MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 74   NOVIEMBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Asistente de edición: Olga Lucía Muñoz López. Web master: Santiago Ospina Gómez

Piruetas, esguinces
y gambetas

¿Son las personas pudientes quienes recurren a los hospitales públicos? ¿Son los afilados a las pólizas de salud con cobertura completa quienes buscan esas instituciones? ¿O acaso son los que tienen planes de medicina prepagada? ¿O son quienes tienen cobertura por el Plan Obligatorio de Salud (POS)? ¿Son las EPS con su régimen contributivo quienes contratan con esos centros?
Cuando se le está quitando el aliento a los hospitales públicos, cuando se les está agobiando con estrechez de recursos, cuando se les están templando sus nervios hasta reventar porque se les bautiza de burocratizados e ineficientes, y cuando está claro que los médicos y las enfermeras y demás funcionarios están allí pendientes y dispuestos a atender los enfermos, surge necesariamente una pregunta: ¿Bueno, y quién sufre las consecuencias de la crisis hospitalaria? Cuando se cierren los hospitales, los empleados se irán para sus casas, las instalaciones se caerán como se caen los locales abandonados, a los equipos arrinconados les llegará su obsolescencia y... ya, misión cumplida. ¿Y los enfermos? ¡Ah, pues que se mueran o vean a ver qué hacer! Ese no es problema del ministro, ni del ministerio, ni del gobierno, ni entra dentro de lo que cualquiera pudiera considerar como protección social. Esa, ni más ni menos, es la lectura de desprotección que puede hacerse de la protección social y esa es la resultante de la indiferencia sentida y manifiesta, ante la crisis hospitalaria que hay, que "no hay".
De la crisis hospitalaria, la Ley 100 no es culpable, pero tampoco es solución.
De la crisis hospitalaria, la burocracia no es la única culpable, pero no se le ha dado solución.
De la crisis hospitalaria la ineficiencia es culpable, pero no es la única culpable.
De la crisis hospitalaria la carga prestacional es culpable, pero tampoco la única culpable.
¿Qué tal si ante la necesidad de servicios asistenciales para los pobres, el gobierno simplemente los provee?
¿Qué tal si en vez de cuestionarlo todo y dudar de todos, el gobierno comprende que tiene un deber elemental con la gente, que no es cualquier gente sino la mayoría?
¿Qué tal si se dejan de estudios y comisiones y aportan el dinero que se requiere cada año y todos los años para que las madres, los niños, los jóvenes y los hombres sean atendidos en sus requerimientos de salud? No podemos financiar los servicios asistenciales metiendo la mano a los bolsillos vacíos de los pobres, de los descolocados que no tienen Sisbén, ni de los marginados. Eso no solamente es injusto y ofensivo, sino imposible y vergonzoso.
Arreglen por fin lo que se deba arreglar en los hospitales, pero suminístrenle los medios, es decir, el dinero que requieren para que abran sus puertas y atiendan a todo el mundo, porque la única condición que debería existir para no ser atendido en un hospital del Estado, es estar muerto.
Señor Ministro: No se lleve el punto de ganar batallas que no debe ganar, ni pretenda derrotar a quien no debe nada, porque nada tiene. No se obstine en cerrar hospitales porque a Usted le parece que el costo de ellos es mayor que los ingresos, porque nunca logrará mostrar un P y G equilibrado partiendo de la angustia de los marginados. Usted cerrará hospitales y cancelará cargos y triunfará, pero será para siempre un triunfo despreciable, pues ese triunfo estará asentado sobre las lágrimas de los pobres. Eso no puede ser. Nadie en este país, excepto Usted, quiere que se cierren hospitales.
Si hay problemas de administración en ellos, arréglelos, es su deber; pero este país no quiere tener un ministro que sea impávido y menos, mucho menos, que cierre hospitales. Su deber es precisamente el contrario. Manténgalos abiertos, porque su deber como médico no es otro, y como funcionario público está comprometido con la gente; Usted lo sabe, y ya lo ha jurado dos veces. No más piruetas, esguinces ni gambetas.
 




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