MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 3    NO 36    SEPTIEMBRE DEL AÑO 2001    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

El médico

en una encrucijada ética
José Antonio Girón Sierra, MD.
Se asume la idea de que la ética corresponde a aquella disciplina que se ocupa de la dimensión del deber-ser, en cuanto ofrece pautas normativas para la acción. Situados dentro del marco de una ética racional, asumimos el hecho de que todo acto humano es contingente y singular, el cual se gesta siempre bajo circunstancias únicas a partir de las cuales sólo es posible establecer un juicio en torno a su bondad o maldad, su justicia o su injusticia. Los actos se desenvuelven siempre en un ámbito de relación, esto es con otro u otros, con una persona o con la sociedad y un juicio de valor en torno a ellos no puede establecerse al margen de dicho ámbito.
La medicina es una profesión que se mueve en el ámbito permanente de lo singular. El paciente, el usuario, o el cliente según la nueva terminología, es ante todo un singular, por esto los actos médicos, que son de relación en su esencia, siempre estarán en un permanente estado de valoración, el cual de manera sintética resumieron Beauchamps y Childress en cuatro principios, a saber: no-maleficencia, justicia, autonomía y beneficencia. La ética es epidérmica a la medicina, es decir, lo más superficial pero a la vez lo más profundo, esto es, que todo acto médico está atravesado por el referente de que sus resultados se sitúen no sólo en su bondad sino en su excelencia. ¿Pero que ha pasado en ese deber-ser de la medicina, en ese deber-ser de nuestros actos médicos que a diario se suceden en la institución de salud?
Se habla de encrucijada como aquel lugar que es cruzado por varios caminos, por analogía se trataría de aquella situación compleja y confusa sobre la cual convergen más de una explicación, más de una causa, que paraliza la acción y confunde el hacer. La medicina ciertamente se encuentra en una situación como la descrita. El proceso de globalización antes descrito y una versión del capital cimentada en el mercado como el agente regulador, ha llevado a la medicina a convertirse en un negocio, lo cual se constituye el hecho que más ha impactado la estructura de valores de la profesión y en general de la institución de salud. Así para algunos plantear reservas a la idea del lucro en las actividades de salud corresponda a rezagos de la moral católica, la realidad es que allí hay un claro desencuentro entre la lógica del capital centrada en el logro de unas determinadas tasas de ganancia y el horizonte trazada para la medicina de hacer no sólo el bien sino buscar la excelencia. A tal desencuentro es al que se quiere hacer referencia. Toda estructura de valores se levanta a partir de unas finalidades concretas, y tales finalidades funcionan a la manera de una atmósfera que opera como un referente.
Si la finalidad que le asiste a todo sistema de salubridad, como bien lo señala la Corte Constitucional en su sentencia 366 de 1993, es la de garantizar que cada "sujeto viva en condiciones saludables" para que le sea posible el desarrollo adecuado de su proyecto de vida, cuando el sistema coloca la racionalidad económica como la más explícita de sus finalidades, la orientación práctica de toda la institución de salud sufre un giro radical y con ella toda su estructura de valores. Esto es lo que ha sucedido con nuestro Sistema de Seguridad Social en Salud en donde, por la fuerza de la más explícita de sus finalidades, la racionalidad económica, el Estado ha colocado contra la pared -al calificarlo de ineficiente e improductivo- a todo el sistema hospitalario del país sin importarle su cierre, y por las mismas razones al borde de la liquidación a la EPS más grande y más importante del Sistema, el ISS. El médico general es arrinconado y sobornado por EPSs e IPSs, convirtiéndolo más que en un agente de salud en un agente de productividad. La ganancia, el lucro, el enriquecimiento fácil, la sostenibilidad económica, la viabilidad económica, la decisión médica cuadriculada en el protocolo que homogeniza al paciente, el paradigma de la evidencia médica que efectúa un relanzamiento de la simplicidad y de la certeza en la práctica médica, son palabras e ideas que hoy configuran toda una armazón para legitimar un hacer, unas decisiones, de tal manera que enfrente de otras ideas que apuntan a que cada individuo y la sociedad vivan en condiciones saludables, configuran todo un escenario de conflictividades éticas con expresiones muy concretas en lo individual, en lo institucional y en lo público.
"Cuando el sistema coloca la racionalidad económica como la más explícita de sus finalidades, la orientación práctica de toda la institución de salud sufre un giro radical y con ella toda su estructura de valores".
Miradas las cosas de esta manera, el panorama se abre y la tentación de lo simple y de salidas prácticas se desvanecen. Ciertamente estamos enfrente de algo complejo que por su amplio margen de incertidumbre nos colocaría en un real estado de impotencia. ¿ Estamos condenados a tal suerte que nos ha deparado el destino?. De ser así indudablemente estaríamos enfrente de una profesión sin esperanza alguna, a la espera tal vez de que ese mismo destino y por efectos del azar, nos permita llegar a un mejor puerto o que quizás haga de la medicina que hoy se hace una pieza de museo como de hecho hoy se nos presentan las medicinas que nos precedieron. De no asumirse de esta manera, nos encontraríamos ante el reto de entender plenamente la época que nos toca vivir y comprender que las cosas existen porque hay circunstancias que las hacen posibles y tales circunstancias pueden ser modificadas o inclusive crearse otras que permitan ir construyendo ese lugar mejor. Para la medicina ese lugar mejor no es otro que un reencuentro con lo humano, reencuentro que es a la vez ético y político, de pronto más ético que político. Allí se configura un escenario de actuación que no es nuevo pero del cual siempre hemos tomado distancia, lejanía por la cual hemos tenido que pagar un precio demasiado alto.
En el ámbito individual e institucional lo ético y lo político adquieren materialidad en el modelo de gestión y en el modelo médico. Provocar cambios es estos dos componentes tendría como único objetivo poner la institución de salud y al médico a tono con sus finalidades, esto es, con su deber-ser. Coherente con el hecho de que la finalidad de todo sistema de salud, incluido por supuesto el colombiano, es que individual y colectivamente se viva en condiciones saludables, el médico debe a su vez reconocer que el acto médico es sólo una parte de tal finalidad pero que lo otro no puede dejarse al garete y que ello exige sumergirnos en lo social y en lo político. Es constituirnos como sujetos sociales conscientes a los cuales nos atañe el rumbo de la sociedad y por lo tanto una responsabilidad directa en la construcción de opciones políticamente de mayor alcance que vayan más allá de reivindicar la salud o la seguridad social, esto es, que se ubiquen en la perspectiva de consolidar un proyecto democrático para la sociedad colombiana cuyo horizonte no sea otro que la justicia y la equidad.
¿Estaremos en la posibilidad de asumir este reto?

 

 








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