MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 265 OCTUBRE DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388
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Se estima que en Colombia al menos 2,4 millones de personas padecieron hambre en el trienio 2016-2018 según cifras de la Organización Mundial para la Alimentación y la Agricultura – FAO, a lo que se suma que 5 de cada 10 hogares colombianos (el 54.2% para ser más precisos) tiene dificultades para conseguir alimentos y están en inseguridad alimentaria de acuerdo con la Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia, ENSIN del 2015.
Esto sin contar con que en el contexto de una pandemia mundial, la inseguridad alimentaria aguda o crítica tiende a empeorar tal como lo alerta el Reporte Global sobre las Crisis Alimentarias GRFC que para el 2020 prevé una caída abrupta y catastrófica del ingreso y del empleo en muchos países en desarrollo y en países más desarrollados.
De hecho, según la encuesta Pulso Social del Dane, una cuarta parte de los hogares colombianos ha tenido que reducir de tres a dos comidas diarias y el 10 % de los hogares sólo tienen para una comida al día.
De acuerdo con el director del Dane, Juan Daniel Oviedo: “se ha discutido con la comunidad internacional que un ‘coletazo’ de la pandemia de la Covid-19 pueden ser este tipo de reducciones en el tema alimentario. Ahí evidenciamos que aquellos hogares que hace un año reportaban comer tres veces al día ahora dicen comer solo dos veces, y eso genera una vulnerabilidad importante porque ese 25 % coincide de manera representativa con los hogares que no están recibiendo ingresos en los últimos meses como efecto de la pandemia”.
Claudia Rey, de la Universidad EAN, explicó que en Colombia la desnutrición gestacional y un bajo peso al nacer son una realidad que hay que superar, “cuanto antes mejor”. El 73 % de estos casos se presentan en estratos 1 y 2, y en departamentos como Cundinamarca, Boyacá, Vichada, entre otros.
Y es que la desnutrición infantil afecta el desarrollo físico y cognitivo de los niños expuestos a déficit de nutrientes, lo que no siempre implica hambre sino alimentación inadecuada, pero también golpea duramente a los ancianos. Según Nutrition Day el 40 % de los adultos mayores hospitalizados en Colombia tienen desnutrición crónica, lo que disminuye drásticamente sus posibilidades de recuperación.
Es por esto que, desde el Congreso de la República se han venido levantando voces en favor de la seguridad alimentaria, que ayude a las familias a conseguir más fácilmente su alimento y a los campesinos a producirlo en condiciones de mercado más convenientes.
La primera de esas iniciativas ya la radicó en julio el representante a la Cámara, Julián Peinado, con un proyecto de acto legislativo cuyo objetivo es elevar a rango constitucional el derecho humano a la alimentación y a no padecer hambre.
Según el autor, al consagrar el derecho fundamental a la alimentación y a no padecer hambre se establece la obligación para el estado de construir políticas públicas y de destinar recursos tanto políticos, económicos como administrativos que contribuyan a concretar el fin para el cuál fue promulgado el derecho.
“No se justifica que un solo niño esté pasando hambre en Colombia. Nos solidarizamos con los colombianos en un momento de crisis donde el desempleo ha alcanzado un pico histórico del 21,4 % lo cual se traduce en falta de ingresos y en hambre. Es aquí donde el estado debe extender una mano solidaria y asegurar de una vez por todas el derecho a no padecer hambre por parte de todos los ciudadanos colombianos”, explicó Peinado.
En 2011 un proyecto de ley con la misma finalidad fue aprobado en siete debates pero en el octavo y último no contó con las mayorías necesarias para convertirse en ley. En ese momento, se discutió que la alimentación debía ser reconocida como un derecho de los adolescentes en el artículo 45 de la Constitución, teniendo en cuenta que el mismo ya está consagrado como un derecho fundamental para los niños y niñas en el artículo 44.
Al respecto, el representante Julián Peinado señaló que este proyecto se refiere a estos derechos desde una visión holística donde la alimentación se interrelaciona y es interdependiente con otros derechos y acciones como lo son la protección ambiental y los derechos de la naturaleza. “Alimentarse no se reduce al acto de comer pues depende de la calidad y del tipo de alimentos consumidos, de la seguridad alimentaria, de las garantías que se les dé a los campesinos para sacar su producción, de los métodos de producción limpios, etc.”.
Incluso Juan Carlos Buitrago, director del Banco de Alimentos de Colombia, indicó que acabar con la desnutrición en Colombia podría generar un aumento de ingresos per cápita entre el 4,3% y el 6,5% por año, lo que ayudaría a catapultar la economía nacional en un momento de crisis global.
El senador Iván Agudelo presentará en noviembre otro proyecto que busca garantizar la seguridad alimentaria desde el agro.
En diálogo con El Pulso el congresista manifestó: “Tenemos un país lleno de potencialidades, contamos con todos los climas, una de las mayores biodiversidades del mundo, dos océanos, entre otras notables ventajas, con ello, podríamos generar la suficiente producción agrícola y pecuaria para que todos los colombianos puedan contar con acceso a alimentos de primera calidad. Sin embargo la pandemia nos ha mostrado que la realidad es otra, tenemos serias carencias en la producción de nuestros alimentos y dependemos de las dinámicas del mercado internacional para contar con suficiente provisión de alimentos”.
Por eso, su propuesta en materia de seguridad alimentaria consiste en generar condiciones y estímulos para el desarrollo del potencial de producción de alimentos en Colombia, con un elemento clave: la generación de conocimiento científico y de agrobiotecnologías pensadas para las condiciones colombianas y los problemas de este territorio.
Así que el objetivo de su iniciativa partirá de potencializar la Corporación colombiana de investigación agropecuaria (Agrosavia), para que se faciliten las condiciones para hacer investigación y generar conocimiento en Colombia en áreas que apunten hacia el uso sostenible de la agrobiodiversidad.
Y es que para Agudelo: “pensar en la seguridad alimentaria de Colombia nos hace pensar en bioeconomía para transformar el conocimiento de la vida en productos nuevos y pagar esa deuda histórica con nuestro campo”.
Según Claudia Martínez, coordinadora de la Coalición para la alimentación y el uso del suelo, FOLU Colombia, se ha creado la hoja de ruta sobre lo que se tiene que poner en un plato de comida sano y saludable, disminuyendo las pérdidas y desperdicio de alimentos, enfocados en mercados justos e incluyentes, asunto al que se le tiene que seguir apostando en el país para reducir el hambre y mejorar las condiciones de vida de los campesinos.
Por lo que Clemente Forero, de la Misión de Sabios, concluyó con esta idea: “la necesidad de una autonomía nacional, que pase por desarrollar una capacidad científica y tecnológica, una capacidad productiva y que estas dos acopladas le permita a la sociedad colombiana ser un poco más dueña de su destino”.
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