sencillez, están
en el bambuco Como yo te buscaba de José
Muñoz Ospina: Así como mis abuelos, así
era que te buscaba / ellos eran montañeros de carriel,
sombrero y ruana / mi padre era andariego y siempre se enamoraba
de mujer sencilla y buena así como era mi mama;
el éxito de El camino de la vida de Héctor
Ochoa se debe en buena medida a los estereotipos familiares
que reúne, como El retrato del paisa de Jorge
Robledo Ortiz y Eladio Espinosa, donde el poeta es violento
y altanero ante sus semejantes, pero sumiso ante la religión:
Traigo para el amor la serenata y para los rivales mi
barbera (...) |
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Sólo respeto lo
que diga el Papa y tuteo hasta al mesmo Presidente. Imaginarios
de la Antioquia patriarcal perviven aún a fines del siglo
XX, como en el nostálgico bambuco de Fausto Soñando
con el abuelo: Orgulloso de su raza, practique su
identidad; o en Muy antioqueño de Héctor
Ochoa, el clímax: Por toda tu grandeza y hermosura
/ Ya no hay duda ninguna: / antioqueño es mi Dios.
El bambuco, ¿blanco o negro?
El musicólogo antioqueño Gustavo Yepes
conceptuó frente al tema: En la música propiamente
dicha no veo tanto esa huella racial. Había algo del
imaginario más que todo en la manera en que se miraba
la música; me tocó de niño notar cierto
desprecio del bambuco, en la época de los bisabuelos,
pues se consideraba que tenía su raíz negra como
en efecto la tiene, e indígena, pues realmente viene
de una tierra entre Cauca y Valle, donde el currulao se llama
'bambuco viejo'; por eso, les gustaba más el pasillo,
el vals, la guabina, las vueltas y otros aires de origen europeo
o indio. El investigador australiano Barney, con un doctorado
sobre el bambuco, descubrió en Senegal (África)
dos poblaciones: 'Cauca' y 'Bambuk'. |
La africanía del bambuco
está demostrada hace por lo menos 12 años, Jorge
Isaacs y los etno-musicólogos la sostenían, todos
menos Jorge Áñez, quien explica el origen por
el lado indígena y blanco de Cundinamarca.
Yepes admite cierta huella de la idea de raza en
las canciones, pero dice que eso nunca se trató con seriedad
en el discurso, sino como un dogma, y un poco de ello hay en
Jorge Robledo Ortiz, quien habla de raza y de antioqueñidad,
pero nunca los liga a lo blanco, es más por hacerle gracia
a los paisas. Y precisó: Menos podría decir
que bajo las alpargatas, el carriel y la ruana montañera
haya una piel de tal color; menos cuando en Santa Fe de Antioquia
cualquier cosa pudo haber menos pureza de raza alguna, sino
una gran huella de raza negra, pues dependió mucho tiempo
de la esclavitud. Don Juan del Corral proclamó la independencia
y la libertad de vientres, algo ajeno a su familia, propio de
su espíritu republicano: su abuelo Ramón del Corral
hizo trata de esclavos en Cartagena. Y cómo habla de
poético Jorge Isaacs de la raza negra en 'María',
de sus virtudes, él mismo nació en Chocó,
de familia judía inglesa.
En fin, quienes aún piensan que antioqueño
es mi Dios, ¿qué pensarían si
Dios fuera negro? |
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