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Salomón
Hakim, navegante
asiduo del cerebro
Carmen
Elisa Chaves Soto Periodista elpulso@elhospital.org.co
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Hakim en árabe significa sabio, médico, gobernador
y es también el nombre de una de las columnas del
antiguo Templo de Salomón. Por eso, que uno de los
más importantes científicos colombianos se
llame Salomón Hakim es, además de una redundancia,
una consecuencia lógica.
Portador de la ciencia en sangre, nombre y formación,
Salomón Hakim es uno de los pocos seres humanos que
ha logrado encontrarle sentido a cada una de las experiencias
de su vida. Con cada una de ellas se preparaba, con prisa
y precisión, para ser neurofisiólogo, descubrir
la hidrocefalia de presión normal e inventar la válvula
que la controla y lleva su nombre.
Nació en Barranquilla pocos años después
de que sus padres libaneses llegaran a esa ciudad huyendo
de la guerra. Luego remontaron las aguas del río
Magdalena para vivir en Girardot y posteriormente en Ibagué.
Fue en la ciudad musical de Colombia donde Salomón
conoció y aprendió a disfrutar de una pasión
que le brinda grandes momentos diarios. Escuchar a Beethoven
o a Bach es uno de sus más placenteros hábitos
cotidianos, pero además de eso interpretarlos en
el piano o el órgano, junto a sus bambucos preferidos,
es también otra forma de encontrar respuestas en
la estructura perfecta de la música.
Porque aunque la vida y obra de Salomón Hakim Dow
estén completamente impregnadas de una suerte de
mágica convergencia de nombres, herencias, y saberes
aprendidos, la verdad es que no es más que el fiel
reflejo de una sus frases. ``Toda esta organización
planetaria no puede ser obra del caos sino de una persona
que lo hizo todo. Que es principio y fin de las cosas''.
Y es ese plan perfecto el que ha ordenado que además
de Hakim, sabio y columna, sea Salomón, nieto de
fenicios, alumno del Conservatorio de Ibagué, curioso
armador de radios y laboratorios, estudiante de medicina,
descubridor del Síndrome de Hakim e inventor de la
válvula a la que dio nombre.
Preguntario
Sus hijos y amigos lo confirman. Algunos lo llaman inteligencia,
otros pasión, la denominación también
pasa por curiosidad insaciable, disciplina, persistencia,
mente creadora, recursos, en fin, decenas de interpretaciones
de esa conjugación misteriosa pero sencilla, cual
pócima mágica, para que un ser humano nacido
en Colombia dedique su vida a la investigación y
no se frustre en el intento.
Para su colega y amigo, el neurólogo Juan Mendoza
Vega, presidente de la Academia Nacional de Medicina, la
respuesta tiene que ver con la curiosidad y la inventiva.
Yo creo que él ha sido siempre una persona
muy interesada en la investigación, es un hombre
de una curiosidad infatigable y eso se refleja en sus hijos,
en sus parientes en general porque ellos todos son personas
muy inclinadas a la investigación. El doctor Hakim
es muy ingenioso; cuando tuvo que demostrar uno de sus hallazgos
se inventó la manera de hacerlo, una manera totalmente
nueva, diferente a lo que uno se habría imaginado.
Fue dada por esa inventiva, por esa capacidad e ingenio.
Entonces esa es una de las cosas que probablemente más
se destaque en él, la permanente curiosidad, el permanente
interés por investigar y la capacidad de invención
y de idear cosas nuevas.
Esa capacidad que heredó de sus antepasados y que
su padre se encargó de pulir en la cotidianidad,
ayudado por algunos maestros cómplices del colegio
San Bartolomé. El experimento sencillo, el laboratorio
de física, la plata del mes invertida en tubos para
la elaboración de radios o la compra de reactivos,
la cáscara de naranja que produce fuego frente al
niño atónito, en fin, física, química
y electrónica que años después se sincronizaron
en los estudios de neurología. Porque el cerebro
es la máquina perfecta, con millones de conexiones
que producen pensamiento, movimiento, memoria, sonatas y
hasta locura.
Y como en Salomón Hakim todo es convergencia, ha
logrado reunir a casi toda la familia en torno de un proyecto
común. Carlos el mayor, es ingeniero biomédico
y trabaja permanentemente con su padre, incluso ha sido
el responsable de especializar cada día más
la válvula de Hakim. Fernando el segundo es también
neurocirujano de la Fundación Santa Fe y el menor
trabaja en la misma área en Estados Unidos, pero
dirigido a la pediatría. El cartel de la neurocirugía,
ha sido llamado algunas veces con afecto y humor.
Hace diez años cuando la Fundación para el
Avance de la Ciencia le otorgó el premio al Mérito
Científico, el investigador, tal vez en ese arraigo
con algo de nostalgia de quienes se saben herencia de otras
latitudes, dio las gracias a Colombia de la mejor manera,
ofreciendo sus reflexiones sobre la educación para
el desarrollo y la ciencia.
Para él la respuesta está en entender la educación
en el cultivo de la habilidad para pensar. Palabras más
o menos, Hakim cree que el estudiante no necesita ser hábil
y profundo en una parte oscura de la física y la
química, sino entender el método científico.
Tampoco necesita una actitud pedante en las humanidades,
sino un sentido de familiaridad o afiliación con
lo mejor que se ha dicho, hecho, escrito o compuesto y pintado
en el incesante esfuerzo del hombre para entender y justificarse
a sí mismo.
Ese es Salomón Hakim, el mismo que siendo apenas
estudiante de medicina y con un violín en el hombro,
navegando el río Magdalena, se topó con Gabriel
García Márquez. Ambos iban hacia Bogotá
a seguir acumulando saberes y experiencias que les permitirían
construir la columna grande y fuerte que es su obra. Gabo
relata en sus memorias como este ser callado y musical lo
impactó y como años después lo reconoció
en París cuando ya ambos cosechaban premios internacionales.
Este es Hakim, el investigador que asegura que Ravel sufrió
el Síndrome que lleva su nombre y un hombre que con
seguridad hubiera sido tan buen músico como investigador,
pues en él confluyen inteligencia, curiosidad, sensibilidad
y pasión.
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Del cómo al por
qué
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Según
Juan Mendoza Vega, La gran contribución de Hakim
a la ciencia es el estudio de las dinámicas de líquidos
cefalorraquídeos, es decir cómo se producen, cómo
circulan y cómo se absorben, y por consiguiente por qué
se producen las hidrocefalias. Esa es una contribución
fundamental que ha permitido atender de una manera mucho más
lógica las diversas clases de hidrocefalias que existen.
Además, para eso mismo él inventó una válvula
y la ha perfeccionado hasta el punto de tener en este momento
una modernísima que se maneja con una especie de microcomputador
desde afuera y que permite ajustarla a las necesidades de la
persona a medida que van cambiando.
En realidad todo empezó hace varios años cuando
recibió el caso de un joven cuyos ventrículos
cerebrales habían aumentado de tamaño luego de
un accidente. Para diagnosticar la enfermedad, Salomón
Hakim midió la presión del líquido cerebral
y descubrió sorprendido que era normal. Aplicó
sus conocimientos de física y la sencilla respuesta fue
que a mayor área mayor fuerza. Los médicos medían
la presión sin tomar en cuenta el área. La afirmación
básica entonces fue: "Una presión normal
para un ventrículo de tamaño normal deja de ser
normal para un ventrículo de gran tamaño".
Afirmación que comprobó cuando luego de extraído
el líquido el muchacho mejoró pero empeoró
a los pocos días.
La pregunta estaba ahora en como estabilizar la presión
en el líquido cefalorraquídeo. Con sus manos y
acudiendo a su capacidad inventiva, Hakim creó una válvula
que sirve para controlar los niveles de compresión en
los ventrículos cerebrales. Esa pequeña máquina
ha sido desarrollada hasta tal punto que hoy es un prodigio
electrónico que puede ser programada por control remoto
e incluso programar cambios de presión según las
necesidades del paciente.
Hoy Salomón Hakim está dedicado a encontrar la
respuesta mayor: ¿Cuál es la causa de la hidrocefalia?
Y para ello quiere cambiar incluso la forma de preguntar, ya
no se trata de indagar sobre qué la produce y descartar
varias de las hipótesis que existen, sino averiguar cuál
es el mecanismo que permite mantener los ventrículos
cerebrales de tamaño normal. |

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