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¿Cómo
se llama el adminículo que lleva en el cuello Cervantes
en sus retratos?: La golilla. Puede parecernos horrible, pero
era el último alarido de la moda española en
su tiempo. Pero si a un joven de 17 años le ponen a
leer onerosamente un libro de dos tomos gruesos cuyo autor
tiene ese anacrónico adminículo, y el que lo
prescribe es un profesor de literatura todavía más
pasado de moda, con semblante aburridor y una forma de ver
la literatura soporífera e incongruente con la vivacidad
del adolescente...

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En fin, uno se explica
por qué tantas personas desdeñan la gran obra
de la literatura universal hasta bien entrados en años.
Pero esa imagen no es cierta. El Quijote, a pesar de algunos
de los que lo recomiendan, es majestuoso, y es ante todo un
libro para desternillarse de risa. Eso era lo que pretendía
Cervantes, que el melancólico se mueva a risa,
el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el
discreto se admire de la invención, el grave no la
desprecie, ni el prudente deje de alabarla.
Origen del Quijote
El Quijote muy posiblemente surgió en el segundo cautiverio
de Cervantes, hacia 1592. Del estilo inicial se podría
inferir que fue gestada como un relato corto para "poner
en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas
historias de los libros de caballería", moda literaria
que se había machacado hasta el cansancio. En la versión
definitiva del Quijote nació no sólo una voluminosa
y consagrada obra, sino la novela como género literario
y la estructura básica de toda la narrativa moderna.
Genial eso sí, pero dos cosas se desprenden de la elaboración
de la primera parte del Quijote: Un recurrente descuido en
la corrección de pruebas, que deja ver gazapos que
le ganaron justificadas críticas en su momento, y una
búsqueda para ir consolidando sus personajes y situaciones
hasta el primer cuarto, donde ya se nota total coherencia.
Por otra parte, hay intercaladas varias historias con un valor
intrínseco innegable, pero que cualquier lector lúcido
puede pasar por alto sin remordimiento para concentrarse bien
en el Quijote: Unas insertas en la novela como las de Grisóstomo
y Marcela (caps. 12 a 14) y los amores de Cardenio y Luscinda
(caps. 12 y ss), y otras que nada tienen que ver como las
del Curioso Impertinente (caps. 33 a 35) y la del Cautivo
(caps. 39 a 41), muy autobiográfica. Eso sí,
al saltárselas hay que pasar las hojas con atención
para no perderse ciertos pasajes que son propios del relato.
La segunda parte sí es de lejos mejor: la acción
y el diálogo entre Sancho y Don Quijote son sostenidos,
y el autor sabe para donde va. Además, los personajes
de este tomo conocen el primer libro (fórmula creativa
extraordinaria para la época) y le hacen burlas muy
divertidas a los protagonistas, como en el caso de los duques.
Y también saben de una segunda parte apócrifa
(el célebre y nada despreciable Quijote de Avellaneda),
cuyo verdadero autor no se conoce con certeza, pero que acosó
a Cervantes a terminar la suya para refutarla, por suerte,
pues moriría meses después.
El Quijote literario
Léase bien esta reseña de un especialista sobre
El Quijote: El humor vuelve ambiguo lo que toca: es
un implícito juicio sobre la realidad y sus valores,
una suerte de suspensión provisional, que los hace
oscilar entre el ser y el no ser.... No hay ni que leer
más. Si Cervantes hubiera visto esas enrevesadas razones
que se hacen sobre su gran obra, seguramente no se lo habría
podido creer, o se hubiera reventado de risa. Como cuando
a Los Beatles, músicos legos al extremo, les comparaban
fragmentos de sus canciones con Debussy, Bach o Mähler,
y simplemente replicaron: no hay nada de eso, son sólo
acordes. ¿Por qué los intelectuales le
tienen que sacar tantas chispas al disfrute del arte? Haciendo
de la creación un innecesario desgaste erudito, sólo
alejan los lectores y los impulsan al facilismo de la cultura
basura.
Esto no se aplica, claro está, a los excelentes y fluidos
trabajos de un Martín de Riquer (de quien se toman
nociones para esta nota) o los que acompañan la edición
'popular' de la Real Academia (en cabeza de Francisco Rico),
donde se resaltan aspectos muy didácticos como la relación
antagónica entre la fantasía (representada en
el Quijote) y la actitud realista de Sancho, así como
la progresiva quijotización del escudero y la sanchificación
del amo. O sobre el valor lingüístico de la obra
en que se retrata el habla culta con tanta maestría
como el habla vulgar.
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¡Dichosa edad y siglos dichosos
aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados,
y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro
tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga
alguna, sino porque entonces los que en ella vivían
ignoraban etas dos palabras de tuyo y mío!
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El
Quijote requiere del acompañamiento de las notas a pie.
Por un lado, porque hay voces y refranes ya en desuso, aunque
releyéndolo en la versión de la Academia se puede
sorprender uno de encontrar explicación a muchas expresiones
populares tan comunes en el habla colombiana de hoy. Y por otro
lado porque, aparte del hecho de que el Quijote se haya vuelto
atemporal y universal por su grandeza, a veces sí se
necesita de un contexto que nos ayude a comprenderlo. Al fin
y al cabo, Cervantes dirigió su obra a los lectores de
su tiempo. |
Otra cosa
es leer a Quevedo, por ejemplo: es plenamente consciente de
que escribe para la posteridad. Pero y ni éste, ni Lope,
ni muchos otros escritores de su época y las inmediatamente
posteriores, sospecharon jamás que el idioma español
llegara a ser identificado con Cervantes y el Quijote, hasta
el punto que hay algunos que, como el infrascrito, damos gracias
a la providencia de que el español sea nuestra lengua
madre, aunque sea sólo por poder leer esta formidable
creación en su estado natural. La gran obra de la literatura
hispana y universal, sin duda alguna, y el libro más
traducido y leído después de la Biblia. Así
que, feliz mes del idioma, para empezar a releer el Quijote,
la cúspide, y celebrar así este tetracentenario
con todas las de la ley. |
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¿Quién era
Miguel de Cervantes? |
Apuntes
Cervantes (1547-1616) fue en su juventud un valiente cruzado
y hombre de acción. En la batalla de Lepanto contra los
turcos, como soldado raso, combatió a pesar de estar
dispensado por unas fiebres, y lo hizo con tanto valor y denuedo
que su fama llegó a oídos del máximo comandante
Juan de Austria. Cervantes sólo tenía entonces
24 años y le quedó la mano izquierda inservible
y el apodo de 'manco' que cargaría con orgullo toda su
vida, porque su lesión no fue nacida en una taberna,
sino en la más alta ocasión que vieron los siglos
pasados, los presentes ni esperan ver los venideros. |
En su periplo de regreso pasaría
seis años cautivo en Argel, donde renunció a su
rescate para liberar a su hermano e intentó en grupo
cuatro fugas frustradas de las que se responsabilizaba él
solo cada que eran descubiertos para desconcierto de sus captores,
que, exasperados, le castigaban con duros encierros y por poco
le envían a Constantinopla, de donde sin duda no habría
regresado nunca. Todo un ideal caballeresco.
Infortunios
La vida de Cervantes, hombre más versado en desdichas
que en versos según se define a sí mismo,
estuvo llena de adversidades. Vivía con unas hermanas
no muy aplacadas que cargaban con el remoquete de 'las cervantas'.
Tras un romance con una mujer casada que le dejó una
hija, Cervantes tuvo un deslucido matrimonio a los 37 años.
Le tocó oficiar de recaudador de impuestos, haciéndose
seguramente odioso a los campesinos y menestrales que luego
retrataría con tanta naturalidad en sus obras de madurez;
y en ese entonces, por un infortunado trámite bancario,
caería preso, otra vez, durante unos meses. Buscando
huir de su precaria situación económica, pediría
entonces licencia para viajar a América (aspirando entre
otros al cargo de contador en el Nuevo Reino de Granada o en
las galeras de Cartagena de Indias), a lo que recibiría
una lacónica respuesta en que se lee busque por
acá en qué se le haga merced.
Reseña literaria
Cervantes cultivó con decoro varios géneros (novela
pastoril, poesía, teatro) y fue también sobresaliente
con sus Novelas ejemplares y con Persiles
y Segismunda, viviendo siempre a la sombra de un descollante
Lope de Vega, ese monstruo de la naturaleza según
sus propias palabras, a quien sus maravillados coetáneos
le pondrían el mote de 'Fénix de los Ingenios'
(y con quien se mantendría en mordiente pugna), mientras
nuestro autor se lamentaba: Yo que tanto me afano y me
desvelo/ Tal parece que tengo de poeta/ Las gracias que no quiso
darme el cielo.
Antes como ahora, la mayoría de hombres honorables y
grandes escritores no conseguían fortuna. Ni siquiera
el éxito del Quijote, publicada la primera parte a sus
58 años (para ese tiempo un anciano) y la segunda diez
años después, serviría para sacarlo de
la pobreza, aunque sí logró su consagración
como escritor, que difícilmente hubiera alcanzado de
no haber sido por esta obra.
Hay que destacar, del vigoroso sentido del humor del Quijote,
el valor humano de su autor, hombre que, con todas las que había
pasado, bien podría haber dedicado su vejez a la amargura
y a la pesadumbre, y en vez de eso nos dio de qué reír
a tantos. |
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Ocioso
lector
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Martín
de Riquer: el gran quijotólogo |
El nonagenario catalán
Martín de Riquer (n. Barcelona, 1914), es extenso de
definir en títulos: Conde de Casa Dávalos, catedrático
de literaturas románicas, escritor humanista y crítico
literario, especializado en estudios medievales. Ha sido senador
por designación real en 1977, presidente de la Real
Academia de las Buenas Letras de Barcelona desde 1963 a 1996,
miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1965 y miembro
de la Academia de Historia. Entre sus distinciones están
el Premio Internacional Menéndez y Pelayo en 1990,
el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1997,
y el Premio Nacional de las Letras en el año 2000.
Pero leer a Riquer, con la ampulosidad que presumiríamos
de semejante currículum, resulta sorprendente: Entretenido,
ameno, apasionado... Fácil y muy constructivo. En una
de sus entrevistas responde acerca de su labor de más
de 60 años Yo me lo he pasado pipa. A mí
lo que me gusta es la literatura. Sí, 'pipa',
no es lo que uno se esperaría de un hombre tan culto.
Es un fanático del Quijote, y es editor de la que tal
vez haya sido la mejor reproducción reciente de este
clásico, por allá en los sesentas, con el sello
de Planeta. Más recientemente, a propósito del
cuarto centenario, tiene dos publicaciones en el año
2005, una de ellas con ilustraciones de Dalí. Además,
es tal vez el más citado comentarista en la edición
de la Real Academia.
Sus libros sobre el Quijote son inevitables. Hay uno tradicional,
popular, que se puede encontrar en la biblioteca de cualquier
pariente o amigo: Aproximación al Quijote
(1970), de Salvat. Y otro del año pasado: Para
leer a Cervantes (para conseguirlo sí hay que
rascarse el bolsillo), donde se recopilan artículos
y estudios suyos y dirigido a un lector culto, pero
no especializado en estudios literarios -un médico,
un abogado-, que quiera leer El Quijote. Este lector necesita
una preparación previa, según sus propias
palabras.
De sus consejos para leer al Quijote se rescatan dos: No es
para niños, porque lo aborrecerán para
toda su vida (...) los 17 años son una buena edad [para
la primera vez]. Y debe leerse al menos un libro de
caballería, para hacer un referente a la parodia. Mi
recomendación personal, el Amadís de Gaula
o Tirant lo Blanch, aunque sólo sean fragmentos
escogidos.
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No alcanzaría todo este
periódico para simplemente reseñar los eventos
que se han programado en todo el orbe a propósito de
los 400 años de la publicación de la primera
edición de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de
La Mancha. Conformémonos con unos brevísimos
apuntes, recordando que durante todo el año se hará
en esta página cultural una reseña acerca de
la gran obra.
Más
de 2.000 exposiciones de pintura, grabados, ilustraciones,
ediciones en unos 50 idiomas, congresos, debates, conciertos,
obras de teatro, de títeres, ciclos audiovisuales y
concursos tendrán lugar en todos los continentes, especialmente
en sitios de España, Europa y América Latina.
Y eso sin dejar de advertir que no son pocos los intelectuales
que se oponen a tanta conmemoración, no sin buenas
razones.

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El Campo
de Montiel, señalado por expertos como aquel lugar
de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme"; el
Campo de Criptana, donde el hidalgo lucharía contra
los molinos de viento que veía cual gigantes, o El
Toboso, de donde era oriunda su bella amada Dulcinea, en realidad
la labradora Aldonza Lorenzo, forman ahora parte de una ruta
ecoturística y cultural de 2.500 km. que atraviesa
antiguos caminos, cañadas reales, vías pecuarias
y riberas fluviales, y que será abierta al turismo:
La "Ruta de Don Quijote" ofrece 4.000 señales,
unos 200 paneles cartográficos y más de 200
paneles interpretativos. ¿Quién pudiera?
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