MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 3    NO 34  JULIO DEL AÑO 2001    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Sobredosis
que matan, intoxican o embarazan


Patricia Vargas - Periodista, Medellín
Adriana (nombre ficticio de una protagonista verdadera) salió de su casa un viernes de mayo en la tarde, con un grupo de amigos. Era normal encontrarse con otros de su edad para cerrar la semana. Apenas tenía 14 años. A las 7 de la noche una de sus amigas la llevó a un centro de urgencias, a donde ingresó muerta. La leal cómplice de otras fiestas contó que toda la tarde inhaló cocaína.

Este caso permite ilustrar una cifra que tiene preocupados a los profesionales del servicio de toxicología del Hospital San Vicente de Paúl: hasta mayo habían fallecido cuatro personas por sobredosis de cocaína: dos varones luego de intensas jaranas, un joven que prestó su cuerpo para transportar la droga y Adriana
Más emociones?

El médico toxicólogo Ubier Gómez afirma que la intoxicaciones recientes ocurren por consumo de dosis altas, especialmente, de cocaína. Los consumidores están cambiando los hábitos: Anteriormente los adolescentes y los jóvenes inhalaban entre uno y tres gramos cada vez, .ahora lo hacen entre 20 y 30 gramos al día..."Si tenemos en cuenta que la dosis letal de la cocaína es de 10 gramos en un consumo agudo, estas personas superan ampliamente una dosis letal: consumen aproximadamente un gramo cada hora, y como son jóvenes, aparentemente el organismo les tolera a algunos sin causar muchos daños". Agrega el profesional que "muchas veces estos jóvenes consultan en los servicios de urgencias por cuadros de arritmias cardiacas, con ansiedad, agitación, sensación de pánico, de dolor retroesternal y sensación inminente de muerte, o porque pueden presentar cuadros confusionales agudos y estados de locura transitoria, más conocida como psicosis exotóxica". Lo grave es que, en ocasiones, cuando estos pacientes llegan a los servicios de urgencias son atendidos con medicamentos no indicados: calmantes como el aloperidol, y antiarrítmicos o antihipertensivos como el propanolol, que pueden empeorar la sintomatología del paciente y desencadenar convulsiones o arritmias. "Hemos tenido casos de pacientes que permanecen relativamente estables durante 24 ó 36 horas pero que después se descompensan con dolor retroesternal, personas que llegan infartadas y pueden presentar síntomas hasta tres días después del último consumo". Sí a esto se suma que la mayoría de las personas no consumen la cocaína como droga única sino concomitantemente con licor, se genera un compuesto derivado de la mezcla denominado cocahetileno, el cual produce vasoconstricción de las arterías coronarias, que aunada al aumento de la frecuencia cardiaca generada por la cocaína pueden desencadenar una arritmia o un infarto.
A experimentar
Los toxicólogos se encontraron con una verdad de a puño: hay una fuerte tendencia de la juventud a experimentar con nuevas drogas: el éxtasis, la heroína, no sólo inyectada, también en otras formas, por ejemplo inhalada; el LSD, el yagé, muy de moda entre los universitarios, y los grandes consumos de sicotrópicos que antes se usaban en pequeñas cantidades. Ya no se ingiere una sola benzodiazepina, conocida popularmente como "Roche", sino que consumen 5 ó 6 pastas; ya no fuma un solo cigarro de marihuana de 10 gramos, sino 5 ó 10. La realidad es aplastante, según el doctor Gómez: "estamos en un tiempo en que las personas se retan, experimentando con su propio cuerpo para ver el grado de tolerancia, y cada quien aprende a identificar hasta dónde puede llegar. Recientemente un paciente llegó intoxicado y contó que su organismo puede "aguantar" hasta 20 gramos de cocaína: comienza sin lograr detenerse y cuando se le acaba el dinero camina por Laureles mirando en qué balcones hay sillas, se las roba y las vende por 10 ó 20 mil pesos y nuevamente compra cocaína. Así repite su ronda hasta cuando amanece y no puede robar más.
Inconscientemente los consumidores buscan liberarse de la adicción mediante una sobredosis que degenere en un evento grave como un infarto o un estado convulsivo que los lleve a la muerte.
Logran su cometido? Sí, porque los pocos infartos que no matan, dejan secuelas graves, particularmente en la gente muy joven. Ellos llegan a presentar convulsiones tónico-crónicas generalizadas, de esta forma quedan con lesiones cerebrales que pueden aparecer incluso después de que los síntomas iniciales de la intoxicación se abatieron. Pacientes que ingresaron a los centros asistenciales con cambios electrocardiográficos sutiles, sugestivos de algún grado de lesión leve, y diez o doce horas después de permanecer asintomáticos, fallecen súbitamente. También logran su cometido por la accidentalidad, por la agresividad que genera en muchos de los consumidores, o por la combinación de drogas sicotrópicas. Por ejemplo una combinación peligrosa y casi siempre mortal es la de cocaína con éxtasis, porque ambas son estimulantes, generan arritmias cardiacas, hipertensión y convulsión.
Consumos que matan
Hace pocos años tres hombres jóvenes murieron en un apartamento de Belén por una sobredosis de éxtasis mezclada con cocaína. En la misma época ocurrió otro caso similar, de esos que suceden entre los denominados consumidores sociales, de fines de semana. Tanto el anterior caso como el que a continuación detallamos sucedió en circunstancias muy parecidas. Tres amigos se reúnen para inyectarse heroína y experimentar por primera vez sus efectos. Dos de los muchachos murieron casi inmediatamente, pues esa droga produce mucho sueño, más cuando no se tiene experiencia en su manejo. El tercero se salvó porque se quedó dormido con la primera cantidad de heroína aplicada. Lo hallaron con la jeringa aún puesta en el brazo, sin acabar la acción de llevar el émbolo hasta el fondo, de ahí que se encontraran restos de la droga en el envase
Son historias de nunca acabar. Un profesional de 31 años falleció luego de inhalar heroína, hecho que le produjo depresión respiratoria, destrucción muscular (porque se le bajó tanto la presión que la sangre no irriga los músculos y, en consecuencia, se destruyen. Como si lo anterior fuera poco, este hombre tuvo al mismo tiempo falla renal y hepática.
Se podrían relatar otros casos, sólo que la misma ley establece los límites para proteger la intimidad de las familias en cuyo seno ocurren las dramáticas historias, sin permitir a la fiscalía darlas a conocer a la luz pú
blica, es decir, a la prensa.
Revelaciones que preocupan
En un informe preliminar del Comité de Vigilancia Epidemiológica que opera en Medicina Legal en Medellín, sobre consumo de drogas y mortalidad violenta en 1999, los investigadores hallaron preocupantes revelaciones: tomaron muestras de orina y sangre de 350 cadáveres que ingresaron entre el 10 de mayo y el 5 de agosto de 1999. Del total, el 89% (313) corresponde a muertes violentas, en 112 (32%) detectaron ingesta de alcohol, y en 63 de los cuerpos analizados hallaron registros de alcohol "compatibles con embriaguez aguda alcohólica".
Los estudiosos encontraron otras preocupantes cifras que denotan cómo se modificó la relación existente entre muertes violentas y consumo de licor, dando un giro a la creencia popular, pero sobre todo a las evaluaciones que se hacían el pasado reciente, según las cuales en la mayoría de los homicidios el licor acompañaba a la víctima y/o al victimario. Las estadísticas confirmaron cómo la marihuana y la cocaína fueron posicionadas en la delantera de las drogas empleadas en el que podríamos llamar "escenario del crimen". En el 42.3% de los cadáveres analizados había rastros de marihuana, en el 35.7% de cocaína, en el 32% de alcohol y en el 2.9% otras drogas.
Pero también hallaron señales de policonsumos. En 53 cuerpos hubo la mezcla simultánea de alcohol y cocaína, en 90 casos evidencia de cocaína y marihuana, en 33 más del riesgoso coctel alcohol, cocaína y marihuana, y en dos cuerpos, concretamente dos mujeres, el consumo simultáneo de cuatro drogas. Frente a este último caso, la hipótesis de los investigadores se encamina a establecer que fueron drogadas en grado extremo para poder violarlas sin que pusieran resistencia.
Lo más llamativo para los epidemiólogos fue verificar que en el 69% de los casos, es decir en 240 de los occisos, su trágica muerte estuvo precedida del consumo de alguna droga. Por grupos de edad, los jóvenes entre los 15 y 24 años apenas sí ingirieron alcohol, pero en su lugar consumieron otras drogas; en tanto que el etílico se halló con mayor frecuencia en los jóvenes de 20 a 29 años, y que en un 60 por ciento de las muerte violentas de menores de 14 años se detectó la presencia de alguna droga.
¿Hay más drogas?
Por supuesto que sí. Los toxicólogos miran con asombro como los tiempos cambian y de qué manera... Hace 10 años en Colombia apenas había un reporte de cuatro casos de consumidores de heroína durante los doce meses del calendario, hoy los especialistas atiendencuatro por mes, 48 al año, con el agravante de la percepción que tienen los colombianos sobre las manifestaciones externas de un rumba. La tendencia es a creer que quien no muestra evidencias de borrachera, estuvo en una "rumba zanahoria", percepción generalizada entre los padres de adolescentes que los lleva a evitar tratar el tema de la fármaco-dependencia, en forma preventiva con ellos, afirma el toxicólogo Ubier Gómez. Los progenitores, bien por desconocimiento, bien por ignorancia, no saben que hoy los adolescentes ingieren grandes cantidades de anfetaminas como el éxtasis, se tornan hiperactivos, bailan sin descanso, toman "ríos" de agua y cuando regresan a su hogar, no evidencian la ingesta de "la reina de la noche o la pepa del amor", como popularmente denominan los muchachos a la costosa pastilla ($40.000 acompañada del refrescante líquido). Sin embargo, las secuelas se pueden percibir muy sutilmente al comienzo, pero con el paso del tiempo se hacen más marcadas: los padres no se explican cambios drásticos en el comportamiento de los hijos, pues el éxtasis como anfetamina afecta el cerebro, altera el comportamiento, la atención, la concentración, la memoria, causando irritabilidad y agresividad. Si a estos "juguetes" o "ruedas", como suelen denominar los jóvenes a estas pastas, se les mezcla licor y benzodiazepinas (Roches), pueden internarse en un túnel donde no hay conciencia por varias horas. Es el momento que aprovechan los violadores para someter, sin resistencia alguna, a las adolescentes, jóvenes e incluso a mujeres maduras, como en el caso descrito en este artículo.

No futuro para la prevención
Pero como si el creciente consumo de drogas no fuera causal de preocupación para la salud pública del país, otro hecho se tiene que agregar. Desde hace tres años no se tienen registros confiables sobre el impacto de ese consumo, pues las entidades que trabajan con drogadicción, por problemas económicos derivados de la época recesiva que campea por todo el país, y del actual sistema de atención en salud definido en la Ley 100 del 93, abandonaron el cuestionario que llenaban los participantes en los programas para centralizar la información y llevarla al "VESPA". De esta forma se conocía la incidencia del consumo de drogas, los rangos de edad, y las tendencias de consumo por grupos poblacionales, entre otros datos. Se diseñaban estrategias poblacionales para atacar el problema de la drogadicción.
Las pocas campañas de prevención en los últimos 36 meses se basan, en buena parte, en datos presuntivos y no concretos, hecho que conlleva un factor de riesgo en el enfoque de las mismas. En consecuencia cada institución elabora su programa de acuerdo con su "experiencia" y, por supuesto, con datos muy fragmentarios. No somos temerarios en afirmar que lo poco que se avanzó en el primer periodo de los 90 en cuanto a prevención de la fármaco-dependencia, fue borrado con el abandono estatal a las estrategias para controlar el consumo de drogas. Porque si se había caminado dos pasos, en los últimos tres años el desacelere, prácticamente convertido en parálisis, ha hecho que retrocedamos cuatro, y que en cambio ahora nos aventaje, y con una larga distancia, el consumo de drogas.
...De la selva hasta nosotros
Martha Cecilia Rodas O..
La moda, la búsqueda de respuestas místicas o de instantes de alucinación, han traído al escenario del consumo de drogas sicoactivas en las ciudades una planta que produce mucho más que viajes a otras esferas.
"Parece ser que el consumo del yagé ha sido común durante varios milenios en las comunidades indígenas del extremo noroeste de América del Sur", sostiene la doctora Ana María Giraldo, del Departamento de Toxicología del Hospital Universitario San Vicente de Paúl. Su uso medicinal y religioso, en la mayoría de los casos, le ha permitido a los chamanes y sus comunidades diagnosticar enfermedades, proteger al pueblo de desastres, comunicarse con los antepasados, las plantas, los animales y los espíritus, defenderse de los enemigos, adivinar el futuro y liberar el alma de su confinamiento temporal.
El empleo del yagé en estas culturas está basado en un conocimiento profundo de las plantas y sólo es usado en rituales y ceremonias mágicoreligiosas. Comúnmente se conoce como yajé, yagué, yagé, ayahuasca, enredadera de los muertos, enredadera de las almas, bejuco del alma, soga del ahorcado o escalera a la Vía Láctea. Los indígenas, en cambio, le llaman caapi, gahpí, kahpí, mihí, dapá y pildé.
Del rito al pito, el smog…¡la urbe!
Como la curiosidad no tiene límites y los cuentos que llegan sobre esta planta desde la selva son tan fantásticos, los hombres y mujeres urbanos(as) también quieren experimentar estas sensaciones. Es el espacio en el que el consumo de drogas es más frecuente e indiscriminado, pues no corresponde a un grupo social específico, atraviesa todos los estratos socio-económicos y niveles culturales. Claro está, no todos le jalan a lo mismo, pues los costos dependen del tipo de producto y las opciones dependen del tipo de consumidor.
Es ahí, en ese punto, en el que el bejuco del alma hace su aparición en el escenario urbano. Esta es una planta alucinógena, que no genera adicción y que no tiene un costo muy alto.
En algunos círculos sociales, más interesados en cuestiones antropológicas, sociológicas y culturales, se ha detectado el consumo. Su interés particular es de carácter intelectual, no obedece a ningún tipo de adicción a las drogas, aunque en algunos pueda serlo así. Sin embargo, los consumidores sociales de drogas se acercan a este tipo de producto por snobismo, moda o falta de identidad.
De cualquier manera, para que el yagé produzca las alucinaciones de las que tanto hablan los chamanes falsos y verdaderos que han llegado a las ciudades a traernos esta planta, sólo causa ese efecto después de que aparece dolor abdominal, vómito y diarrea en quien lo ha ingerido. Si nada de eso ocurre, la voz de la naturaleza no se escuchará, a menos que el consumidor tenga mucha imaginación.
Con las plantas rituales hay que tener cuidado y respeto. Y como dice el médico Ignacio Vergara, "abordar para una audiencia científica un tema como el de las plantas sagradas, es exponerse a irrespetar las plantas sagradas, o a la audiencia científica o, en el peor de los casos, a ambas".
Por ahora no hay estadísticas relevantes sobre el consumo de yagé en las ciudades. Más bien es evidente el auge de las sustancias psicoactivas, que tampoco es nuevo, y la ignorancia de quienes se acercan a él, hasta en la forma de consumirlo. El yagé se ingiere por vía oral, es una bebida amarga, una especie de aromática que se prepara con la corteza de la planta. Después, es necesario un buen guía y, por si las dudas, un médico a la mano. Los efectos posteriores a la alucinación, que puede prolongarse durante cuatro horas, son distintos en cada paciente.
 
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