MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 79  ABRIL DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

¿Cómo que no has leído el Quijote desde el colegio?
José Xedroc, escritor y salubrista - elpulso@lhospital.org.co
¿Cómo se llama el adminículo que lleva en el cuello Cervantes en sus retratos?: La golilla. Puede parecernos horrible, pero era el último alarido de la moda española en su tiempo. Pero si a un joven de 17 años le ponen a leer onerosamente un libro de dos tomos gruesos cuyo autor tiene ese anacrónico adminículo, y el que lo prescribe es un profesor de literatura todavía más pasado de moda, con semblante aburridor y una forma de ver la literatura soporífera e incongruente con la vivacidad del adolescente...
En fin, uno se explica por qué tantas personas desdeñan la gran obra de la literatura universal hasta bien entrados en años. Pero esa imagen no es cierta. El Quijote, a pesar de algunos de los que lo recomiendan, es majestuoso, y es ante todo un libro para desternillarse de risa. Eso era lo que pretendía Cervantes, que “el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla”.
Origen del Quijote
El Quijote muy posiblemente surgió en el segundo cautiverio de Cervantes, hacia 1592. Del estilo inicial se podría inferir que fue gestada como un relato corto para "poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballería", moda literaria que se había machacado hasta el cansancio. En la versión definitiva del Quijote nació no sólo una voluminosa y consagrada obra, sino la novela como género literario y la estructura básica de toda la narrativa moderna.
Genial eso sí, pero dos cosas se desprenden de la elaboración de la primera parte del Quijote: Un recurrente descuido en la corrección de pruebas, que deja ver gazapos que le ganaron justificadas críticas en su momento, y una búsqueda para ir consolidando sus personajes y situaciones hasta el primer cuarto, donde ya se nota total coherencia. Por otra parte, hay intercaladas varias historias con un valor intrínseco innegable, pero que cualquier lector lúcido puede pasar por alto sin remordimiento para concentrarse bien en el Quijote: Unas insertas en la novela como las de Grisóstomo y Marcela (caps. 12 a 14) y los amores de Cardenio y Luscinda (caps. 12 y ss), y otras que nada tienen que ver como las del Curioso Impertinente (caps. 33 a 35) y la del Cautivo (caps. 39 a 41), muy autobiográfica. Eso sí, al saltárselas hay que pasar las hojas con atención para no perderse ciertos pasajes que son propios del relato.
La segunda parte sí es de lejos mejor: la acción y el diálogo entre Sancho y Don Quijote son sostenidos, y el autor sabe para donde va. Además, los personajes de este tomo conocen el primer libro (fórmula creativa extraordinaria para la época) y le hacen burlas muy divertidas a los protagonistas, como en el caso de los duques. Y también saben de una segunda parte apócrifa (el célebre y nada despreciable Quijote de Avellaneda), cuyo verdadero autor no se conoce con certeza, pero que acosó a Cervantes a terminar la suya para refutarla, por suerte, pues moriría meses después.
El Quijote literario
Léase bien esta reseña de un especialista sobre El Quijote: “El humor vuelve ambiguo lo que toca: es un implícito juicio sobre la realidad y sus valores, una suerte de suspensión provisional, que los hace oscilar entre el ser y el no ser...”. No hay ni que leer más. Si Cervantes hubiera visto esas enrevesadas razones que se hacen sobre su gran obra, seguramente no se lo habría podido creer, o se hubiera reventado de risa. Como cuando a Los Beatles, músicos legos al extremo, les comparaban fragmentos de sus canciones con Debussy, Bach o Mähler, y simplemente replicaron: “no hay nada de eso, son sólo acordes”. ¿Por qué los intelectuales le tienen que sacar tantas chispas al disfrute del arte? Haciendo de la creación un innecesario desgaste erudito, sólo alejan los lectores y los impulsan al facilismo de la cultura basura.
Esto no se aplica, claro está, a los excelentes y fluidos trabajos de un Martín de Riquer (de quien se toman nociones para esta nota) o los que acompañan la edición 'popular' de la Real Academia (en cabeza de Francisco Rico), donde se resaltan aspectos muy didácticos como la relación antagónica entre la fantasía (representada en el Quijote) y la actitud realista de Sancho, así como la progresiva quijotización del escudero y la sanchificación del amo. O sobre el valor lingüístico de la obra en que se retrata el habla culta con tanta maestría como el habla vulgar.
“¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban etas dos palabras de tuyo y mío!”
El Quijote requiere del acompañamiento de las notas a pie. Por un lado, porque hay voces y refranes ya en desuso, aunque releyéndolo en la versión de la Academia se puede sorprender uno de encontrar explicación a muchas expresiones populares tan comunes en el habla colombiana de hoy. Y por otro lado porque, aparte del hecho de que el Quijote se haya vuelto atemporal y universal por su grandeza, a veces sí se necesita de un contexto que nos ayude a comprenderlo. Al fin y al cabo, Cervantes dirigió su obra a los lectores de su tiempo.
Otra cosa es leer a Quevedo, por ejemplo: es plenamente consciente de que escribe para la posteridad. Pero y ni éste, ni Lope, ni muchos otros escritores de su época y las inmediatamente posteriores, sospecharon jamás que el idioma español llegara a ser identificado con Cervantes y el Quijote, hasta el punto que hay algunos que, como el infrascrito, damos gracias a la providencia de que el español sea nuestra lengua madre, aunque sea sólo por poder leer esta formidable creación en su estado natural. La gran obra de la literatura hispana y universal, sin duda alguna, y el libro más traducido y leído después de la Biblia. Así que, feliz mes del idioma, para empezar a releer el Quijote, la cúspide, y celebrar así este tetracentenario con todas las de la ley.
¿Quién era
Miguel de Cervantes?
Apuntes
Cervantes (1547-1616) fue en su juventud un valiente cruzado y hombre de acción. En la batalla de Lepanto contra los turcos, como soldado raso, combatió a pesar de estar dispensado por unas fiebres, y lo hizo con tanto valor y denuedo que su fama llegó a oídos del máximo comandante Juan de Austria. Cervantes sólo tenía entonces 24 años y le quedó la mano izquierda inservible y el apodo de 'manco' que cargaría con orgullo toda su vida, porque su lesión no fue “nacida en una taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes ni esperan ver los venideros”.
En su periplo de regreso pasaría seis años cautivo en Argel, donde renunció a su rescate para liberar a su hermano e intentó en grupo cuatro fugas frustradas de las que se responsabilizaba él solo cada que eran descubiertos para desconcierto de sus captores, que, exasperados, le castigaban con duros encierros y por poco le envían a Constantinopla, de donde sin duda no habría regresado nunca. Todo un ideal caballeresco.
Infortunios
La vida de Cervantes, hombre “más versado en desdichas que en versos” según se define a sí mismo, estuvo llena de adversidades. Vivía con unas hermanas no muy aplacadas que cargaban con el remoquete de 'las cervantas'. Tras un romance con una mujer casada que le dejó una hija, Cervantes tuvo un deslucido matrimonio a los 37 años. Le tocó oficiar de recaudador de impuestos, haciéndose seguramente odioso a los campesinos y menestrales que luego retrataría con tanta naturalidad en sus obras de madurez; y en ese entonces, por un infortunado trámite bancario, caería preso, otra vez, durante unos meses. Buscando huir de su precaria situación económica, pediría entonces licencia para viajar a América (aspirando entre otros al cargo de contador en el Nuevo Reino de Granada o en las galeras de Cartagena de Indias), a lo que recibiría una lacónica respuesta en que se lee “busque por acá en qué se le haga merced”.
Reseña literaria
Cervantes cultivó con decoro varios géneros (novela pastoril, poesía, teatro) y fue también sobresaliente con sus “Novelas ejemplares” y con “Persiles y Segismunda”, viviendo siempre a la sombra de un descollante Lope de Vega, “ese monstruo de la naturaleza” según sus propias palabras, a quien sus maravillados coetáneos le pondrían el mote de 'Fénix de los Ingenios' (y con quien se mantendría en mordiente pugna), mientras nuestro autor se lamentaba: “Yo que tanto me afano y me desvelo/ Tal parece que tengo de poeta/ Las gracias que no quiso darme el cielo”.
Antes como ahora, la mayoría de hombres honorables y grandes escritores no conseguían fortuna. Ni siquiera el éxito del Quijote, publicada la primera parte a sus 58 años (para ese tiempo un anciano) y la segunda diez años después, serviría para sacarlo de la pobreza, aunque sí logró su consagración como escritor, que difícilmente hubiera alcanzado de no haber sido por esta obra.
Hay que destacar, del vigoroso sentido del humor del Quijote, el valor humano de su autor, hombre que, con todas las que había pasado, bien podría haber dedicado su vejez a la amargura y a la pesadumbre, y en vez de eso nos dio de qué reír a tantos.
 
Ocioso lector
Martín de Riquer: el gran quijotólogo
El nonagenario catalán Martín de Riquer (n. Barcelona, 1914), es extenso de definir en títulos: Conde de Casa Dávalos, catedrático de literaturas románicas, escritor humanista y crítico literario, especializado en estudios medievales. Ha sido senador por designación real en 1977, presidente de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona desde 1963 a 1996, miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1965 y miembro de la Academia de Historia. Entre sus distinciones están el Premio Internacional Menéndez y Pelayo en 1990, el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1997, y el Premio Nacional de las Letras en el año 2000.
Pero leer a Riquer, con la ampulosidad que presumiríamos de semejante currículum, resulta sorprendente: Entretenido, ameno, apasionado... Fácil y muy constructivo. En una de sus entrevistas responde acerca de su labor de más de 60 años “Yo me lo he pasado pipa. A mí lo que me gusta es la literatura”. Sí, 'pipa', no es lo que uno se esperaría de un hombre tan culto.
Es un fanático del Quijote, y es editor de la que tal vez haya sido la mejor reproducción reciente de este clásico, por allá en los sesentas, con el sello de Planeta. Más recientemente, a propósito del cuarto centenario, tiene dos publicaciones en el año 2005, una de ellas con ilustraciones de Dalí. Además, es tal vez el más citado comentarista en la edición de la Real Academia.
Sus libros sobre el Quijote son inevitables. Hay uno tradicional, popular, que se puede encontrar en la biblioteca de cualquier pariente o amigo: “Aproximación al Quijote” (1970), de Salvat. Y otro del año pasado: “Para leer a Cervantes” (para conseguirlo sí hay que rascarse el bolsillo), donde se recopilan artículos y estudios suyos y dirigido “a un lector culto, pero no especializado en estudios literarios -un médico, un abogado-, que quiera leer El Quijote. Este lector necesita una preparación previa”, según sus propias palabras.
De sus consejos para leer al Quijote se rescatan dos: No es para niños, “porque lo aborrecerán para toda su vida (...) los 17 años son una buena edad [para la primera vez]”. Y debe leerse al menos un libro de caballería, para hacer un referente a la parodia. Mi recomendación personal, el “Amadís de Gaula” o “Tirant lo Blanch”, aunque sólo sean fragmentos escogidos.

No alcanzaría todo este periódico para simplemente reseñar los eventos que se han programado en todo el orbe a propósito de los 400 años de la publicación de la primera edición de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha”. Conformémonos con unos brevísimos apuntes, recordando que durante todo el año se hará en esta página cultural una reseña acerca de la gran obra.

Más de 2.000 exposiciones de pintura, grabados, ilustraciones, ediciones en unos 50 idiomas, congresos, debates, conciertos, obras de teatro, de títeres, ciclos audiovisuales y concursos tendrán lugar en todos los continentes, especialmente en sitios de España, Europa y América Latina. Y eso sin dejar de advertir que no son pocos los intelectuales que se oponen a tanta conmemoración, no sin buenas razones.

El Campo de Montiel, señalado por expertos como aquel “lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme"; el Campo de Criptana, donde el hidalgo lucharía contra los molinos de viento que veía cual gigantes, o El Toboso, de donde era oriunda su bella amada Dulcinea, en realidad la labradora Aldonza Lorenzo, forman ahora parte de una ruta ecoturística y cultural de 2.500 km. que atraviesa antiguos caminos, cañadas reales, vías pecuarias y riberas fluviales, y que será abierta al turismo: La "Ruta de Don Quijote" ofrece 4.000 señales, unos 200 paneles cartográficos y más de 200 paneles interpretativos. ¿Quién pudiera?



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