MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 46   JULIO DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“ABORTO”,
su sola mención ya inspira batallas en contra y a favor

Omaira Arbeláez Echeverri, Periodista Medellín

Mencionar la palabra "aborto" en Colombia es levantar un polvorín, aunque se produzcan 400.000 al año según los últimos estudios de Profamilia. Sin embargo, la vivencia de la sexualidad, las relaciones de pareja y la conformación de las familias, han sufrido una revolución interior que ajena a todos los preceptos legales, morales, éticos o religiosos, es real y hay que mirarla de frente. La edad en la primera relación sexual puede estar entre los once y los trece años; las parejas ahora no sólo son heterosexuales sino abiertamente homosexuales o bisexuales; la bigamia es legal y el núcleo familiar puede tener un origen tan diverso de parentesco como los seres que lo conforman, dando paso a la popular frase: "tus hijos, mis hijos y nuestros hijos", con lazos que van desde la unión libre, el matrimonio y "las parejas abiertas", hasta los independientes con su propio espacio, los compañeros "permanentes" de sólo "fines de semana o vacaciones" y los "amigovios".
En un país donde conviven tantos matices de relaciones, la segunda causa de muerte femenina es el aborto, 17% según el Ministerio de Salud, pero aún se levantan polvaredas cuando alguien se atreve a plantear la necesidad de analizar esta problemática de la salud pública en un marco legal que no afecte las creencias religiosas, éticas y el libre desarrollo de la personalidad. Recientemente, el blanco de las críticas fue el defensor del Pueblo, Eduardo Cifuentes Muñoz, quien el pasado 4 de junio, en un foro sobre sexualidad adolescente, abiertamente expresó la necesidad de contar con una legislación que permitiera a las mujeres acceder a un aborto seguro en caso de violación, riesgo de muerte para la madre, enfermedades congénitas, "embarazo no deseado" o que pusiera "en serios problemas económicos y sociales a la persona".
El tema ni siquiera hoy es un proyecto de Ley, sólo una posibilidad que se vislumbra, pero el Defensor considera que se debe promover porque estos análisis son parte de sus funciones en un país democrático donde hay libertad de cultos y conciencia y la Constitución garantiza el libre desarrollo de la personalidad. Como la idea provenía de un importante personaje de la vida nacional, era de suponerse que no pasaría inadvertida. La protesta más vehemente la hizo como siempre la Iglesia Católica, que fue una de las primeras en saltar a la palestra para decir en voz de monseñor Pedro Rubiano Sáenz, cardenal primado de Colombia, que "legalizar el aborto sería tanto como legalizar el secuestro, la extorsión y el asesinato" y por ello reiteró que "por encima de todo estaba el derecho a la vida".
Los 600 grupos feministas que se organizaron como una red desde 1990 para luchar por la despenalización del aborto en América Latina, tampoco se callaron y aprovecharon la coyuntura para manifestar en la revista Cambio, mediante la Confluencia de Redes de Mujeres de Colombia, su defensa "del derecho de las mujeres a no morir por cuenta de un aborto inseguro" y a reiterar la necesidad de "reducir las tasas con mejores servicios de planificación y educación sexual".
El ex presidente de la Corte Constitucional, el jurista Carlos Gaviria Díaz, acogió la propuesta del Defensor del Pueblo y anunció que propiciará en el Congreso un debate para despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo a partir de la próxima Legislatura, este 20 de julio, cuando asume su cargo como senador de la República.
En estas circunstancias, la palabra "aborto" también ha tenido que "salir del clóset", para confrontarse con una sociedad en la cual el sólo nombrarla levanta los demonios internos en los debates más encarnizados cuando se confrontan en una lucha ideológica, legal, estadística, moral y teológica, los problemas de salud, libertad, conciencia y ética individual, que tienen raíces en los principios constitucionales que sustentan el Estado de Derecho, mientras la realidad camina clandestina dejando paso a paso entre 350.000 y 500.000 abortos, según estudios de la OMS, con las secuelas físicas y mentales previstas.
Aunque el Defensor del Pueblo se mantuvo en que "la prohibición de abortar es un principio religioso que no debe imponerse a toda la colectividad" y en que no se trataba de "contrariar a la Iglesia sino de generar opciones e invitar al uso de la libertad de conciencia" porque a su juicio "la mujer es un ente moral libre", lo cierto es que el momento no era el más apropiado para la Iglesia que acaba de perder una importante batalla política y legal en Suiza, donde a pesar de tener una mayoría católica, el voto popular por la despenalización de aborto obtuvo una contundente aprobación con el 80% de los sufragios. En este país europeo se producen 12.000 abortos anuales, aunque sólo estaban autorizados cuando peligraba la vida de la madre.
Algo parecido se vivió precisamente hace un año, en enero del 2001, cuando se aprobó la venta de "la píldora del día después", que se consideró un abortivo y levantó gran polémica en Colombia; luego, en junio, cuando la Corte Constitucional declaró exequible el parágrafo del artículo 124 del Código de Procedimiento Penal, Ley 599 de 2000, en el cual se otorga potestad al juez para abstenerse de proferir condenas en casos de abortos por circunstancias extraordinarias como acceso carnal violento, acto sexual abusivo o sin consentimiento e inseminación artificial o transferencia del óvulo fecundado no consentido por la mujer.
A partir del 24 de julio del 2001 empezó a regir esta ley que no significó la despenalización del aborto en Colombia, sino un poder al juez para eximir de la pena por aborto (uno a tres años) a las víctimas de violación e inseminación tras el respectivo análisis de los casos. Hasta la fecha no se conoce de ninguno reportado por inseminación artificial, mas si se tiene información oficial por estudios del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de 67.000 agresiones sexuales por año, desconociéndose el número de las no reportadas y de cuántas de ellas pueden desencadenar un embarazo indeseado. En el 80% de los casos, las víctimas son mujeres y menores de 14 años y es muy factible que de ellas provengan los 300 fetos muertos y abandonados que ha recogido este año la Fiscalía en diferentes ciudades del país.
En Bogotá, dos años atrás, es decir, el 7 de junio de 2000, una mujer fue condenada por primera vez en Colombia a un año de prisión por haberse practicado un aborto. Para este mes de junio de 2002, la Fiscalía General de la Nación adelanta 535 investigaciones en todo el país por abortos provocados, observándose una curiosa mayor incidencia de casos en Cali, Bogotá y Barranquilla. En el mundo se producen 53 millones de abortos al año, de ellos cuatro millones se causan en América Latina y 2.8 millones en sólo cinco países: Brasil, Colombia, México, Perú y República Dominicana. Además, cerca de un 30% de las camas de los servicios de ginecología y obstetricia en toda Sudamérica están dedicadas a atender las secuelas de los abortos incompletos, según datos de la ONU y la OMS. Los colectivos organizados de mujeres que operan en el país, afirman que Colombia pertenece al 0.4% de la población mundial en donde está totalmente penalizado el aborto, aunque es la segunda causa de mortalidad materna, con el agravante de que el 26.5% de las menores de 20 años ya ha tenido un embarazo y de éstas el 44.6% se ha practicado un aborto, mientras un 50% de ellas lo han hecho en el segundo trimestre, cuando el procedimiento es más riesgoso para la madre.
Con razón, por esos días, en la revista Actualidad Colombia, la sicóloga francesa Florence Thomas decía: "En un país que de 100 embarazos hay 50 no deseados y 25 acaban en aborto, es muy importante repensar, conocer, divulgar y socializar lo que significan los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, que hoy día hacen parte de los derechos humanos”.

 

 



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