La reciente despenalización del aborto en los casos
establecidos por la Corte Constitucional, pone a pensar
en muchos aspectos que la sentencia misma entraña.
Están muy claros los casos en los cuales no hay pena;
pero todo no para allí.
Para los casos de verdadera urgencia, es decir, en los casos
llamados de vida o muerte, está establecido que ninguna
institución puede negarse a recibir el paciente.
Hasta ahora, esta obligación de forma tan contundente
sólo se presentaba en los casos ya dichos, y con
todo la razón. En los demás casos que se requería
servicio médico, no estaba taxativamente dicho que
las instituciones, por encima de cualquier consideración,
tenían que recibirlos. Se respetaba con ello el nivel
de desarrollo científico y tecnológico de
la entidad, y el nivel de formación y capacitación
del personal médico y paramédico. No todo
el mundo sabe de todo y no todo el mundo es capaz de todo.
Ahora con la sentencia que despenaliza el aborto -en los
casos establecidos en ella- las entidades no pueden negarse
a practicar el procedimiento. Los profesionales podrán
argumentar objeción de conciencia, pero la entidad
no; ellas no podrán hacerlo hasta el punto de que
si no se dispone de recursos para la atención de
la paciente, se le debe buscar otra entidad que realice
el procedimiento. Estamos entonces no solo ante la despenalización
del aborto, sino ante la propuesta, o más específicamente,
ante la inducción de la deshumanización de
los hospitales y la dicotomía de funciones y criterio
del médico que aduce objeciones de conciencia, pero
que debe remitir el caso para que se realice en otra entidad.
El tema tiene su componente moral muy importante. Pero actualmente
parece que razones de este tipo son poco menos que desestimables.
Y aunque ello en la realidad no es así, para el pensamiento
presente y en gracia de discusión, demos por aceptado
no tocar este aspecto.
La sociedad entera reclama hospitales humanizados, que exhiban
altos niveles de sentimientos excelsos, que se compenetren
con la angustia, con la soledad que el enfermo siempre siente
-aún estando acompañado-, que sean capaces
de brindar comprensión, y en una palabra, que logren
en su trabajo diario, expresar los mejores sentimientos
de todos y cada uno de sus empleados. Porque eso es un hospital;
son las voces y sentimientos aunados; son las intenciones
y las actitudes compartidas; son las preocupaciones y los
proyectos de todos y de cada uno. Pero sobre todo, un hospital
es la expresión de toda una sociedad, manifestada
en la vida diaria de unos, de quienes laboran en el mismo
entorno, de quienes realizan sus tareas particulares apuntando
en un solo sentido, manifestado en forma del quehacer permanente
y en cada acto y en cada tarea, y aceptando siempre conscientemente
y con humildad, porque ello lo saben de antemano, que en
medicina solo se puede curar a veces, aliviar a menudo
y consolar siempre. Pero no, esto no vale. La sentencia
pretende que la organización vaya por un lado y su
gente, los hacedores de ella, vayan por otro. Es el criterio
técnico legal aplicado, sin consideración
alguna, a lo humano. Es la expresión del mundo de
hoy visto también en la expresión de querer
hacer las cosas, y al verse sin argumentos, despersonalizar
los propósitos. Es aplicar algo así como que
al juez, en su quehacer, se le debe exigir que falle en
derecho, y ahora, que el médico también lo
haga, que proceda en derecho, pero como se pone de presente
la objeción de conciencia, entonces bueno, que lo
hagan las entidades, y si éstas también protestan,
entonces que sean las públicas, que al fin y al cabo,
ellas no son de nadie, o mejor son del Estado y él
ahora está diciendo qué debe hacer el médico.
Por esto hemos creído que el tema de la despenalización
del aborto es solo un síntoma, y que en él
se pasó de la despenalización a la obligación,
y que se pasó de penalizarse al abortista para penalizar
a quien no lo es.
El asunto contiene aspectos de temas médicos, de
temas morales y legales, todos muy importantes. Pero contiene
aspectos humanos no despreciables y consideraciones interesantes
frente al rumbo de la sociedad. Independiente de la posición
individual, de las creencias y de los pareceres, la despenalización
del aborto no es de generación espontánea.
Tampoco es un hecho aislado, autónomo, independiente.
Es una consecuencia de una serie de fenómenos sociales
que van penetrando en la cultura y van conduciendo el pensamiento
de manera insensible hacia otros lares, unas veces no preconcebidos
y otras sí, que se van tejiendo con paciencia por
esas mentes. Es por esto que todo lo que en estos campos
suceda, debe ser debatido y analizado muy, muy cuidadosamente,
ya que existen corrientes que desean instaurar un Estado
mandón y amenazante de las libertades del hombre.
Para esto, advirtamos acá y para tipificar un poco
lo antes dicho que, en términos generales, el embarazo
ectópico es quirúrgico y que las anomalías
congénitas que son incompatibles con la vida, son
incompatibles con la vida. De manera que al menos en estos
dos aspectos, haber despenalizado el aborto no resultó
ser ninguna novedad. Cabe entonces preguntarse: ¿qué
subyace en la sentencia sino lo mencionado antes?
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