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El hambre amenaza América Latina: se llegó al mayor nivel en 20 años

Por: Redacción EL PULSO
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La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO – acaba de publicar un informe sobre el estado del hambre en el mundo y donde América Latina resulta ser, comparativamente, la región donde se ha producido un mayor aumento en las últimas dos décadas a pesar de los compromisos, aparentemente insuficientes o de papel, de los gobiernos por alcanzar para el año 2030 la meta 2.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de poner fin al hambre y lograr la seguridad alimentaria.

Si bien la pandemia del COVID-19 ha exacerbado esta tendencia con un efecto casi mundial, lo que se desprende del informe de la FAO es que esta no es la explicación central del aumento, y por lo tanto no puede ser utilizada como justificación, ya que en los últimos años son diversos los factores que han desviado el objetivo de erradicar el hambre, la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición para 2030.

En 2020, 59,7 millones de personas padecían hambre en A.L. Entre 2019 y 2020, la prevalencia del hambre en América Latina y el Caribe aumentó en dos puntos porcentuales, lo que significa que 13,8 millones de personas más sufrieron hambre frente al 2019. En el mismo período, el aumento de la inseguridad alimentaria moderada o severa fue aún más pronunciado, con nueve puntos porcentuales, lo que quiere decir que el 41 % de la población de la región padece inseguridad alimentaria moderada o severa, y se traduce en 267 millones de personas cuyo derecho humano a la alimentación está siendo afectado.

Si bien gran parte de esta situación puede atribuirse al impacto de la pandemia de COVID-19, que redujo los ingresos de millones de personas, lo preocupante es que las estadísticas regionales del hambre llevan seis años consecutivos aumentando.

En 2020, América Latina y el Caribe presentaron una prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave de 41 %, y una prevalencia de inseguridad alimentaria grave, es decir, las personas que pasaron hambre o pasaron un día entero sin comer, aumento en 14 %. Si se mira bajo el contexto de la pandemia, entre 2019 y 2020, la prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada y grave creció en nueve puntos porcentuales, siendo el crecimiento más pronunciado en relación al resto de las regiones del mundo.

Como ya habíamos señalado, en 2020, 267 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave en América Latina y el Caribe, esto quiere decir 60 millones más de personas que en 2019, no tuvieron acceso físico o económico a comida en cantidad o calidad suficiente como para tener una buena salud y desarrollo.

Por su parte, otro indicador importante, la subalimentación, entre 2019 y 2020, en América Latina y el Caribe, aumentó en dos puntos porcentuales, es decir, el número de personas que vive con hambre creció en 13,8 millones en apenas un año. Actualmente, la subalimentación en la región es de 9,1 %, y esta cifra considera la incidencia de los efectos económicos y sociales de la pandemia, y aunque el índice de subalimentación en la región es ligeramente menor al promedio mundial (9,9 %), si experimentó el crecimiento, en términos porcentuales, más grande en el mundo entre 2019 y 2020.

Colombia se ubica en el promedio de los países con una prevalencia de la subalimentación un poco inferior al 10 %, sin embargo en países como Brasil, Cuba y Uruguay este es menor al 2,5 %. El informe de la FAO señala que en el trienio 2013-2015, la prevalencia de la subalimentación en los países de América Latina y el Caribe ha tendido al alza, aumentado de manera más significativa en Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Surinam y Venezuela.

Panorama colombiano

Según los resultados de la encuesta El Pulso Social del DANE, en el mes de febrero de 2021, cuando se cumplía un año de la pandemia en el país, 1,6 millones de familias que al inicio de la cuarentena consumían tres comidas al día, ya no tenías esa posibilidad, lo que representa unos 2,4 millones de hogares con menos de tres porciones diarias de alimento; 2,2 millones de familias solo comían dos veces al día, 179.174 hogares se alimentaban solo una vez y más de 23.701 hogares a veces no accedían a un plato diario.

Para el mes de octubre de 2021 las cifras continuaban ascendiendo y ya era un 30 % de la población la que solo comía 2 veces o menos con cifras dramáticas en algunas regiones. La encuesta del DANE mostró que en la región Caribe, en ciudades como Cartagena, los hogares que consumen tres comidas al día llega apenas al 31 %, en Barranquilla solo es un 33 %, Sincelejo y Valledupar ubican esa cifra en el 41 y 49 %, respectivamente.

Pero el problema es nacional. Bogotá, si bien se encuentra debajo del promedio nacional, los hogares que se alimentan 3 veces al día son el 65 %, cuando antes de la pandemia eran del 89 %. En conclusión, casi tres de cada diez colombianos están pasando hambre en el país.

Afectación en salud

Si bien los efectos sobre la salud de un incremento del hambre y la inseguridad alimentaria son ampliamente conocidos, algunos grupos poblacionales son especialmente afectados, y en este caso coinciden, de nuevo, con las personas más vulnerables de la sociedad. La Fundación Éxito, que durante años ha luchado contra el hambre en población infantil, ha manifestado que la mayoría del territorio colombiano está en riesgo de que su población menor de cinco años padezca los estragos de la desnutrición crónica, ya que el 40,62 % de los departamentos del país reúne las condiciones que hacen posible esta enfermedad. Con un agravante, su más reciente estudio, realizado en 1 076 municipios, no incluye datos de 2020, y por tanto, es muy probable que el panorama sea peor con los efectos de la pandemia, que apenas se están midiendo.

El informe de la FAO resulta ser un poco tranquilizador en cuanto a los efectos que ya se sienten en la región por el hambre, sin embargo, y precisamente ahí su importancia, resulta ser un llamado oportuno para tomar medidas, ya que también es conocido que los efectos como la desnutrición crónica se dan en el mediano plazo.

En América Latina y el Caribe, durante 2020, la prevalencia del retraso en el crecimiento en niños y niñas menores de 5 años fue de 11,3 %, muy por debajo del promedio mundial de 22 %, sin embargo, la cifra parece ser el resultado del trabajo adelantado en años anteriores, ya que en los últimos veinte años, en la región se han logrado progresos significativos, logrando una reducción del 37 % (-6,7 puntos porcentuales) en la prevalencia del retraso en el crecimiento en niños y niñas menores de 5 años. Otro avance se ha dado la malnutrición. Entre 2000 y 2020, en Sudamérica se redujo este indicador en 41 % (-6,1puntos porcentuales), en Mesoamérica en 35 % (-8,9 puntos porcentuales) y en el Caribe en 25 % (-3,9 puntos porcentuales). Para 2020, la prevalencia del retraso en el crecimiento en niños y niñas menores de 5 años era de 8,6, 16,6 y 11,8 %, respectivamente.

A pesar de esto, la FAO es clara: “no obstante los progresos logrados, la región y las subregiones no están en camino de cumplir con la meta 2.2 del ODS, reducir el retraso en el crecimiento en menores de 5 años la cual es del en un 50 % para 2030.

En cuanto a la prevalencia de la desnutrición aguda en menores de 5 años es de 1,3 %, significativamente inferior al promedio mundial (6,7 %), siendo la desnutrición aguda una de las formas de malnutrición más críticas durante la infancia, y asociada con una mayor morbimortalidad. De las subregiones, el Caribe tiene una tasa ligeramente superior de 2,8 %, mientras en Sudamérica es de 1,4 % y Mesoamérica de apenas un 1 %.

Paradójicamente, en América Latina y el Caribe, un 7,5 % de los menores de 5 años tenían sobrepeso en 2020, con una prevalencia de casi 2 puntos porcentuales superiores al promedio mundial y en aumento sostenido durante los últimos 20 años.

Y es que en la región, uno de cada cuatro adultos sufre de obesidad con sus consecuentes repercusiones económicas, sociales y sanitarias en los sistemas de salud debido al aumento de la discapacidad y la mortalidad prematura, así como el incremento de los costos de atención y tratamiento médico.


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