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Cocina Indígena. Gr abado siglo XVI
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Mestizaje
alimentario, receta mágica
para vivir feliz en la olla
Hernando
Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co |
Dícese
que uno es lo que come. ¿Qué comimos
los colombianos y los americanos para ser así? La
alimentación no es sólo comerse las cosas, es
algo mucho más amplio, dice el profesor Gregorio
Saldarriaga, del Departamento de Historia de la Universidad
de Antioquia y ponente del reciente Seminario Historia de la
Alimentación. |
Él
analizó los cruces interculturales en el mestizaje alimentario
de los siglos XVI y XVII, momento de expansión de Occidente,
en las fases de producción, preparación y consumo.
Indicó: Ese mestizaje no sólo es blanco-indio,
negro-indio y negro-blanco; hay otro más sutil: del indio
de un lado con el de otro, donde el español actúa
como catalizador y termina imponiendo un nuevo modelo cultural.
Entonces, inventar el tamal y la mazamorra con leche fue más
complejo de lo que parece.
Plantea: Nos asumimos como hijos del maíz, porque
es lo que más comemos; los pueblos indígenas consumieron
mucho maíz pero no todos al mismo ritmo, y de alguna
manera, la presencia española a través de la tributación
les impone, sobre todo en el Nuevo Reino de Granada, esta producción.
Los indios comían maíz mayormente en 'panes líquidos':
chicha y mazamorra; también en los sólidos: arepas,
bollos, pero los españoles les imponen un consumo mayor
de panes secos, y en el tránsito, las piezas del rompecabezas
pueden ser las mismas pero las proporciones distintas. Los españoles
adicionan huevos, manteca, y hacen mazamorras con leche al introducir
la ganadería, majan el coco y hacen mazamorra con su
leche, el cruce no es una simple sumatoria, sino algo más
complejo. América es el mejor sitio para el ganado, de
ahí que los vaqueros sean norteamericanos y no de la
India. |
Las expresiones
gastronómicas son entes
vivos que nacen, crecen, se reproducen y pueden morir
si no son valoradas y adaptables; una gastronomía
desaparece por ser totalmente cerrada pero
tambiénpor ser totalmente abierta.
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Esther Sánchez
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En Latinoamérica nos asumimos
como hijos del maíz, porque es lo que más comemos
en diferentes preparaciones. |
Y agrega:
Hay elementos nuevos en el siglo XVI aunque nos parecen
eternos; los grupos aborígenes comían frisoles
pero su manera de comerlos nada tiene que ver con la nuestra,
no sólo por no tener chicharrón, chorizo, patacón
ni arroz, sino por tener otra forma de preparación; nuestros
frisoles corresponden arquetípicamente a la menestra
española, guiso de granos; la sopa aborigen de frisoles
no era espesa como hoy, acompañaban el maíz en
ocasiones con carne, sobre todo los mesoamericanos; en nuestro
caso, abundaban asados y una sopa con muchas cosas, incluso
frisoles, a la manera boyacense, arquetípicamente, una
'olla podrida', nombre genérico español (en francés,
potpourrí), especie de sancocho que poseen
casi todas las culturas. |
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Unidad
en la diversidad
Para la antropóloga colombiana Esther Sánchez
Botero, el patrimonio alimentario se sustenta en estas premisas:
las expresiones gastronómicas son entes vivos que nacen,
crecen, se reproducen y pueden morir si no son valoradas y adaptables,
una gastronomía desaparece por ser totalmente cerrada
pero también por ser totalmente abierta, y no es posible
transferir modos gastronómicos locales a otros contextos
socio-culturales sin un proceso de aclimatación.
En Recetas de la abundancia, la autora expone un mapa de este
mestizaje en Iberoamérica. Refiere que España
trae los usos de freír, asar, brasear y estofar, que
Galicia es el posible origen de la empanada, que adopta formas
distintas en cada país de América: con pasas y
aceitunas en Chile y Bolivia, aquí en media luna, allá
rectangular, frita con carne molida o arroz en Colombia, con
lo mismo pero horneada en Argentina; una misma receta suiza
se llama flan de coco, esponjado caribeño, nieve de palma
o espumoso, según el país; los changos, atacameños,
mapuches y araucanos de Chile cimentan una cultura multiétnica
y pluricultural, que absorbió el mestizaje gastronómico
de España, Inglaterra, Suiza, Alemania, Italia y Francia,
donde cazuelas de ave, bistec a lo pobre, machas y otros platos
locales se hibridan con los amasados y aliñados panes
de trigo españoles; en Colombia conviven quesos frescos
de climas fríos o salinos de tierra caliente, con quesos
maduros europeos; la refinación del azúcar impuesta
a los esclavos y la dulcería española de origen
arábigo, transformaron la cultura culinaria cubana; el
sancocho típico de Panamá con carne y tubérculos,
y el caldillo panameño con moluscos y crustáceos,
se funden con la peninsular tortilla de cebolla y tocino, y
las pechugas al ajillo; la chifa peruana de arroces, verduras,
carnes y salsas, es ejemplo típico de mestizaje entre
nativos, hispanos, moros y griegos. |
Uno es lo que come
en tanto que
proyecta sobre los alimentos los valores que considera importantes
y reflejan un conjunto de creencias. Unos elementos nos vinculan
con una tradición, un pasado y una tierra.
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Gregorio Saldarriaga |
De los
africanos, el profesor Saldarriaga dice: Vienen con una
mano por delante y otra por detrás, pero los últimos
estudios muestran un elemento indisociable: el esclavismo, la
trata negrera, produce desde el poder un gran proceso de mezcla,
se lleva el maíz a África para alimentar a quienes
vienen en el barco y hoy existen en África tribus aborígenes
que tienen mitos sobre cómo Dios les entregó el
maíz; así Dios podría ser negrero o esclavista,
el maíz como producto comunitario crea mitos cosmogónicos.
Los negreros traen el ñame a Colombia y los esclavos
traen unos saberes culinarios, no hay división jerárquica
que les posibilite una gastronomía sino cocinas locales
básicas, conformadas por sopas de granos, de cebada y
garbanzos. Con todo, la cocina del Pacífico, una de las
más ricas del país, no viene de África,
la gente tiene los genes de allá, pero su cocina se construye
diferente. Según mitos mesopotámicos, la cocina
asada es de los dioses y la de los hombres es hervida, en caldero;
una pieza de carne cocida en agua con un montón de granos
y raíces alimenta a mucha gente, la misma pieza asada
no tantos, hay una pérdida. De los dioses pasa a los
ricos, los pobres la comen en caldo. Levi-Strauss, en su famoso
'triángulo culinario', mostró el vínculo
entre podrir y hervir, especie de aceleración de la podredumbre. |
Y explica:
En los aborígenes americanos y africanos, la diferencia
entre rico y pobre no es lo que comen sino la cantidad a la
que pueden acceder. En el Nuevo Reino de Granada todos consumen
chicha y mazamorra, la diferencia es cuánta toman, cuántas
mujeres tienen para prepararlas; en la Edad Media, la diferencia
entre un rico y un pobre no era tanto la preparación
sino los productos y su cantidad: el rico podía comer
azúcar, el pobre ni sabía qué era eso,
el uno podía comer carne con especias, el otro sólo
las paticas. En África como en América, el jefe
puede tomar más cerveza. Los pueblos suelen fijar su
idea de abundancia en ciertos productos más que en la
confluencia de muchos: para los africanos el sorgo, para los
americanos el maíz y la chicha, para los españoles
el pan, ejemplifica el catedrático.
Del tamal a la pizza
Las cosmogonías indígenas ponen al maíz
como el origen mismo del hombre, en los mitos muiscas de la
Laguna de Tota es la riqueza sembrada por los dioses, los mejicanos
después de la navideña Misa de Gallo toman en
casa la sopa de maíz, signo de comunión con la
fertilidad. Para Esther Sánchez, el maíz es el
eje de la historia del hombre americano; en Bolivia perviven
las chicherías, sitios para comer, departir y beber la
chicha como rito de fecundidad; el chileno pastel de maíz
con pino reúne la cultura india con el guiso español;
los tamales colombianos lo juntan con diversas carnes, verduras
y granos, asados o cocidos a la española y puestos luego
al baño María. En Panamá el
cultivo del maíz, el sagú y la calabaza datan
del año 8.000 a.C. y permitió la acumulación
de excedentes intercambiables por artículos exóticos;
los incas peruanos enterraban cada año la chicha con
granos de maíz de varios colores, como homenaje a la
madre naturaleza.
El inventor de la pizza nunca imaginó que en Medellín
le pondrían chorizo, chicharrón y maíz
tierno. El profesor Saldarriaga dice: Uno es lo que come
en tanto que proyecta sobre los alimentos los valores que considera
importantes y reflejan un conjunto de creencias. Unos elementos
nos vinculan con una tradición, un pasado y una tierra,
pero también hay algo que habla de nosotros en términos
no peyorativos: la maleabilidad para adaptarnos a productos
nuevos. Si bien los antioqueños construimos una identidad
muy fuerte sobre frisoles, mazamorra, bocadillo, y lo que cada
quien quiera agregar, también somos flexibles para hacer
coexistir nuevos elementos de manera para nosotros lógica.
Cuando al italiano Mássimo Montanari le pintaron en Medellín
la bandeja paisa, la descripción era tan abundante que
preguntó: ¿Y hay que comérselo todo?.
Es un típico plato de adiciones, de ahí su maleabilidad
para convertirla en términos comerciales o identitarios.
Retomando a Montanari, no hay que confundir identidad con raíces:
éstas fueron ayer y aquella es hoy, la identidad se construye
cada día, las raíces son amplias y diversas. En
fin, comer es un acto consciente donde uno elige qué
quiere comer (de muchos que no pueden, deben preocuparse las
políticas de seguridad alimentaria). Comer no es algo
anecdótico o periférico, es un elemento central
de la vida, no sólo por mantenernos vivos sino porque
estamos pensando y lo cargamos de símbolos.
Al Viejo Mundo le sabía a piña dulce el
territorio recién descubierto, dice Gloria Valencia
de Castaño en la introducción del libro La
cocina colombiana. Y así como el amor tiene sabor
a miel, aunque sabor de engaño tienen tus
labios cuando me besan, todo lo que comemos tiene sabor
a nosotros. Entonces, ¡buen provecho! |
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¿Kómo
ce dise?
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Bárbaros
y bárbaras |
No,
hoy no hablaré otra vez del empleo impropio del masculino
y el femenino en las expresiones de género, así
los bobos y bobas insistan con su bienvenidos y bienvenidas,
servidores y servidoras, los saludo y las
saludo (¿?). Algún día aprenderán.
No, hoy me ocuparé del barbarismo, definido por el
Diccionario de la Real Academia Española, así:
Es una incorrección que consiste en pronunciar
o escribir mal las palabras, o en emplear vocablos impropios.
Afectan la prosodia, la morfología o la sintaxis, pero
hay genios capaces de afectarlas todas. No diga a grosso modo,
sino grosso modo (a grandes rasgos). No me diga que usted
todavía dice arrempujar. ¿No le
da pena? Se dice empujar. Otros dicen Paravandocito
(corregimiento de Mutatá), en vez de Pavarandocito,
imitando a un ex gobernador de Antioquia; areopuerto,
en vez de aeropuerto; anduve, en vez de anduve; dentrar,
en vez de entrar; descambiar, en vez de cambiar
(hablando de dinero); diabetis, en vez de diabetes;
madrasta, en vez de madrastra; insepto, en vez
de insecto; rampla, en vez de rampa; y miles de barbarismos
más que les iré mencionando. Hasta pronto, bárbaros
y bárbaras.
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