MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 57   JUNIO DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Salomón Hakim, navegante
asiduo del cerebro

Carmen Elisa Chaves Soto Periodista elpulso@elhospital.org.co

Hakim en árabe significa sabio, médico, gobernador y es también el nombre de una de las columnas del antiguo Templo de Salomón. Por eso, que uno de los más importantes científicos colombianos se llame Salomón Hakim es, además de una redundancia, una consecuencia lógica.
Portador de la ciencia en sangre, nombre y formación, Salomón Hakim es uno de los pocos seres humanos que ha logrado encontrarle sentido a cada una de las experiencias de su vida. Con cada una de ellas se preparaba, con prisa y precisión, para ser neurofisiólogo, descubrir la hidrocefalia de presión normal e inventar la válvula que la controla y lleva su nombre.
Nació en Barranquilla pocos años después de que sus padres libaneses llegaran a esa ciudad huyendo de la guerra. Luego remontaron las aguas del río Magdalena para vivir en Girardot y posteriormente en Ibagué. Fue en la ciudad musical de Colombia donde Salomón conoció y aprendió a disfrutar de una pasión que le brinda grandes momentos diarios. Escuchar a Beethoven o a Bach es uno de sus más placenteros hábitos cotidianos, pero además de eso interpretarlos en el piano o el órgano, junto a sus bambucos preferidos, es también otra forma de encontrar respuestas en la estructura perfecta de la música.
Porque aunque la vida y obra de Salomón Hakim Dow estén completamente impregnadas de una suerte de mágica convergencia de nombres, herencias, y saberes aprendidos, la verdad es que no es más que el fiel reflejo de una sus frases. ``Toda esta organización planetaria no puede ser obra del caos sino de una persona que lo hizo todo. Que es principio y fin de las cosas''. Y es ese plan perfecto el que ha ordenado que además de Hakim, sabio y columna, sea Salomón, nieto de fenicios, alumno del Conservatorio de Ibagué, curioso armador de radios y laboratorios, estudiante de medicina, descubridor del Síndrome de Hakim e inventor de la válvula a la que dio nombre.
Preguntario
Sus hijos y amigos lo confirman. Algunos lo llaman inteligencia, otros pasión, la denominación también pasa por curiosidad insaciable, disciplina, persistencia, mente creadora, recursos, en fin, decenas de interpretaciones de esa conjugación misteriosa pero sencilla, cual pócima mágica, para que un ser humano nacido en Colombia dedique su vida a la investigación y no se frustre en el intento.
Para su colega y amigo, el neurólogo Juan Mendoza Vega, presidente de la Academia Nacional de Medicina, la respuesta tiene que ver con la curiosidad y la inventiva. “Yo creo que él ha sido siempre una persona muy interesada en la investigación, es un hombre de una curiosidad infatigable y eso se refleja en sus hijos, en sus parientes en general porque ellos todos son personas muy inclinadas a la investigación. El doctor Hakim es muy ingenioso; cuando tuvo que demostrar uno de sus hallazgos se inventó la manera de hacerlo, una manera totalmente nueva, diferente a lo que uno se habría imaginado. Fue dada por esa inventiva, por esa capacidad e ingenio. Entonces esa es una de las cosas que probablemente más se destaque en él, la permanente curiosidad, el permanente interés por investigar y la capacidad de invención y de idear cosas nuevas.”
Esa capacidad que heredó de sus antepasados y que su padre se encargó de pulir en la cotidianidad, ayudado por algunos maestros cómplices del colegio San Bartolomé. El experimento sencillo, el laboratorio de física, la plata del mes invertida en tubos para la elaboración de radios o la compra de reactivos, la cáscara de naranja que produce fuego frente al niño atónito, en fin, física, química y electrónica que años después se sincronizaron en los estudios de neurología. Porque el cerebro es la máquina perfecta, con millones de conexiones que producen pensamiento, movimiento, memoria, sonatas y hasta locura.
Y como en Salomón Hakim todo es convergencia, ha logrado reunir a casi toda la familia en torno de un proyecto común. Carlos el mayor, es ingeniero biomédico y trabaja permanentemente con su padre, incluso ha sido el responsable de especializar cada día más la válvula de Hakim. Fernando el segundo es también neurocirujano de la Fundación Santa Fe y el menor trabaja en la misma área en Estados Unidos, pero dirigido a la pediatría. “El cartel de la neurocirugía”, ha sido llamado algunas veces con afecto y humor.
Hace diez años cuando la Fundación para el Avance de la Ciencia le otorgó el premio al Mérito Científico, el investigador, tal vez en ese arraigo con algo de nostalgia de quienes se saben herencia de otras latitudes, dio las gracias a Colombia de la mejor manera, ofreciendo sus reflexiones sobre la educación para el desarrollo y la ciencia.
Para él la respuesta está en entender la educación en el cultivo de la habilidad para pensar. Palabras más o menos, Hakim cree que el estudiante no necesita ser hábil y profundo en una parte oscura de la física y la química, sino entender el método científico. “Tampoco necesita una actitud pedante en las humanidades, sino un sentido de familiaridad o afiliación con lo mejor que se ha dicho, hecho, escrito o compuesto y pintado en el incesante esfuerzo del hombre para entender y justificarse a sí mismo.”
Ese es Salomón Hakim, el mismo que siendo apenas estudiante de medicina y con un violín en el hombro, navegando el río Magdalena, se topó con Gabriel García Márquez. Ambos iban hacia Bogotá a seguir acumulando saberes y experiencias que les permitirían construir la columna grande y fuerte que es su obra. Gabo relata en sus memorias como este ser callado y musical lo impactó y como años después lo reconoció en París cuando ya ambos cosechaban premios internacionales. Este es Hakim, el investigador que asegura que Ravel sufrió el Síndrome que lleva su nombre y un hombre que con seguridad hubiera sido tan buen músico como investigador, pues en él confluyen inteligencia, curiosidad, sensibilidad y pasión.

Del cómo al por qué
Según Juan Mendoza Vega, “La gran contribución de Hakim a la ciencia es el estudio de las dinámicas de líquidos cefalorraquídeos, es decir cómo se producen, cómo circulan y cómo se absorben, y por consiguiente por qué se producen las hidrocefalias. Esa es una contribución fundamental que ha permitido atender de una manera mucho más lógica las diversas clases de hidrocefalias que existen. Además, para eso mismo él inventó una válvula y la ha perfeccionado hasta el punto de tener en este momento una modernísima que se maneja con una especie de microcomputador desde afuera y que permite ajustarla a las necesidades de la persona a medida que van cambiando.”
En realidad todo empezó hace varios años cuando recibió el caso de un joven cuyos ventrículos cerebrales habían aumentado de tamaño luego de un accidente. Para diagnosticar la enfermedad, Salomón Hakim midió la presión del líquido cerebral y descubrió sorprendido que era normal. Aplicó sus conocimientos de física y la sencilla respuesta fue que a mayor área mayor fuerza. Los médicos medían la presión sin tomar en cuenta el área. La afirmación básica entonces fue: "Una presión normal para un ventrículo de tamaño normal deja de ser normal para un ventrículo de gran tamaño". Afirmación que comprobó cuando luego de extraído el líquido el muchacho mejoró pero empeoró a los pocos días.
La pregunta estaba ahora en como estabilizar la presión en el líquido cefalorraquídeo. Con sus manos y acudiendo a su capacidad inventiva, Hakim creó una válvula que sirve para controlar los niveles de compresión en los ventrículos cerebrales. Esa pequeña máquina ha sido desarrollada hasta tal punto que hoy es un prodigio electrónico que puede ser programada por control remoto e incluso programar cambios de presión según las necesidades del paciente.
Hoy Salomón Hakim está dedicado a encontrar la respuesta mayor: ¿Cuál es la causa de la hidrocefalia? Y para ello quiere cambiar incluso la forma de preguntar, ya no se trata de indagar sobre qué la produce y descartar varias de las hipótesis que existen, sino averiguar cuál es el mecanismo que permite mantener los ventrículos cerebrales de tamaño normal.
 



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