MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 253 OCTUBRE DEL AÑO 2019 ISNN 0124-4388
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En la edición pasada, hablamos del médico-escritor, Antón Chejov, quien aseguraba, medio en serio y medio en broma, que “la medicina es mi esposa legal, la literatura es sólo mi amante”. No sé cuál sería la figura para Arthur Ignatius Conan Doyle, más conocido simplemente como Conan Doyle, porque ejerció con igual fama y pasión las dos profesiones: la de médico y la de escritor.
Nació, nuestro médico-escritor, el 22 de mayo de 1859, en la ciudad de Edimburgo, Escocia. En su genealogía encontramos que pertenecía a una familia católica irlandesa con raíces de artistas, ilustradores y caricaturistas, como su abuelo John Doyle; sus tíos, Richard, James y Henry Doyle, este último, director de la Galería Nacional de Irlanda. Luego de estudios menores en instituciones de la Compañía de Jesús, en 1876 empezó la carrera de Medicina, en la Universidad de Edimburgo. La estancia en la Facultad, fue definitiva en su vida, no sólo por la formación profesional recibida en medicina; también, porque allí, en 1887, tuvo como su profesor al reconocido médico Joseph Bell, precursor de la medicina forense, y cuyo método analítico influyó a tal punto en el futuro escritor, que inspiró su famoso personaje, Sherlock Holmes, el célebre detective inglés de finales del siglo XIX, que destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles, y que a la postre sería el protagonista de una serie de cuatro novelas y cincuenta y seis relatos de ficción, publicados casi completamente por The Strand Magazine.
En 1881, a sus escasos 22 años, se recibió de médico. En 1885, completó su doctorado sobre el Tabes dorsal, “una degeneración lenta de las neuronas sensoriales, que son aquellas que portan la información de los órganos de los sentidos al sistema nervioso central. Los nervios degenerados están en los cordones dorsales (posteriores) de la médula espinal (la porción más próxima a la espalda del cuerpo). Son los nervios que normalmente trasmiten información que ayuda al mantenimiento de la sensación de posición (propiocepción), vibración y tacto discriminativo”. Por esta época disfrutó de la amistad de James Matthew Barrie, J. M. Barrie (1860-1937), el gran novelista y dramaturgo británico, creador del personaje de Peter Pan, célebre habitante del país de Nunca Jamás, una isla poblada tanto por piratas, como por indios, hadas y sirenas, donde vive numerosas aventuras junto a sus amigos, los niños perdidos.
Recordemos que mientras estudiaba medicina comenzó a escribir historias cortas. La primera que apareció publicada fue El Misterio del valle de Sasassa, en 1879. Este mismo año publicó su primer artículo médico Gelsemium como veneno (Gelsemium, es un género de plantas con flores perteneciente a la familia Gelsemiaceae), en la British Medical Journal. En 1885, contrajo matrimonio con Louise Hawkins, con quien tuvo dos hijos; tras el fallecimiento de su esposa, en 1906, un año más tarde, después de 20 años de amor platónico, se casó con Jean Leckie, con la cual tuvo tres hijos.
En 1891, se mudó a Londres para ejercer de oftalmólogo. En su autobiografía, cuenta que pocos pacientes entraban a su clínica, por entonces, lo que le dio más tiempo para escribir de manera especial sobre las aventuras del personaje que lo haría inmortal, Sherlock Holmes. Al final de sus días, Conan Doyle se quejaba de que sus 56 relatos y las cuatro novelas sobre Sherlock Holmes, opacaron el resto de su trabajo literario, conformada por treinta obras de ficción, tres libros de historia sobre dos guerras, varios títulos de ciencia paranormal, tres de viajes, uno sobre literatura, varias obras de teatro, dos libros de criminología, dos panfletos políticos, tres poemarios, un libro sobre su infancia y un libro autobiográfico.
Su vida fue una pasión continua y ferviente; una declaración pública de amor a cada instante por la medicina y por la literatura al tiempo, a diferencia del gran cuentista ruso Antón Chejov, quien afirmaba, como ya se dijo, que “la medicina es mi esposa legal, la literatura es sólo mi amante”; Conan Doyle jamás declaró a cuál de las dos dedicó más tiempo, más amor y más profesionalismo.
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