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Avanzar en tecnología sin olvidar lo humano

Por: Kelly Johana Cardona. Abogada con énfasis en bioética clínica y solución de conflictos éticos
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En 2019 se desató una polémica porque un paciente de 78 años, en un centro médico de California, fue informado por medio de la pantalla de un robot que moriría en pocos días. Amigos y familiares expresaron que “esa no era la manera de mostrar valor y compasión a un paciente”.

En el mundo continúa creciendo a pasos agigantados la aplicación de las tecnologías de la información y comunicación (en adelante TIC) en el sector sanitario. Indudablemente, son parte fundamental del desarrollo de todos los países, al permitir el mejoramiento de la salud y el bienestar de sus habitantes, transformando su forma de vivir a nivel individual y social. Se destaca su utilidad al proporcionar información importante a quienes toman decisiones y diseñan estrategias en salud electrónica (eHealth o eSalud), ayudando a las poblaciones con menos acceso a tener una atención en salud de calidad, así como afianzando la investigación, la formación de los profesionales sanitarios, realizando el seguimiento de las enfermedades, monitorizando la salud pública y gestionando efectiva y eficientemente los centros sanitarios.

Los sistemas de salud actualizados son aquellos donde la salud es abordada, gestionada y aplicada mediante las TIC, implementando, como mínimo, la historia clínica electrónica, el uso de la telesalud y la telemedicina y las plataformas que contribuyen a la universalización y el acceso a los servicios de salud (por ejemplo, aplicaciones para pacientes y afiliados al sistema). Según un informe presentado en 2022 por el Ministerio de Salud, seis millones de consultas al mes se hacen por telemedicina en Colombia. No obstante, para medir qué tan actualizado está un sistema no basta con lo anterior. Es necesario que se vea reflejado el papel de la bioética para responder y tratar de solucionar los grandes conflictos que plantean hoy las tecnologías.

En adición a lo anterior, se requiere trabajar lo que acarrea prestar un servicio de salud desde lo humano. Esto es, descifrando desde el interior cada emoción y sentir, porque de qué sirve actualizar nuestras máquinas si dejamos a un lado lo que nos hace ser humanos. Si ocurre así, es dañina y no nos beneficia al no ser una tecnología “humana”.

Toda esta revolución trae consigo cambios en nuestros cerebros que pueden generar miedo e incertidumbre. Es entendible que para algunos las TIC en salud no representen una oportunidad y, en cambio, este fenómeno sea visto como una amenaza, por ejemplo, volviendo vulnerable la relación asistencial entre un médico y su paciente, tal como ocurrió en el caso expuesto al inicio. En parte, se debe a que el potencial que la tecnología tiene para fortalecer el sistema de salud es veloz y su fuerza trasciende lo que sería un simple uso de las tecnologías, pues implica un rotundo sí a una transformación social auténtica, donde el enfoque pasa a ser de uno tradicional a uno que se centra en los usuarios o pacientes, quienes están interesados en participar activamente en la toma de decisiones que afectan a su estado de salud.

Esta transición representa un reto enorme, administrativa y operativamente para cualquier sociedad y Colombia no es la excepción. Según un estudio de Branch, con base en Digital 2022 Global Overview Report, los usuarios en Colombia pasan alrededor de 10 horas diarias consumiendo internet, lo que afecta su salud física y emocional. Líderes educativos y gerenciales en salud del país han reiterado la importancia de repensar cómo queremos construir el futuro de la salud desde lo personal y desde el plano colectivo. Desde el ámbito personal, surgen dudas como: ¿qué estrategias se deben utilizar para empoderar a cada paciente y que utilicen la tecnología para mejorar su propio bienestar? Desde lo colectivo, se preguntan: ¿cómo lograremos que la atención no se convierta en una netamente mecanizada? ¿Qué es lo que no podemos olvidar al automatizar un servicio?

Para responder esos interrogantes, debemos poner nuestros ojos en el Talento Humano en Salud. Por un lado, cuando se implanta el uso de las TIC para salvar vidas a distancia, no quiere decir que la función sea únicamente de las máquinas. Se debe decidir, primero, cuándo la atención puede ser o no por telemedicina, debido a que hay casos en los que es fundamental el contacto físico con el paciente. Segundo, sea presencial o virtual, la atención debe ser cálida, cortés, respetuosa y digna. En síntesis, se trata de perpetuar los valores que le dan un sentido humanitario. Por otro lado, tienen la responsabilidad de respetar los derechos relativos al honor, la intimidad personal y familiar, la propia imagen y la protección de datos. La responsabilidad recae tanto en aquellos actos médicos llevados a cabo en hospitales y clínicas, como en los que son ejecutados por voluntariado o en consultorios privados.

Es exactamente por esas mismas razones que existen lineamientos que no deben pasarse por alto. Entre ellos: acatar la regulación jurídica del ciberespacio en sí mismo y aplicar el derecho existente a los actos médicos realizados a través de las TIC, mantener las políticas de privacidad y los procedimientos estrictos, adecuar los consentimientos informados, analizar cuándo sí y cuándo no aplica la interoperabilidad jurídica y crear incentivos a la participación activa entre paciente y médico. En suma, los principios apuntan a orientar el uso de la tecnología hacia la promoción de una medicina preventiva en vez de una curativa.

Las TIC en salud sí son una oportunidad para los pacientes. Estamos hablando de asistencia y soporte médico desde cualquier lugar. De igual forma, de entidades locales, regionales y mundiales que se comprometen a trabajar por la salud pública. Así como de instituciones, organizaciones y trabajadores de la salud que intercambiarán conocimientos y cruzarán información, destacándose con cualidades tales como seguridad, rapidez, constancia, especificidad y sabiduría.

Los resultados no llegan por sí solos. Es importante hacer un trabajo paulatino invirtiendo el tiempo necesario para que en las organizaciones e instituciones se adapten los lineamientos mencionados más las estrategias que mejor se adecúen acorde al nivel de complejidad de cada nivel asistencial. Al final, lo que se busca es la disminución de los riesgos y eventos adversos y la maximización de calidad. Vale aclarar que, si bien al principio los costos en adquisición de infraestructura, tecnología, formación y capacitación pueden ser altos, a largo plazo representan altos beneficios (por encima de dichos costos). Es primordial evitar que con la renovación del sistema se genere una mayor degradación humana, exclusión sistemática y que la legalidad sea generalmente conculcada.


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