Al llegar
a su número 600, la revista Siete Días Médicos
que se edita en Barcelona (España), dedicó su
contenido a analizar el conocimiento cuando es aplicado a las
Ciencias de la Salud, con una serie de conceptos al respecto,
algunos ya conocidos, que comparto desde estas líneas.
El Editor invitado fue el médico catalán Albert
Jovell, Director de la Fundación Biblioteca Josep Laporte
y su trabajo será el eje de este escrito.
Ante todo define el conocimiento como la forma de producción
típica del siglo XXI, equivalente a lo que fueron la
tierra y la fábrica en épocas anteriores; es decir,
es la capacidad intelectual de las personas y de las instituciones
lo que marcará las diferencias a partir de este nuevo
siglo. Considera entonces el ejercicio de la profesión
médica como la generación y aplicación
del conocimiento a la producción de salud, y gestionar
ese conocimiento implica además su almacenamiento, interpretación,
síntesis y finalmente su divulgación, no sólo
entre los mismos profesionales médicos sino entre la
población.
Es necesario incluir a la población, pues ésta
aporta su propia experiencia, no sólo por ser usuaria
de los servicios de salud sino, especialmente, por vivir
una dolencia determinada. Es decir, al conocimiento del médico
se debe agregar el saber del paciente y su familia, al tener
la vivencia directa de una enfermedad. Si vemos así nuestro
ejercicio profesional, las instituciones en las que trabajamos
serían entonces empresas basadas en el aprendizaje de
unos y de otros, médicos y pacientes.
Pero deja claro que la gestión del conocimiento es diferente
de sistemas de información o tecnologías de la
información y la comunicación, herramientas cuya
gran utilidad todos los días confirmamos. Ante esa inmensa
y creciente información en salud, que llega por diferentes
medios, producida en diversos sitios, con diferentes conclusiones
que llevan a diversos enfoques de un mismo problema, la gestión
del conocimiento debe analizar, evaluar, criticar y calificar
esa información publicada. Así, las personas que
toman las decisiones en el área de salud, podrán
elegir las más adecuadas.
De este enfoque nacieron los estudios del epidemiólogo
británico Archie Cochrane en la década de los
70's, que desembocaron en el concepto de Medicina Basada en
la Evidencia. Esto permitió empezar a hablar de eficiencia,
eficacia y efectividad en el campo de la salud, trabajos que
se conocen hoy gracias a la labor de la institución que
lleva su nombre, en particular el Centro Cochrane Iberoamericano,
del que Colombia hace parte.
Pero Jovell nos recuerda que el conocimiento, además
del consabido aspecto intelectual, tiene un aspecto emocional,
que es el motor de lo que este autor denomina Medicina Basada
en la Afectividad. Comienza entonces por recordar los vínculos
de sentimiento-emoción y acción. Echa mano de
los estudios de Daniel Goleman, muy conocidos con el nombre
de Inteligencia Emocional, que incluye los conceptos de auto-conocimiento,
capacidad de auto-gestión, conocimiento social y gestión
de las relaciones con los otros. Los dos primeros se refieren
a la capacidad de sentir y de adecuar las propias emociones
a una dimensión determinada, y los dos últimos
a la capacidad de ponerse en el lugar del otro y mantener con
ese otro las relaciones más satisfactorias.
Este enfoque es muy importante en el ejercicio de la medicina,
si recordamos todo lo que significa sentirse enfermo, pues toda
enfermedad tiene un aspecto emocional que modifica las buenas
relaciones de esa persona consigo misma y con su entorno -familiar,
social o laboral-, y tanto la enfermedad en sí misma
como la conducta de la persona enferma tienen significados psicológicos,
culturales y sociales aprendidos en el medio familiar, cultural,
racial o de género.
Si recordamos que en esta época el paciente es una persona
cada vez más desarraigada, más aislada en las
grandes ciudades, entenderemos por qué a veces recurre
al médico sólo como una válvula de escape,
pues toda dolencia es también un pedido de atención;
por eso al principio no se sabe qué es más importante,
si el acto de quejarse o los motivos que informan de la queja.
Por lo tanto, es necesario que tanto los médicos como
los pacientes hagan un esfuerzo para conocerse mejor mediante
la conversación, en la que el paciente recupera la palabra
y el médico aprende a escuchar.
Y Jovell expresa que el cuidado de esa parte emocional, de estas
necesidades afectivas producidas por la enfermedad, requiere
tanta atención como los cuidados a las alteraciones orgánicas.
Esta Medicina Basada en la Afectividad, esta demostración
de compasión y afecto con las personas enfermas no es
un concepto nuevo: ha sido y tendrá que seguir siendo,
el fundamento de la profesión médica, la preocupación
por ese ser que sufre.
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos hacer la
siguiente reflexión: si en el denominado primer
mundo las preocupaciones por la salud y el afecto, por
la enfermedad y el sufrimiento tienen tanta cabida, despiertan
tanta atención en este momento, cuánto más
deberían serlo en nuestro país, tan adolorido
y necesitado de curar sus heridas. Y el encuentro con el médico
es una muy buena oportunidad.
Más información:
1- Siete Días Médicos, No. 600, Ediciones
Mayo S.A., Barcelona, 25 de junio-1 de julio 2004, www.edicionesmayo.es
2. www.joseplaporte.org
Nota: Esta columna es un aporte del Grupo Nacer, Salud Sexual
y Reproductiva. Línea de investigación Salud,
Cultura y Sociedad. |