DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 12    No. 150  MARZO DEL AÑO 2011    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Cartagena de Indias:
200 años entre la historia
y la leyenda
Hernando Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co

Calle de La Mantilla
Tras dos siglos de historia, las calles y plazas de Cartagena de Indias siguen narrando sortilegios, apariciones diabólicas y prodigios, en una danza ritual de la crónica y la leyenda. Y en contravía de la historia oficial de pergaminos y cédulas reales, la comunidad de San Basilio de Palenque custodia la memoria del primer territorio libre de América.
Cartagena,
leyenda viviente
La historia y la mitología cartageneras marchan juntas. No hay calle ni sitio público de Cartagena de Indias que no cuente alguna historia o leyenda.

Dicen que en vísperas de la terminación de la torre de la iglesia de Santo Domingo, el Diablo se colgó de ella y la torció. Al no poder derribarla, se zambulló en un pozo cercano, clausurado luego por el sabor a azufre que tomaron sus aguas. En la Calle de Nuestra Señora del Río, El Maligno estorbaba el paso a los feligreses que iban a misa; como los fieles se acostumbraron a esas travesuras, el Diablo bloqueó la vía con enormes rocas que el capellán apartó invocando a Dios. El Mal huyó en medio de una horrible carcajada, aleteos y olor a azufre.
La Calle de la Sierpe debe su nombre a una gigantesca serpiente de ojos fosforescentes que se arrastraba allí agitando sus cascabeles, hasta que el alcalde Antonio de Viloria trazó en el aire unas figuras mágicas aprendidas en la isla de Santo Domingo y la bestia se transformó en mujer. La hechicería de Viloria nunca fue castigada, pero sí la bruja, quien pidió perdón pero fue encarcelada por la Inquisición hasta 1614 y condenada a 200 azotes y destierro.

El rey de España, Carlos VI, abrumado por las altísimas cuentas en la construcción de las murallas, quiso ver desde Europa con un catalejo la dimensión de la obra. Al no lograrlo, se vino de incógnito a Cartagena a inspeccionar con varios amigos, todos disfrazados de mujeres. Nadie pudo identificar a las “tales damas” que pronto se fueron y allí donde se alojaron quedó llamándose “Calle de las Damas”.
En una casa de la Calle de Quero vivió Miguel Cuero, quien cambió su apellido por Quero para borrar el apodo de su madre: “Cuero de gato curtido”. Cuidando una cuantiosa herencia, una noche oyó ruidos en su estancia, y mientras contaba una a una sus piezas de oro, le cayó encima la tapa del baúl y lo mató. Al tiempo, hallaron el cadáver del avaro lleno de gusanos. Según leyendas, a un hombre que pasó de noche fumando frente a la casa, alguien le pidió lumbre desde el balcón y luego una mano huesuda le arrebató el cigarro. Y un antioqueño que se alojó en la mansión, disparó seis tiros contra el fantasma, dispuesto a desalojarlo, pero el espanto le devolvió las balas y el paisa terminó en un manicomio.
Calle de Quero
En la Calle de Gastelbondo, bajo el baluarte de Santo Domingo, salía un mohán por las noches y no dejaba dormir con su estrépito en el pozo de una casa, hasta que doña Dolores Pasco de Vela ofreció a la Virgen fundar un colegio si erradicaba al espectro; cumplido su deseo, fundó el Colegio del Carmen en 1840. Dicen que a las doce de la noche siempre pasaba por la Calle de Nuestra Señora del Carmen un coche de fuego arrastrado por dos caballos y conducido por un cochero de ojos chispeantes, que luego se metía en una casona de la Calle de la Factoría.
La historia y la mitología cartageneras
marchan juntas. No hay calle ni sitio público
de Cartagena de Indias que no cuente
alguna historia o leyenda.
Los vecinos de la Calle de Ricaurte, así nombrada en honor del Héroe de San Mateo, la noche que el General Mosquera derrotó al general Juan José Flórez no pudieron dormir por ruidos de choques de espadas y rompimiento de copas que oyeron en una casa. A la mañana siguiente, sus moradores negaron haber hecho algún bullicio, pero la señora de la casa dijo haber soñado con una fiesta en casa del general vencedor.
Calle Nuestra Señora del Carmen
La trágica leyenda de la Calle de La Mantilla, refiere que el gobernador de Cartagena, Juan Pérez de Guzmán, se enamoró de María Encarnación, hija de Baltasar Soriano, empleado de la Real Hacienda en 1658, la pidió en matrimonio pero nunca se casó, y nombrado gobernador de Puerto Rico, huyó dejando a María embarazada. La novia burlada se ahorcó con la mantilla de seda que se ponía para ir a misa.
Más reciente es la historia de la Calle de Tumbamuertos, asociada a la peste de “El Tablón” (resfriado fuerte), que asoló a Cartagena en 1876. Por el mal estado de la vía, al pasar los vecinos del barrio San Diego para enterrar a sus muertos, caían con todo y ataúd; desde entonces la calle se conoció como “allá donde tumban los muertos”, fatalidad atribuida a un duende.
El Diablo vs. La Virgen
Las leyendas de cultos satánicos van siempre asociadas a la opresión del negro y al poder de la tenebrosa Inquisición. Fray Alonso de la Cruz Paredes dijo que se le apareció María Inmaculada en el Monasterio de la Candelaria, cerca de Ráquira, sobre un trono de nubes con arcángeles y serafines, a pedirle le construyera una iglesia en la montaña más alta que viera al llegar a la bahía de Cartagena. Al llegar al Cerro de la Popa con el obispo y un grupo de españoles armados, encontró un culto orgiástico de indígenas, mestizos y esclavos negros escapados de sus amos, al diablo Busiraco, encarnado en un Macho Cabrío llamado Urí, en un templo oscuro y sin ventanas, “como le gusta al Demonio”.
Éste acudía sentado en una silla de fuego y bendecía las joyas de oro que metían en una gran tinaja de agua, al son de tambores, danzas, licor y tabaco, dice el historiador Víctor Manuel Patiño.
Calle de Las Damas
Sus adoradores lo besaban en la cola y lo limpiaban con tabaco; Fray Alonso, con el poder de Dios, arrojó al Cabrón por el despeñadero rompiéndole los huesos; se supone que lo que arrojó fue una imagen de oro del Demonio. El Museo Eclesiástico del convento de La Popa exhibe una talla en madera de la divinidad satánica. Otros creen que el “Salto del Cabrón” fue bautizado así por ser el sitio preferido por los despechados de amor que se lanzaban al precipicio. Luis Andrea, líder mulato cimarrón, fue ajusticiado salvajemente por el culto diabólico. El diablo se vengó lanzando huracanes en el Caribe, que frenaron por meses la construcción del templo a la Santísima Virgen. Al fin, Busiraco fue derrotado.
Pero el derrotado no era el Diablo sino el esclavo negro que se levantaba contra sus amos, y el victorioso no era Dios ni la Virgen, sino el poder colonial que se defendía con la espada y la cruz; 200 años después, el trono americano cambió de dueños. Su oro corrompe todo, menos la conciencia histórica del negro afrocolombiano; su única arma es la memoria cultural y su única vocación, la libertad.
 
San Basilio de Palenque:
primer territorio libre de América
Por su riqueza cultural y social, la Unesco declaró a la comunidad de San Basilio de Palenque como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad”, pero su acueducto apenas funciona 1 ó 2 horas cada dos o tres días, sus gentes cargan agua en timbos desde corregimientos vecinos y la luz eléctrica es deficiente.
Domingo o Benkos Biohó, rey africano secuestrado con su familia por los tratantes de esclavos, se fuga en Cartagena en 1600, y con 37 hombres y mujeres esclavos sublevados, conocidos como cimarrones, funda el palenque. Éstos en la época colonial eran unas "empalizadas autónomas, ubicadas en sitios de difícil acceso y con características inhóspitas". Allí el tambor, además de ser elemento ritual, servía para avisar cuando venían los españoles y poder esconderse los negros. Con su lucha, Benkos Biohó se anticipó varios siglos a todos los próceres de la independencia americana, lo mismo que a Luther King, Nelson Mandela y demás líderes de negritudes.
Benkos Biohó, héroe de la libertad
El Rey se fortificó en el Arcabuco y en Ciénaga de Matuna, al sur de la villa de Tolú, donde venció en varias batallas a los españoles. Desde el Palenque, enfrentó las autoridades peninsulares de Cartagena, Tolú, Mompox y Tenerife, y asaltó sus haciendas. Orientó la economía de guerra hacia la autosuficiencia, la óptima alimentación, la agricultura, la cría de ganado vacuno, la caza y la producción de cera y miel de abejas. El Rey, terrible con los soldados esclavistas, en su reino era el padre conciliador que resolvía los conflictos internos, ayudando hasta a distribuir las escasas mujeres entre el sinnúmero de hombres.
Biohó fue ahorcado en la plaza pública de Cartagena de Indias el 16 de marzo de 1621, por orden del gobernador García Girón, quien lo describió como un negro belicoso y valiente, que con "sus embustes y encantos se llevaba tras de sí a todas las naciones de Guinea que había en esta ciudad".
El escritor con seudónimo “Dr. Arcos”, narra una leyenda que conjuga esta odisea bélica con una traición por amor. Dice que tras el secuestro del rey africano Benkos Biohó, con su esposa Wiwa y sus hijos, el príncipe Sando y la princesa Orika de 18 años, su primer amo blanco es Don Alonso de Campos en Cartagena. Orika se enamora locamente de su hijo Francisco, “pacificador de indios”, “sus ojos languidecieron de amor, sus labios se tornaron tristes...”.
La resistencia armada cimarrona se atrinchera tras palizadas con arcabuces y flechas, el Rey reparte tierras entre los insurrectos y vence en varios combates a los españoles. En uno de ellos es herido Francisco de Campos y apresado. La reina Wiwa y su hija, suplican a Biohó que las deje atenderlo. Crecida la pasión, una noche la muchacha musita a Don Francisco de Campos: "Amo mío, eres libre", y él contesta: "No puedo creerlo, primero está el odio de tu padre a nuestra raza... Benkos-Biohó no te perdonaría jamás". Los guerreros cimarrones dan alcance a los amantes fugitivos; Francisco, herido de un tiro, muere en los brazos de Orika bajo un árbol frondoso. Sometida la princesa al ritual de la verdad, el brujo le dice: "Bebe la poción divina", el efecto del brebaje de habas de calabar dirá si Orika es culpable o no de traición, en medio de tambores, cantos y danzas. La joven heredera expira mientras la asamblea grita: "¡Culpada!, ¡culpada!".
La profesora Moraima Simarra, cantante e instructora de coreografía en Palenque, expresa: "Aquí a todo le ponemos música: si estamos pilando, se hace música; cuando se está trabajando en el campo, se hace música...”. Y el antropólogo Jesús Natividad Pérez, anota que los funerales “ayudan a los muertos a irse y a los vivos a consolarse”. "Las alegres ambulancias", grupo musical de viejecitas, recrea a las plañideras en los funerales.
Por eso, San Basilio de Palenque es más que el recuerdo de una liberación frustrada, un ecosistema cultural vivo que nutre a diario su memoria histórica con un caudal de aires musicales que reviven la epopeya afrocolombiana: mapalé, danza frenética que celebra la libertad; bullerengue, danza cadenciosa que expresa el tránsito de la vida a la muerte; lumbalú, Púyala, Son Palenquero, Chalusonga, Champeta, y otros aires; danzas como Entrompao, Paraíto, Paseo o Encloche a lo Palenquero. El Festival de Tambores y Expresiones Culturales valoriza y difunde estos activos.
La lengua palenquera, fusión de elementos lingûísticos europeos y africanos del grupo Bantú, que en principio permitió entenderse a cimarrones africanos y criollos que hablaban lenguas distintas, hoy es rasgo de identidad. Lo mágico-religioso es un vínculo con la cultura ancestral y con los dioses africanos. La medicina tradicional de Palenque conjuga lo somático y lo espiritual en la afección del cuerpo, usando plantas como verbena, toronjil, matarratón, yerbabuena, escobilla, orégano, cascarilla, la capitana, anamú, eucalipto, achiote, guanábana, almendra, tabaco, árnica, etc., y un complejo ritual
 
¿Kómo ce dise?
Perdonen la “vaceada”
Hablar bien implica, entre otras cosas, tener un manejo correcto de los verbos. Entre los terribles barbarismos de uso cotidiano, están los verbos vaciar, negociar y templar, todos regulares; los irregulares son los malos hablantes. Empiezo con vaciar: ¿Oyeron bien? VACIAR, no se dice “vacear”. Así pues, que se acabó ese bárbaro “yo vaceo el agua, vacéeme el chocolate en la taza”. El problema es que hay dos corrientes equivocadas, a propósito de vaciar: una inculta, los que dicen vaceo, vamos a vacear, y otra supuestamente culta, los que dicen yo “vacio”. Pues ambas son incorrectas, no es “vaceo” ni tampoco “vacio”: se dice YO VACÍO, TU VACÍAS, con tilde en la í, formando un hiato, no un diptongo; sí, por raro que les suene. Porque el verbo vaciar se conjuga como enviar, y nadie dice “enveo”, ni tampoco “envio”, sino envío.
Tampoco se dice yo “negoceo”, sino “yo negocio”, porque el verbo negociar se conjuga como “anunciar” y nadie dice yo “anunceo”. Y el verbo templar es completamente regular: así que no más yo “tiemplo” el lazo, “tiémplele” la rienda al caballo. Nada: yo templo, tu templas, templé, templaremos, etc. Y perdonen la “vaceada”.
 



Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved