MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 85    OCTUBRE DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Centros de excelencia:
estrategia ganadora

para exportar servicios de salud
Ramón Abel Castaño Yepes MD, MS - Facultad de Economía, Universidad del Rosario - elpulso@elhospital.org.co
El tema de exportación de servicios de salud siempre es atractivo para los prestadores y profesionales de la salud. La expectativa de atraer pacientes del exterior (lo que se conoce como exportación de servicios modo II) que pagan servicios en dólares o euros, sin muchas trabas en cuanto a la presencia de terceros pagadores, es realmente atractiva en medio de las presiones domésticas propias del sistema de salud.
Pero lanzarse a exportar servicios en el modo II, o sea, trayendo pacientes del exterior, es mucho más
simple que montar una estrategia de comercialización como la de Salud Capital, Salud sin Fronteras, o el Valle de la Salud.
Estas estrategias de comercialización de servicios, conocidas como “Turismo médico”, no generan efectos de largo plazo porque son fácilmente imitadas por países o ciudades competidoras, tal como está sucediendo efectivamente en Latinoamérica y el Caribe. Más aún, las cifras que muestra el periódico Signo Vital (edición de mayo-julio de 2005, página 4) sobre la experiencia de Medellín, quizá simplemente reflejen el hecho de que ahora se están registrando atenciones a pacientes del exterior que antes no eran registrados como tales, o sea que, siendo escépticos, se podría decir que la estrategia de comercialización no ha generado un impacto importante. Además, el monto de la facturación (3,5 millones de dólares), tampoco es una proporción importante del total de servicios facturados domésticamente, como para hablar de éxito en la estrategia comercial. En el caso de Bogotá es aún más limitado el resultado, pues por razones de diversa índole, la estrategia de comercialización no ha resultado efectiva para generar flujos de pacientes desde el exterior.
Calidad y precio
Una cosa cierta en los mercados externos, es que allí no valen gremios ni presiones sobre el legislador para que proteja los intereses de un grupo u otro. En los mercados externos la competencia sí es despiadada: allí sólo cuentan la calidad y el precio. Pero aunque en salud esto sigue siendo una dificultad muy grande para el consumidor individual, en los mercados externos juega un papel mucho más importante el “broker” o persona que agrega valor comparando calidad y precios, o el comprador institucional que opta por alternativas fuera de su país para el tratamiento de sus pacientes. Estos compradores son muy bien informados y no escatimarán esfuerzos en optimizar la relación calidad-precio, buscando aquello que se conoce como “valor por el dinero”.
Y valga la anotación sobre los criterios de calidad: aunque las normas ISO pueden representar alguna ventaja, la verdadera ventaja la dan los indicadores de calidad en resultados clínicos: mortalidad, recidivas, complicaciones, recuperación de la capacidad funcional del paciente. En este campo, las normas ISO son totalmente inocuas, porque su relevancia está en los procesos, y no en los resultados. Por el lado de la acreditación nacional, ésta tampoco resultaría tan diciente para un consumidor norteamericano o europeo, como una acreditación JCAHO u otra acreditación internacional especializada.
Para competir en términos de calidad por resultados, la estrategia de turismo médico no aporta nada, y si logra algún impacto en las ventas, resulta siendo de corta duración, por el efecto de imitación de otros países o ciudades. En cambio, una estrategia que sí resulta ganadora, es la de lograr un nivel muy alto de especialización en un rango muy estrecho de intervenciones o de diagnósticos, de modo que los niveles de calidad y eficiencia sean mucho mayores que los de cualquier generalista.
La estrategia de turismo médico no aporta nada, y si logra algún impacto en las ventas, es de corta duración por la imitación de otros países o ciudades. En cambio, una estrategia ganadora, es la de lograr un nivel muy alto de especialización en un rango muy estrecho de intervenciones o diagnósticos.
Este es el mismo concepto que subyace a la especialización clínica. La diferencia es que como estamos hablando de un mercado internacional, el tamaño del mercado permite una mayor especialización. Ya lo decía Adam Smith hace más de 200 años: “la división del trabajo la determina el tamaño del mercado”. En una ciudad pequeña, un ortopedista especialista en cadera no tendrá suficiente trabajo para su subespecialidad, y le tocará hacer ortopedia general la mayor parte de su tiempo. Pero en una ciudad grande, quizá tenga trabajo suficiente para dedicar el 100% de su tiempo a su subespecialidad. El mismo razonamiento se aplica para un mayor nivel de subespecialización: un cirujano cardiovascular en una ciudad grande tendrá seguramente un volumen alto de casos de cirugía cardíaca, pero si se lanza a un mercado internacional podrá lograr un volumen muy alto de un tipo específico de cirugía que le permita llegar a niveles de excelencia que no tendrá el que hace “de todo un poco”.
Los centros de excelencia
Y entonces, si la estrategia de centros de excelencia es tan seguro camino hacia el éxito exportador, ¿por qué no le apuntan a eso los prestadores? Hay muchas razones, que las expongo ampliamente en el artículo “Centros de Excelencia: calidad, eficiencia y competitividad para la exportación de servicios” (Revista Vía Salud). Pero quiero resaltar aquí brevemente que es necesaria una alianza estratégica con los pagadores, pues ellos están en capacidad de generar los volúmenes requeridos para iniciar el camino hacia un centro de excelencia. Ya Saludcoop, con el apoyo de Johnson & Johnson, lo empezó a hacer con su Centro de cirugía laparoscópica, pues tiene los volúmenes suficientes para generar un aceleramiento de la curva de aprendizaje en estos procedimientos. Este caso es bastante obvio, pues las ganancias en calidad y eficiencia que se logren también beneficiarán a la EPS, por lo cual hay un incentivo claro para apostarle a la estrategia.
Pero en el caso de prestadores que no están integrados verticalmente a la EPS, es necesario buscar mecanismos que garanticen que la creación de un centro de excelencia no va a generar una posición dominante en el prestador, de la que eventualmente pueda abusar en contra del pagador. Muchos prestadores quisieran llegar a esta posición dominante como una estrategia revanchista, pero evidentemente no podrán llegar a ello porque necesitarán del apoyo de los pagadores, y ellos no lo darán si no hay al menos una cierta confianza que permita apostarle a esta estrategia de alta especialización.
Para alejar los temores de los pagadores, que creen que al generar centros de excelencia que puedan llegar a ser monopolios están “criando cuervos que luego les sacarán los ojos”, hay dos argumentos claros: por una parte, algunos prestadores y pagadores han avanzado en construir una visión compartida en el entendido que ambas partes dependen la una de la otra para tener un mejor futuro (y dicho sea de paso, la ausencia de esta visión compartida, entre otros factores, termina propiciando procesos de integración vertical, tan fuertemente resistidos por los prestadores). Esta visión compartida permite saber, por el lado del prestador, en cuál pagador puede confiar, y viceversa, el pagador en cuál prestador puede confiar. Pero aún existiendo el temor del comportamiento oportunista, también es posible buscar relaciones contractuales especializadas que permiten manejar este tipo de riesgos, tales como los joint ventures o las inversiones conjuntas.
Mas aún, en ausencia de estos mecanismos, otra manera de evitar los monopolios es eliminar las barreras geográficas, de modo que en vez de haber, por ejemplo, tres mercados geográficos cada uno con un monopolista, estos tres mercados se conviertan en uno solo en el que hay tres prestadores compitiendo. Esto, obviamente, supone trasladar pacientes, por lo cual no es adecuado para quienes no quieran o no se puedan trasladar, pero sí para aquellos que están dispuestos a trasladarse a otra ciudad para obtener su tratamiento.
Para quienes creen que estos niveles de especialización son utópicos, y que no será posible lograr la cooperación de los pagadores, basta recordarles que los grandes logros en la historia de la humanidad han sido precedidos por grandes dosis de escepticismo, e incluso de oposición abierta por resistencia a cambiar el status quo. Si eso ha pasado con los grandes logros de la humanidad, seguramente pasará con algo tan modesto como los centros de excelencia. Pero la inicial resistencia al cambio será sobrepasada por los pioneros que le mostrarán a los demás que el camino de los centros de excelencia, es una excelente salida a la encrucijada del sistema de salud colombiano.
 

 



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