MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 94   JULIO DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Agua privatizada
para saciar sed de ganancias
Juan Carlos Arboleda Z.- elpulso@elhospital.org.co
“La privatización es una operación contra la democracia”. Noam Chomsky
Según Naciones Unidas, hoy carecen de agua potable más de 1.300 millones de personas. Según el doctor Santiago Echavarría, director del Centro de Tecnología de Antioquia, en menos de 25 años las dos terceras partes de la población mundial puede entrar en “estrés hídrico” o consumo superior a la oferta de agua disponible para consumo; esto, porque si bien tenemos la concepción de que el recurso agua es inagotable, lo apto para el consumo es poco: del total de agua del planeta, apenas 2.8% es agua dulce, la mayoría congelada en polos y glaciares. Sólo el 0.02% es agua superficial y 0.37% son aguas subterráneas que representan el 99% del agua dulce del planeta -según el doctor Oscar Mejía de Corantioquia- y cuyo acceso requiere tecnologías de extracción cada vez más profunda. Sin embargo, el problema no es si la cantidad existente alcance para la población mundial: el problema es el acceso y distribución, su acelerada contaminación y su despilfarro.
Una privatización camuflada de altruismo
El panorama del agua debe ser visto en un contexto global. Según un principio de la Declaración de Dublín sobre Agua y Desarrollo Sustentable en 1991, “el agua tiene un valor económico en los diversos usos a que se destina, y debería reconocérsele como un bien económico”. Del mismo modo, Michel Camdessus, exdirector del FMI, en la Declaración final de la reciente Cumbre de Monterrey, dijo: “Sólo el sector privado puede asegurar de manera eficaz el financiamiento necesario para reducir a la mitad las personas que no tienen acceso al agua y servicios sanitarios”, dando puntadas iniciales para la privatización del agua. Los organismos internacionales presionan y se ofrecen para solucionar la distribución mundial del agua, pero esta 'liberalización' entendida como desregulación y privatización, tiene un principio de condicionalidad que imponen tradicionalmente el Banco Mundial y el FMI; es decir, un país puede obtener créditos a condición de que liberalice y privatice los sectores de actividad para los cuales ha solicitado ese apoyo externo, en donde la prioridad está dada a la inversión privada.
La consolidación de las políticas privatizadoras puede ser el inicio de una tragedia, según vaticina el doctor Saúl Franco, Director del postgrado de Salud Pública de la Universidad Nacional, al considerar que el agua está en la base de la salud humana, y una prueba es como las grandes epidemias de la humanidad han tenido que ver con carencia, utilización inadecuada o no disponibilidad del agua. En Colombia, continúan muriendo personas de gastroenteritis relacionadas con el agua y por infecciones tanto en la primera infancia como en la vida adulta, y el problema tiende a agravarse: “Si se pasa de que el agua sea un bien público y de acceso universal a una mercancía, van a darse efectos devastadores sobre la calidad de vida de la gente y la salud, y va a incrementarse la mortalidad por fenómenos que sólo cuidando adecuadamente este recurso natural se pudieran evitar”.
Para el doctor Franco, el Estado no puede ser un observador de las privatizaciones: su papel tiene que ser activo en la solución a los problemas, siendo garante de los servicios públicos; aunque los procedimientos del agua generan costos, el Estado debe garantizar que esos procesos no se traduzcan en exclusión a sectores de la población, dejándolos sometidos a las leyes del mercado. Afirmó: “Son responsabilidades que no se pueden delegar sin incurrir en una grave violación de derechos fundamentales”.
Algunas privatizaciones en Bolivia
El peligro de la privatización no es resultado de imaginaciones alarmistas, apocalípticas o de oposiciones al capitalismo; algunos casos con resultados nefastos para la población, muestran peligros inminentes. En Cochabamba, Bolivia, las acciones de Bechtel generaron en el año 2000 “la guerra del agua”, que originó su salida del país: la empresa triplicó tarifas e impuso un mínimo de 60 dólares mensuales ($141.000 colombianos); sin embargo, Bechtel demandó al Estado boliviano en 25 millones de dólares «por daños y perjuicios». En el Alto Bolivia, la concesión en manos de la multinacional francesa Suez, incrementó tarifas hasta 445 dólares mensuales ($1'045.750 colombianos - 9 salarios mínimos mensuales bolivianos), haciendo que unas 200.000 personas quedaran sin acceso al agua; el gobierno intentó dos veces revisar el contrato pero la transnacional rechazó la autoridad de cualquier organismo oficial y demandó por 120 millones de dólares ante el Centro Internacional para el Arreglo de Diferencias Relativas a la Inversión -CIADI- oficina dependiente del Banco Mundial, que 'curiosamente' posee 8% de acciones de la concesión, convirtiendo al banco en juez y parte.
En Colombia
Las evidencias muestran que el tratamiento del tema del agua ha sido caótico; según el doctor Carlos Zárate, director de la Corporación Ambiental de la Universidad de Antioquia, en el país existen mas de 16.000 normas que regulan el manejo del agua, convirtiéndola en una legislación casi inaplicable por su extensión. Además, cuando se formularon los proyectos de la Ley 99/93 para reorganizar el Sistema Publico Nacional del Ambiente, una propuesta era crear sólo 5 grandes corporaciones autónomas regionales en las 5 grandes regiones biogeográficas del país; esto no fue aprobado y hoy se tienen más corporaciones que departamentos, lo que lleva a que al momento de ordenar una cuenca se necesite gran capacidad de concertación entre las corporaciones, debido a que los ríos no 'respetan' las fronteras políticas; además, se fragmentan los recursos repartidos entre diferentes entidades y no es fácil que coincida la definición de prioridades.
El doctor Luis Alfonso Escobar, coordinador del Plan Estratégico de Antioquia -Planea-, reconoce que ”nuestra legislación concibe el agua como un bien público, pero potabilizar, transportar y entregar el agua implica costos que hacen del agua un instrumento transable después de potabilizarse; necesitamos empresas que presten el servicio con un nivel de flujo de caja adecuado y una participación del Estado con un criterio regulador, un margen tarifario manejado con criterio de beneficio económico, pero siempre como un bien social”.
La doctora Maria Elena Cruz, consultora de la Dirección de Agua Potable del Ministerio de Ambiente, informó que se trabaja en un proyecto de decreto para brindar calidad de agua: “Pedimos unos mapas de riesgo que involucren sistemas de acueductos y micro-cuencas abastecedoras, de forma que hayan barreras de seguridad para que desde la toma de agua en la fuente, se tengan buenas condiciones para hacer sencilla la potabilización; el proyecto también busca solucionar falencias en seguimiento a la calidad del agua -que involucra unos 100 parámetros para controlar-, pues se construye un índice que pondera los indicadores más representativos”. Sin embargo, la reducción en los parámetros de medición parecería un acomodamiento de la normatividad a las conveniencias de las multinacionales, próximas a entrar gracias al TLC, que no verían atractivo nuestro mercado al tener que controlar 100 ítem diferentes con sus costos respectivos.
Ley del Agua
Actualmente el gobierno también prepara una nueva ley del agua, proyecto que según el doctor Juan Manuel Díaz, investigador asociado del Instituto Alexander Von Humboldt, abre la puerta para que el agua se vuelva objeto de un manejo político que conduce a la privatización del acceso al recurso, cuando en realidad la ley debería definir el agua como bien público, y reglamentar las condiciones de su uso para evitar contaminación: “Tenemos ley de bosques, vamos a tener ley del agua, la ley del aire es lo que sigue, todos los recursos del planeta van a terminar siendo objeto de ese tipo de negociaciones, pero un aspecto que no hay que olvidar es que el agua no es solo un recurso para uso exclusivo de la humanidad; si abstraemos el resto de animales y plantas, vamos a causar la extinción de organismos y estamos siendo miopes”. El proyecto incluye también la posibilidad de concesiones sin determinar el tiempo máximo de las mismas, y si bien un mayor tiempo da seguridad jurídica a los inversionistas, permite la apropiación ilimitada por parte de particulares; como lo afirma el doctor Zarate, “al hacer a la naturaleza objeto de la apropiación privada, la relación para su uso no queda necesariamente en la satisfacción de una necesidad básica, sino en la posibilidad que se tiene o no de pagar por ella, y ese es el temor que existe a nivel internacional respecto del agua”.
¿Qué sigue?
Ya se plantea el concepto de “cuenca atmosférica”, como interrelación entre los recursos de la naturaleza; por ejemplo, el agua en su estado gaseoso también debe ser objeto de cuidado, al considerar que buena parte de la contaminación existe en la atmósfera; a esto le sumamos que el articulo 5 de la Ley 99/93 dice que todos debemos participar en el pago de las labores de descontaminación de los recursos naturales, por lo que las posibilidades de que en un futuro mediato los procesos de 'descontaminación' del aire propuestos desde Kyoto y aplicado en países en vía de desarrollo a través de siembras de bosques, revierta en cobros a los ciudadanos por un aire “más limpio” para respirar. El asunto es: ¿quienes pagarán por un aire 'limpio', cuando los principales contaminadores (la gran industria respaldada en capital privado) son quienes muy posiblemente también entren en el negocio del aire? Si bien el agua como recurso limitado debe ser objeto de políticas para su conservación, la tendencia a una privatización en el manejo del recurso evade el tema de fondo: mientras un habitante del sur del planeta consume 20 litros de agua en promedio, un italiano gasta más de 200 y un norteamericano 600...
 
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