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Medicina
y espiritualidad
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Incorporar el
tacto y otras acciones cargadas de humanidad y arte (más
que ciencia de manera exclusiva), son espirituales en la medida
que nos ayudan a recuperar el sentido de la medicina que practicamos
y ayudar también a recuperar el sentido de vida que a
veces parece estar en entredicho por la enfermedad. |
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Desde los principios del desarrollo
de la medicina como "ciencia", se ha pretendido catalogar
a los pacientes como objetos de estudio. Una de las premisas
de este enfoque pretendidamente "objetivo", es tomar
distancia de aquello que se pretende estudiar (para el caso
de la medicina, el ser humano). Ello equivale a limitar la relación
médico-paciente a una simple transacción, donde
se excluyen los sentimientos del terapeuta y los de la persona
que busca ayuda. De acuerdo con este contexto, no sería
válido e incluso sería peligroso, desarrollar
algún tipo de afecto o vínculo que no sea estrictamente
"médico".
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Indiscutiblemente
las relaciones entre seres humanos se establecen a través
de los sentidos: La vista, el oído y por qué no,
el tacto. Pero las enormes posibilidades que nos permiten los
sentidos para enriquecer el vínculo médico-paciente,
se ven cada vez más limitadas. Por una parte, el auge
de las tecnologías de la información y la comunicación
(TICs), hace parecer verosímil una relación médico-paciente
mediada única y exclusivamente por los dispositivos electrónicos
a distancia.
Además, el aparente desencanto por la semiología
médica experimentado con frecuencia por los docentes
y los mismos estudiantes de medicina, ha provocado cierto menosprecio
y desconfianza hacia las maniobras de exploración física
(que involucran el uso de los órganos de los sentidos
del médico), pues parecen imprecisas en comparación
con las potentes pruebas diagnósticas. Pareciera que
una batería extensa de para-clínicos reemplazara
el contacto con el paciente... ¿Acaso a menor contacto
con el paciente es mayor el número de pruebas diagnósticas
ordenadas por el clínico? |
Saludar de mano, ayudar
a los pacientes
a incorporarse de una silla o del lecho de enfermo,
examinar al paciente por completo por medio de la
palpación, pueden reforzar nuestra relación
con ellos
y ser manifestaciones del arte de la
medicina por sí mismas.
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Finalmente y una razón
muy discutible, es la emergencia de las enfermedades de alta
transmisibilidad, como la tuberculosis o las infecciones por
bacterias resistentes a múltiples antibióticos.
Como medida más importante se emplea, de forma más
o menos exitosa, el aislamiento por aerosoles y por contacto
de los pacientes. Estas medidas indiscutiblemente útiles
nos pueden generar la impresión de que es mejor no tocar
a otro ser humano, bajo riesgo de contagio...
Pese a los ejemplos anteriores, cada vez es más sentida
la necesidad de recuperar el arte de la medicina. Esto es, incorporar
la subjetividad del médico y el paciente y por qué
no, el contacto humano como recurso fundamental para enriquecer
esta relación. Es aquí donde entra en juego el
llamado "tacto terapéutico". Más allá
de mencionar esta acción como parte de las terapias alternativas
(como el Reiki, por ejemplo), me gustaría referirme a
la parte más sencilla y potente que involucra el tocar
de manera respetuosa a nuestros pacientes como una forma de
expresión muy humana.
Acciones como saludar de mano, ayudar a los pacientes a incorporarse
de una silla o del lecho de enfermo, examinar al paciente por
completo por medio de la palpación, pueden reforzar nuestra
relación con ellos y ser manifestaciones del arte de
la medicina por sí mismas. También podría
ser válido en determinados escenarios dar un abrazo de
consuelo a nuestros pacientes para hacerles sentir que simplemente
estamos allí.
Incorporar el tacto y otras acciones cargadas de humanidad y
arte (más que ciencia de manera exclusiva), son espirituales
en la medida que nos ayudan a recuperar el sentido de la medicina
que practicamos y ayudan también a recuperar el sentido
de vida que a veces parece estar en entredicho por la enfermedad. |
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