MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 279 DICIEMBRE DEL AÑO 2021 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com icono facebook icono twitter icono twitter

Alberto Villegas, entre las orquídeas, la cirugía y la docencia

Por: Manuela Hernández Perdomo
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Con el cabello color algodón, la espalda curvada y los brazos en el pecho, Alberto Villegas hablaba confiado a quien se dirigiera. El médico era uno entre una docena de hermanos, a quienes sus padres, provenientes de Abejorral y Alejandría, vinieron a criar en las calles de una Medellín en expansión.

De descendencia minera, Alberto, un hombre de fe anclado al catolicismo, pasó sus años de infancia en una casa cerca a la Iglesia de San Ignacio, en la zona centro de la ciudad, una edificación vecina al paraninfo de la Universidad de Antioquia, institución que en 1955 le otorgaría una tesis laureada con la máxima calificación. Su formación como bachiller la obtuvo en el colegio San Ignacio, lo que lo impregnó de un fuerte espíritu mariano. Su recorrido profesional se desarrolló en el Alma Mater Antioqueña, la Universidad de Antioquia.

Rafael Villegas Arango, hermano de su padre, también fue cirujano y profesor en la Universidad. En alguna ocasión reconoció que seguramente él, y el doctor Antonio Ramírez González, uno de los primeros cirujanos de la ciudad, influyeron para que Alberto se acercara al campo médico, y dentro de él, a la fisiología cardiovascular. Mario Montoya, uno de sus colegas, declaró en un programa radial de la UdeA que Villegas era “un estudiante tan bueno que le daba problemas a los profesores”.

Al terminar la carrera, y sin saber hablar inglés, Villegas emprendió una aventura a Inglaterra, donde gracias a una beca pudo estudiar Cirugía del Tórax en el King’s College London, una de las universidades públicas del Golden triangle, un selecto grupo de instituciones que se destacan por su calidad en el Reino Unido. Después se formó en Cirugía Cardiovascular en Washington, también con una beca. Al culminar, volvió a la ciudad de la eterna primavera para trabajar en el departamento de cirugía de la UdeA.

Debido a su calidad humana y profesional, el sacerdote Juan Escobar le encomendó un proyecto de apostolado de la Congregación Mariana. En una entrevista Villegas expresó que, analizando el contexto de la ciudad, el equipo de trabajo encontró que no se contaba con algún centro cardiovascular que atendiera las necesidades del territorio, por lo cual en 1965 se convirtió en uno de los fundadores del Centro Cardiovascular Colombiano Clínica Santa María, hoy Clínica Cardio VID. Allí se desempeñaría como director por más de dos décadas y, en los últimos 17 años, como coordinador emérito de Cirugía Cardiovascular.

Ponerle el corazón a la medicina

En 1985 Antonio Yepes Obando, un albañil de 37 años, pasó a la historia de la ciencia médica colombiana al ser el primer paciente que recibió un trasplante de corazón en el país. Yepes, quien padecía de una enfermedad coronaria terminal, tuvo la posibilidad de desafiar la muerte durante dos años más. Con el reloj biológico en su contra, dispuso sus cartas para jugársela y que el doctor Villegas realizara el procedimiento que le daría a sus últimos años de vida la calidad que había perdido.

La hazaña se llevó a cabo el 1 de diciembre. A primera hora de la mañana, en las salas de cirugía del entonces Hospital San Vicente de Paúl, se ejecutó la extracción del órgano. Recorrió las calles de la ciudad hasta la Clínica Cardiovascular Santa María. Después de tres horas de procedimientos quirúrgicos, y sin estímulos eléctricos, el nuevo corazón de Obando latió de manera espontánea, cambiando a pulso la vida de Villegas. Era un hombre creyente pero no se emocionaba mucho, aunque años después en una entrevista reconoció que ese primer trasplante le generó una sensación de felicidad muy grande, debido a que “en esa época Medellín solo eran malas noticias por la guerra y esta fue una buena”.

Para el procedimiento el Dr. Alberto se preparó durante largos periodos de tiempo con estudios en el exterior y manteniéndose al tanto de los avances que se desarrollaban alrededor del tema. Juan Camilo Jaramillo, cirujano cardiovascular y exalumno de Villegas expresó en una carta que quien fue su docente también se destacaba por ser un “estudioso incansable”, y que dentro de sus materiales de estudio favoritos se encontraban el Journal of Thoracic and Cardiovascular Surgery y el Annals of Thoracic Surgery, revistas especializadas que “devoraba en los pocos ratos que tenía libres entre cirugía y cirugía”.

Ese gusto por la lectura lo adquirió de sus padres. Para el programa Serie con Sentidos de la UdeA el médico recalcó que en su memoria habitaba el recuerdo de su madre leyendo La Cabaña del Tío Tom y a su padre sumergiéndolo en el mundo de Verne. Este espíritu investigador inculcado por su familia lo llevó a ser un ser sediento de conocimiento.

El servicio

Las manos que durante años llevaron a cabo procedimientos de alta complejidad en cientos de pacientes también se dedicaban fervientemente al cuidado de las orquídeas que cultivaba en su patio. A sus nietos, a quienes consideraba la prolongación de su vida a través de sus ocho hijos, les explicaba con paciencia los secretos del adecuado cuidado de las plantas.

Desde edad temprana se vio encantado por este tipo de flores, al verlas adornando las procesiones de semana santa de la iglesia durante sus primeros años. En alguna ocasión, mientras hacía trabajos de floristería exclamó: “Las orquídeas son mi psiquiatra, yo prefiero cultivar que ir”.

Sus cercanos lo describían como un líder inquieto, curioso y meticuloso. Un profesional con don de gentes que siempre llevaba las riendas. Su pasión por la medicina lo llevó a desarrollar, además de procedimientos de corazón, trasplantes de pulmón, labores administrativas y formativas. A pesar de las responsabilidades de ser padre, docente, médico y director, el doctor Jaramillo afirmó que nunca lo oyó quejarse de cansancio, “aunque supimos que varias veces se quedó dormido manejando su carro de camino a su casa o su finca”.

A pesar de todo, el camino no siempre fue sencillo. Villegas afirmó que, en algún momento, debido a problemas económicos en el sector médico y la falta de modernización de los equipos, pensó en irse a trabajar al exterior para no quedarse atascado, pero declinó la opción. Nunca se arrepintió.

En sus últimos años señaló que la lealtad y el amor al prójimo lo movían. En una entrevista para Teleantioquia afirmó que la gran satisfacción que tuvo durante su vida fue haberle podido servir a la gente. Aunque Villegas consideraba que la extensión de su vida eran sus nietos, para sus compañeros, pacientes y futuras generaciones de profesionales de la salud la extensión de su legado será esa huella innovadora que dejó a la cardiología colombiana.


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