EDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 89 FEBRERO DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Albaluz Arroyave Zuluaga, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Asistente de edición: Olga Lucía Muñoz López. Web master: Santiago Ospina Gómez

Proyecto inconcluso

Ahora que todavía se estrena un nuevo año, con todos los afanes propios de una temporada electoral sui generis, con una condición histórica particular en donde se hacen balances y simultáneamente se presentan propuestas para continuar una gestión, es momento justo para replantear los pendientes.
Tareas y rendición de cuentas tiene el actual gobierno, y un resultado que han procurado, de buena fe a no dudarlo, muchos de los gobiernos del siglo XX y ahora éste del siglo XXI, fue resolver el estado de crisis sempiterna en que se debatían los hospitales, el sistema prestador de servicios de salud más antiguo que opera en el país. Por tradición, por costumbre, por simple lógica, salud siempre se ha asimilado con servicio; y aunque en un principio, en la sociedad occidental europea incluida la española, los hospitales surgieron como asilo del desvalido, como lugar de aislamiento de los enfermos peligrosos, como refugio para reencontrar la salud perdida, como escenario más de caridad cristiana que de política sanitaria, y con ese carácter se trasplantaron a nuestro territorio, nunca han perdido ese carácter de lugar principal donde se prestan servicios a la salud.
Desde cuando se fundaban por cédulas reales, los hospitales nuestros siempre han padecido falta de recursos y de personal adecuado; y a lo largo del siglo XIX y XX, no faltaron las iniciativas para espantar las amenazas que siempre rondaban los hospitales; así, el país vivió la aparición de la seguridad social, la institucionalización de la medicina científica, el modelo flexneriano para hospitales con sus aires de modernización y producción de servicios para la creciente sociedad urbana e industrial, el Plan Hospitalario Nacional de 1969, el impacto del Sistema Nacional de Salud y luego del Sistema General de Seguridad Social en Salud de 1993 sobre la red prestadora, la aparición de las Empresas Sociales del Estado, la red prestadora de hoy, los prestadores privados y la regulación de la oferta de prestadores de servicios de salud.
Pero todas las iniciativas, pese a los logros, siempre se quedaron cortas. La frustración acicateó el estudio de nuevas iniciativas y no han faltado las propuestas; ahora llega la Política Nacional de Prestación de Servicios de Salud, que pese a las buenas intenciones, parece enfilada a ser otra propuesta frustrada; hay quienes dicen que no tiene ningún ingrediente novedoso, que sólo articuló algunos temas ya trabajados con anterioridad en el asunto, que estructura y sostiene su justificación, pero que al no tener metas ni objetivos claramente definidos en el tiempo, peca por etérea y augura quedarse apenas como el “librito azul” que viajará por muchos escritorios de directivos y analistas del sector salud, sin que en la realidad tenga peso, sustancia ni trascendencia.
Para evitar que eso suceda, que el trabajo intelectual y la pretensión gubernamental caigan al vacío, hay que verificar la implementación de la política, la estructuración de sus metas y objetivos para cada línea de acción propuesta, y atendiendo al clamor de los prestadores de servicios de salud, reconformar mesas de trabajo y discusión, donde los prestadores presenten las observaciones y sugerencias al tema del cual depende su futuro y el de todas las personas que acuden a ellos para recibir un servicio de salud.
Además, que si bien se hable de financiación, de fuentes de recursos ciertas, de organización, de modernización, de tecnología, de investigación, nunca olvidar que los prestadores de servicios de salud no existirían si a su vez no existieran personas que necesitan de sus servicios. Por eso, el centro y fundamento de la Política, necesariamente, irrenunciablemente, tiene que ser el paciente, el enfermo, ese ser disminuido que acude a ellos con la esperanza del servicio oportuno y de calidad que le permita recuperar su calidad de vida, y a veces, hasta la vida misma.
Que a los prestadores de servicios de salud, instituciones o profesionales, no se les mida sólo con el rasero del rendimiento y la rentabilidad económica, porque si bien ya no pueden tener un carácter de beneficencia, tampoco pueden dejar de lado que su esencia es lo que los caracteriza: el servicio, más obligado ética y moralmente, con los seres más desvalidos, hombres y mujeres que en cualquier momento necesitan que les atiendan. Lo demás, es lo demás. Que el sistema responda con una verdadera política de prestación de servicios de salud, para garantizar que nunca se nieguen servicios a quienes los requieren, y que los prestadores de esos servicios no sólo sobrevivan sino que puedan crecer y hacer resurgir la actividad que tanto ha enaltecido y dignificado al sector salud a través de nuestra historia, como garantía de salud y vida, como soporte del futuro. En fin, que no sea otro intento frustrado de solucionar la crisis de los prestadores de servicios de salud, que el mismo sistema agudizó y profundizó. Que no sea una mala película, y de colmo, inconclusa.
Basta con hacer un ejercicio: imaginar el país sin hospitales, sin centros de salud, sin profesionales de salud, para convencerse de que los prestadores de servicios de salud son esenciales para que exista sistema de salud, y más importante aún, para que exista país.

 
 




Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved