MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 276 SEPTIEMBRE DEL AÑO 2021 ISNN 0124-4388
elpulso@sanvicentefundacion.com
La mayoría de las personas con COVID-19 experimentan síntomas leves o una enfermedad moderada, pero aproximadamente entre el 10 al 15 % de los casos evoluciona hacia una enfermedad grave, y alrededor del 5 % se vuelve críticamente enfermo. Estas proporciones en la afectación causada por el coronavirus se conocen desde inicios de la pandemia, así como que lo normal es que las personas se recuperan en un periodo entre las dos y seis semanas. Sin embargo, en algunas personas los síntomas pueden persistir o volver a aparecer por semanas o meses luego de la recuperación inicial, incluyendo a quienes sufrieron una enfermedad leve. Lo más preocupante ahora es la confirmación de que un porcentaje importante de pacientes desarrollan complicaciones médicas que pueden traer problemas de salud duraderos.
Lo que se ha detectado es que la fatiga crónica, la tos, congestión o dificultad para respirar, pérdida del gusto o el olfato prolongados, dolores de cabeza y cuerpo, diarrea, náuseas, dolor de pecho o abdominal y hasta confusión o “Niebla mental” son algunos de los síntomas más recurrentes de lo que ha dado en llamarse COVID persistente, prolongado, o Síndrome COVID, y afecta de manera indiscriminada incluso a jóvenes adultos y niños sin condiciones médicas crónicas subyacentes. Otro hecho confirmado es que actúa como un factor de riesgo para síntomas persistentes como presión arterial alta, obesidad y condiciones de salud mental.
Un precedente previo a estas afectaciones prolongadas del COVID-19 puede ser lo detectado frete al SARS. Un estudio reveló que el 40 % de las personas que se recuperaron del SARS aún tenían síntomas de fatiga crónica 3,5 años después de ser diagnosticados*.
El estado del arte muestra que estas afectaciones pueden extenderse a complicaciones mucho más severas en órganos de importancia en el cuerpo. Algunos de ellos el corazón, donde se han detectado daños en el músculo cardíaco, insuficiencia cardíaca; en pulmones con daño del tejido pulmonar, en cerebro y sistema nervioso, se ha asociado con el síndrome de Guillain-Barré, que puede conducir a debilidad y parálisis temporal, existen consecuencias de eventos tromboembólicos, como embolia pulmonar, ataque cardíaco y derrame cerebral.
Lo que continua siendo estudiado son las causas para que el COVID-19 pueda dar lugar a una serie de enfermedades prolongadas y con síntomas persistentes, incluso en los jóvenes adultos y personas con pocas o sin condiciones médicas crónicas subyacentes y que no fueron hospitalizados. La realidad es que aún se conoce poco sobre la evolución en el tiempo de las personas afectadas y se requerirá de más tiempo e investigación para comprender por ejemplo la totalidad de los efectos a largo plazo del COVID-19, o por qué persisten o vuelven a aparecer síntomas, hasta que nivel estos problemas extendidos de salud afectan a los pacientes, cuál será su evolución clínica y la probabilidad de una recuperación completa, y en salud pública, las formas de comunicar eficazmente sobre riesgos a largo plazo.
Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud, ha advertido que ante la evidencia que muestra que hay pacientes que pueden contagiarse dos veces, no se pueden contemplar estrategias que permitan que el virus circule libremente sin proteger a la población, lo que sumado al COVID prolongado hace aún más perentorio tomar medidas de salud pública para disminuir las infecciones.
Tedros Adhanom Gebreyesus ha reiterado que las estrategias de inmunidad de rebaño no son una opción para esta pandemia, entre otras razones, porque el COVID persistente demuestra que las afectaciones superan los presupuestos que se tenían frente a la enfermedad: “No sabemos lo suficiente sobre la inmunidad al COVID-19. La mayoría de las personas que están infectadas con el virus desarrollan una respuesta inmune en las primeras semanas, pero no sabemos qué tan fuerte o duradera es, ni en qué se diferencia para distintas personas”.
Otro elemento de preocupación es que el número de personas que padecen un COVID persistente ha ido aumentando en forma exponencial, hasta el punto que en regiones de los Estados Unidos, como Washington, Florida, California Massachusetts, e incluso en algunos países de América Latina como Brasil, se han abierto instalaciones especiales dedicadas a la atención de las personas con estos síntomas y que hasta ahora se extienden por meses después de su diagnóstico. Un estudio reciente, que incluyó principalmente a personas que tenían casos leves, encontró que el 30 % informaba síntomas hasta nueve meses después de contraer el virus.
El biólogo vascular, O Li, de la universidad de Harvard, ha investigado sobre el COVID-19 durante casi un año, y sus trabajos muestran hasta ahora que estos síntomas pueden durar nueve meses, pero por el tiempo que lleva la pandemia, el científico señala que podrían superar el año “todavía estamos viendo que a los 12 meses se desarrollan nuevos síntomas”.
Por su parte la doctora Dayna McCarthy, del hospital Monte Sinaí de Nueva York, encargada de la clínica de “COVID a largo plazo”, ha reportado con sorpresa que en algunos casos incluso los pacientes han desarrollado diabetes.
Las evidencias siguen apareciendo en diversas regiones del mundo. Un informe inicial del Instituto Nacional de Investigación en Salud de Reino Unido, incluso ha conjeturado que el COVID prolongado puede no ser una condición, sino “múltiples síndromes que causan una montaña rusa de síntomas que afectan al cuerpo y la mente”.
Una particularidad reseñada por el Instituto Nacional de Investigación en Salud (NIHR), de Gran Bretaña, es que pacientes que llevan más de siete meses con síntomas derivados de una infección con COVID-19, muestran que estos se pueden trasladar de un área fisiológica, como el corazón o los pulmones, pero estos luego disminuyen y vuelven a surgir en un área diferente.
Por su parte el Journal of the Royal Society of Medicine indica que las opciones de tratamiento son actualmente limitadas debido a que no se conocen bien los mecanismos que sustentan el síndrome de COVID-19 prolongado, con lo que se plantea que por ahora el modelo de atención de estos pacientes debería ser multidisciplinaria partiendo del monitoreo a largo plazo de los síntomas para identificar posibles complicaciones y así definir una intervención clínica y el tipo de rehabilitación física, mental y de apoyo de los servicios sociales.
Una situación más compleja aun es la que se presenta en personas que estuvieron hospitalizadas por COVID-19, ya que al menos uno de cada tres continua con su salud afectada a largo plazo, y afecciones en diferentes órganos, sin descartar los problemas psicológicos, como lo reseñó un estudio publicado en Nature Medicine, que cotejó nueve investigaciones realizadas en Europa, Estados Unidos y China, que monitorearon a pacientes a largo plazo. “Teniendo en cuenta las millones de personas infectadas por el Sars-CoV-2 en el mundo, el peso a largo plazo sobre la salud física, cognitiva y mental está por venir. Nosotros sólo detectamos sin duda la punta del iceberg”, señala el informe.
Como antecedente la experiencia con la epidemia de SARS de 2003 sugiere que sus efectos pueden durar años, de ahí que sea el momento, aunque subsista la prioridad de enfrentar la actual pandemia, de pensar la forma en que los sistemas de salud enfocarán recursos y esfuerzos para el manejo de unos efectos secundarios que están por cuantificar. * visitar enlace
EL PULSO como un aporte a la buena calidad de la información en momentos de contingencia, pública y pone a disposición de toda la comunidad, los enlaces donde se pueden consultar de manera expedita todo lo relacionado con el Covid-19-
Tel: (4) 516 74 43
Cel: 3017547479
diana.arbelaez@sanvicentefundacion.com