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La soledad, una experiencia humana universal, emerge como un problema de salud pública en la sociedad contemporánea. A medida que las estructuras familiares cambian, la tecnología avanza y las conexiones sociales disminuyen, la soledad no deseada termina por afectar el bienestar físico y mental de la población.
Aunque a raíz de la pandemia, los temas de salud mental se han visibilizado en la sociedad, la soledad es un sentimiento aún normalizado. No obstante, vale aclarar que esta también puede ser una decisión personal y que, por lo tanto, no está asociada a ninguna problemática. Para muchos, se presenta como la oportunidad de encontrarse a sí mismos.
“Para la mayoría de los investigadores en psicología, la soledad se define como la ausencia de relaciones sociales satisfactorias y que viene acompañada de manifestaciones físicas y psicológicas de Distress o también llamado el estrés malo; en este sentido, regularmente para la población suele ser una experiencia displacentera y una de las causas más comunes por las cuales las personas consultan con un psicólogo clínico o un psicoterapeuta”, señala Martin Velarde Borjas, psicólogo especialista en Psicología Clínica y Salud Mental, representante del Campo Psicología Clínica del Colegio Colombiano de Psicólogos - Colpsic del Capitulo Antioquia – Chocó de Colpsic.
La preocupación por las repercusiones que puede tener la soledad en la salud de las personas es cada vez mayor. En el 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que entre el 20 % y el 34 % de las personas mayores en China, Europa, América Latina y los Estados Unidos se sienten solos. Para el 2023, la OMS decidió crear una Comisión sobre Conexión Social para combatir la “epidemia global de soledad”. En su comunicado manifestó que “la falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura asociado con otros factores de riesgo más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad y la contaminación del aire”. Asimismo, declaró, con base en diversos estudios, que la soledad puede incrementar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares en un 30 %.
La soledad tradicionalmente ha sido objeto de estudio en adultos mayores; no obstante, diversos estudios han demostrado que afecta a todas las edades. De hecho, de acuerdo con los datos de la OMS, una de cada cuatro personas mayores sufre de aislamiento social, y entre un 5 % y un 15 % de los adolescentes padece soledad. Por ejemplo, los jóvenes que se sienten solos tienen más probabilidades de desertar en el colegio y de adquirir el hábito de fumar.
En el contexto de Colombia, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) publicó en el 2020 el informe “Soledad” en Colombia, una aproximación desde las fuentes de estadísticas oficiales - Serie Notas Estadísticas, donde concluyó que, a nivel nacional, el 34,7 % de las personas mayores de 18 años no cuentan con redes de apoyo y confianza. No obstante, “los hogares unipersonales de millenials tienen una menor probabilidad de sentirse solos, pues son quienes en menor proporción declararon no contar con una red de apoyo y confianza”.
Aunque 2.64 millones de personas viven solas (18,6 % de los hogares colombianos), según el Censo Nacional de Población y Vivienda (CNPV) del 2018, la última encuesta de salud mental del 2023 encontró que el 44,5 % de los ciudadanos encuestados afirman que “la casa” es el escenario más propicio para generar problemáticas de salud mental. En ese sentido, la soledad “es una experiencia subjetiva y, en todo caso, no implica necesariamente la ausencia de personas alrededor. A veces, las personas pueden estar rodeadas de gente y sentir solas”, manifiesta Velarde.
Según el doctor Antonio Toro Obando, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana y de Psiquiatría, y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, la soledad tuvo un gran impacto en las personas mayores durante la pandemia, “en las cuales se vio un mayor deterioro en sus funciones mentales, un pico de síntomas ansiosos y depresivos, y un mayor declive en las funciones de los pacientes con demencias”
“El relacionamiento social no implica solo el tema de prevención de depresión o de ansiedad, sino también de la comunicación con el otro; es decir, mantener activas nuestras funciones mentales, la memoria, el razonamiento, el cálculo, la orientación”, agrega el doctor Toro. En consecuencia, la salud de los adultos mayores se afectó al debilitarse estas funciones.
Asimismo, el psicólogo Martin Velarde Borjas comenta que la soledad es tanto la causante como la consecuencia de problemáticas de salud mental, por ejemplo, “uno de los síntomas presentes en el Trastorno Depresivo Mayor es el aislamiento o sustracción de las relaciones sociales, así como la falta de voluntad para emprender acciones de socialización”.
Pero ¿cómo tratar la soledad? ¿Qué pueden hacer los entes gubernamentales y de salud al respecto? Para Velarde, “ante una época donde médicos y psicólogos se ven obligados a tener consultas express, el reto para los profesionales de la salud pública es comenzar a reconocer a los sujetos que consultan como “individuos”, personas con nombre e historia propios. La humanización, la escucha activa dignifica al ser humano, le dice tú existes, te reconozco y te respeto”. En ese sentido, es importante establecer y llevar a cabo políticas públicas que propendan por la humanización del usurario, de manera que el paciente se sienta acompañado durante su proceso.
Igualmente, se pueden promover actividades culturales y deportivas en la ciudad, dentro de las empresas y las universidades, reducir jornadas laborales que permitan que las personas tengan mayor espacio para la socialización y el ocio.
Uno de los desafíos principales es el manejo de la tecnología y las redes sociales, que puede ser beneficioso o contraproducente para la salud mental de la población. Por una parte, como lo demostró la pandemia por COVID-19, es una herramienta que permite que las personas se mantengan conectadas aun en la distancia. Por la otra, aunque parezca paradójico, para el docente Antonio Toro existe una delgada línea “entre que nos están ayudando a comunicar o que perdemos mucho el contacto social”, puesto que puede provocar un aislamiento.
La soledad, entonces, está ligada a diversos factores, desde las relaciones familiares, la construcción de una red de apoyo, el entorno laboral y social, hasta el uso de la tecnología. Como lo propone la OMS, es necesario revisar cómo esto puede afectar negativamente a la población y hasta dónde puede llegar su impacto, tanto en la población mayor como en los niños y adolescentes.
A través de la puerta cerrada de un apartamento o de una casa, puede haber una persona sintiéndose sola, sin saber cómo pedir ayuda.
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