MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 192  SEPTIEMBRE DEL AÑO 2014    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Cuatro años fue el tiempo que requirió el gobierno colombiano para dar a luz el decreto 1782 sobre los medicamentos biotecnológicos en Colombia, firmado por el presidente Juan Manuel Santos el pasado 18 de septiembre.
El proceso de gestación no estuvo exento de complicaciones. Sendas discusiones con los sectores más involucrados; 6 borradores del decreto que recibieron anotaciones; decenas de cartas y documentos enviados a la ministra de Salud de 2012, Beatriz Londoño, y al actual titular, Alejandro Gaviria; e incluso, desde campañas de desinformación en redes sociales hasta reclamaciones internacionales como las de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Asociación de Empresas de la Industria de la Biotecnología, hicieron parte de los obstáculos que tuvo que enfrentar el decreto para llegar al mundo.
Pero, ¿por qué tanto alboroto? Básicamente porque este hijo no fue bien recibido por varios sectores, liderados por la industria farmacéutica con reparos a lo que su nacimiento significa, pues en su concepto pone en riesgo la salud de los pacientes al ofrecer productos que podrían no tener garantías de calidad requeridas para el efectivo resultado de los tratamientos. Sin embargo, tras el telón se esconden intereses menos loables.
Biotecnológicos quieren proteger su mercado
Para ilustrar lo anterior, se planteará un escenario hipotético e irreal: en este escenario Colombia solo tiene un laboratorio con el derecho de distribuir el compuesto ibuprofeno. Lo hace a través de su marca propia, con nombre comercial, y al ser el único con derecho a la distribución de este compuesto no tiene ninguna competencia en el mercado, lo que le permite definir el precio del producto de acuerdo con su voluntad. Sin embargo, la licencia del derecho exclusivo de distribución está a punto de vencerse, por lo que nuevos competidores podrían entrar al mercado a ofrecer el mismo compuesto -ibuprofeno-, pero con otras marcas comerciales y otros precios. Por supuesto, el laboratorio con el derecho de distribución hará lo posible por mantener su mercado libre de competencia, por lo que podrá argumentar, entre otras muchas razones, que antes de retirarse su licencia se deben evaluar rigurosamente los productos que entrarían a competir con su producto al mercado, ya que si son de mala calidad podrían poner en riesgo la salud de los pacientes.
Guardadas ciertas proporciones, en esencia, esto es lo sucede con los medicamentos biotecnológicos en Colombia. A diferencia del ibuprofeno, que es un compuesto químico común, los medicamentos biotecnológicos son compuestos que se obtienen a partir de organismos vivos o sus tejidos. Usando información genética y tecnologías especiales, las células actúan como fábrica de sustancias que luego se convertirán en medicamentos.
Estos medicamentos son desarrollados tras procesos minuciosos, que requieren una inversión significativa en investigación. Tras obtener un resultado fiable y científicamente verificable, éste se manifiesta en una patente que le otorga al laboratorio de la investigación una titularidad y exclusividad respecto del desarrollo del producto y de su comercialización por un lapso de 20 años, de modo que permita recuperar la inversión.
El sistema de salud se ahorrará, tan sólo
en los 8 medicamentos biotecnológicos más recobrados,
entre $300.000 y $600.000 millones, lo que permitiría
desde la construcción de nuevos hospitales
hasta la ampliación del POS.

Después de esos 20 años, la fórmula utilizada para la creación del producto se libera, lo que permite que cualquier laboratorio pueda utilizar el proceso para el desarrollo de este producto, de modo que el monopolio desaparece del mercado y entra la libre competencia que supone una reducción en los precios. A estos medicamentos realizados a partir de la fórmula original, como copias, se les conoce como “biosimilares”, lo que podría semejarse en cierta forma a lo que se conoce tradicionalmente como medicamentos genéricos.
Justamente, en este punto se llega al meollo del asunto. Los biotecnológicos no son como el ibuprofeno. Estos medicamentos son, sobre todo, utilizados para el tratamiento de enfermedades de alta complejidad, que van desde diferentes tipos de cáncer hasta esclerosis múltiple, hepatitis y enfermedades raras. La mayor parte de estos tratamientos no están incluidos en el POS y son recobrados al Fosyga. Entonces, es sobre todo el gobierno quien se las ha tenido que ver, de frente, con los altos costos que representan los medicamentos biotecnológicos. Tanto así que se habla de que los colombianos invertimos $2 billones al año en este tipo de medicamentos.
Nada más y nada menos, en 2012, cuando también estaba en discusión el tema, el diario El Espectador publicó un artículo en el que refería ejemplos de medicamentos como el adalimumab, utilizado en el tratamiento de la artritis reumatoidea, el cual era cobrado en Colombia a un precio 173% más alto que el que la misma empresa cobraba en el Reino Unido. Casos similares revelan un altísimo sobrecosto, sustentado en la exclusividad del producto, pero que va en detrimento de las arcas del sistema de salud colombiano.
Con biosimilares se reducen costos al país
Desde el punto de vista económico, el gobierno afirma que uno de los más importantes beneficios del decreto naciente es permitir el ingreso al país de los biosimilares, para así incrementar la competencia y por tanto reducir costos de los medicamentos biotecnológicos.
Se estima que por cada nuevo competidor, un medicamento reduce su precio entre 30% y el 40%. En términos de dinero, el sistema de salud se ahorrará, tan sólo en los 8 medicamentos biotecnológicos más recobrados, entre $300.000 y $600.000 millones, lo que permitiría desde la construcción de nuevos hospitales hasta la ampliación del POS.
Sin embargo, el asunto no se trata solo de ahorrar dinero. ¿Cómo definir que los medicamentos biosimilares respondan a la calidad requerida, de modo que no se afecte la salud del paciente por una reducción de precios? El decreto contempla exigir 9 tipos de pruebas a todos los biotecnológicos, para garantizar calidad y seguridad en medicamentos que entren al país. Además, se estipulan 3 rutas para la supervisión de los mismos antes de entrar al mercado colombiano.
En primer lugar, se exigirán pruebas completas a los medicamentos nuevos, lo que se refiere a pruebas pre-clínicas y clínicas que requieren de experimentación en animales y humanos, tanto enfermos como sanos. La segunda ruta es de comparabilidad, la cual se probará en medicamentos no tan conocidos, a los que también se les exigirán pruebas pre-clínicas y clínicas. La tercera y más polémica ruta es la llamada “abreviada”, que se aplicará solo para los compuestos conocidos y de probada efectividad, a los que no se les exigirán requisitos tan puntuales como en los anteriores casos.
En este punto específico se generó toda una polémica, pues las industrias farmacéuticas y algunas agremiaciones de pacientes consideraron que se trataba de una ligereza que ponía en riesgo la salud, mientras que para el gobierno se trata de un reproceso exigir dispendiosas pruebas a medicamentos conocidos y con sustancias totalmente caracterizadas, es decir, de las que se conocen sus propiedades físico-químicas. Lo curioso es que las industrias farmacéuticas financian, en parte, a grupos de pacientes reclamantes, lo que genera sospechas sobre las reales motivaciones de los reclamos.
La noticia alentadora para algunos y desalentadora para otros, es que el decreto ya está firmado. Lo que sigue es esperar al desarrollo de este bebé que durante un año estará en incubadora. Su vigencia llegará en 12 meses cuando se realicen dos guías, una de inmunogenicidad, referente a los criterios de las pruebas pre-clínicas y clínicas de cada medicamento de acuerdo con sus especificidades, y otra de estabilidad, referida a las condiciones ambientales y el período de vida útil del producto.
Este bebé, por lo tanto, aún no gatea. Pero su parto podrá ser recordado como histórico, polémico y, probablemente, según lo vaticinan algunos expertos, sería un referente internacional en la materia, cuyo debate global tiene plena vigencia.

 
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