MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 281 FEBRERO DEL AÑO 2022 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com icono facebook icono twitter icono twitter

El cuidador, una figura en riesgo de olvidar su Yo

Gloria Yaneth Agudelo nunca pensó que su vida iba a cambiar cuando dio a luz. Pero la sorpresa de una niña, llamada Angie, con retardo moderado y parálisis débil, la convirtió en una madre llena de dedicación… y también en una mujer que abandonó todos sus sueños.

Por: Yéssica Tuberquia Agudelo
elpulso@sanvicentefundacion.com

El Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia define a un cuidador como “aquella persona que asiste o cuida a otra en situación de dependencia funcional, lo cual le dificulta o impide el desarrollo normal de sus actividades básicas de la vida diaria’’. Así, los cuidadores se enfrentan día a día a cuidar de otra persona y lo que eso implica, como aprender funciones básicas de enfermería, hacer las tareas del hogar, estar pendiente a las necesidades del otro y, también, de sí mismo; sin embargo, si su rol está en servicio las 24 horas, ¿cómo repartir los tiempos entre un “yo” y un “otro”?

Desde hace 26 años, Gloria tiene la misma rutina: se levanta, le da el desayuno a su hija, la baña, la organiza, la pone a ver televisión mientras que limpia la casa, hace el almuerzo, le da el almuerzo, pasan la tarde, la acompaña cuando le dan sus convulsiones, algunos días van a citas médicas, la empijama y se acuestan a dormir…juntas, en la misma cama. Veinticuatro horas, Angie y Gloria.

Ella es solo uno de los casos entre las 8.6 millones de personas cuidadoras con dedicación exclusiva que hay en Colombia, según un artículo publicado en el 2021 por el Concejo de Bogotá. Es por esto que se propuso el Proyecto de Ley 267 de 2020 para los cuidadores de personas con discapacidad, en el que se busca construir un sistema de registro de localización de esta población y así realizar una caracterización; garantizar una flexibilidad horaria para aquellos que también trabajan; proponer el 24 de julio de cada año como el Día Nacional del Cuidador; incentivar empleos para cuidadores que puedan realizarse por teletrabajo, entre otros.

Ante esta última propuesta, la psicóloga Sara Meneses, especialista en Psicología del Cuidado Paliativo plantea que no es tan fácil como parece y que depende de la situación del discapacitado: “Si es alguien con una discapacidad de movilidad, pero es autónomo en otros aspectos, la demanda del cuidado va a variar. Pero si es una enfermedad que compromete toda su parte ósea, muscular, alimentaria, y yo tengo que estar 24/7 ahí, ¿cómo voy a hacer teletrabajo? Es una actividad extra, porque entonces es la casa, los cuidados de la persona y una vida laboral”.

Medellín, por su parte, tiene una Política Pública para cuidadores y cuidadoras consignada en el Acuerdo 027 del 2015, que busca institucionalizar la atención integral mediante la capacitación de los cuidados y construir redes barriales de apoyo. En consecuencia, Medellín Futuro posee diversos proyectos con miras a beneficiar a los cuidadores: desde Amautta, “tenemos formación a cuidadores para personas mayores, en un proyecto que pretende acompañar a las personas cuidadoras desde el punto de vista psicosocial y técnico del cuidado”, afirma Juan Daniel Pulgarín, subsecretario de Grupos Poblacionales de la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos; el modelo de familias cuidadoras, que apunta a la profesionalización de la labor del cuidador, en la que se le asigna a una persona mayor a una familia cuidadora y se le paga, bajo la modalidad de subsidio, un salario mínimo.

En este momento, la Alcaldía tiene abierta una nueva convocatoria, que finaliza el 11 de marzo, con 8 000 cupos para inscribirse en alguno de los siete proyectos que buscan beneficiar a las personas con discapacidad y sus cuidadores. Para estos últimos, se concibe un acompañamiento psicosocial y una construcción de emprendimientos, “como respuesta a tener una vida independiente de la persona con discapacidad, un proyecto de vida propio, con miras, también, de mejorar sus condiciones de vida”, explica Melitza Bogallo Cañas, líder del proyecto de la Unidad de Discapacidad. Los cupos se van a priorizar teniendo en cuenta la vulnerabilidad, el puntaje del Sisbén, la edad, el régimen de salud, el tipo de discapacidad y según la disposición de las comunas y corregimientos.

Gloria y Angie han vivido siempre en Aranjuez. Nunca recibieron una ayuda. Alguna vez le dieron la oportunidad de subsidio por discapacidad, pero Angie ya era mayor de edad; eso implicaba que primero debía contratar un abogado e ir donde un juez para que la determinara como incapaz de recibir y administrar dinero… No tenía con qué pagar, ni tiempo para hacer el proceso… Siguieron sosteniéndose por el sueldo de Jairo, el esposo y el padre. “Me hubiera gustado que tan siquiera me hubieran dado una ayuda económica. Yo no puedo trabajar y Angie… tampoco”.

La psicóloga Meneses insiste en que el “cuidado” al cuidador debe ir más allá de las ayudas económicas y del acompañamiento psicosocial: “Debe ser un cuidado en todas las dimensiones. Nosotros hablamos de cuatr: lo biológico, lo psicológico, lo familiar (social) y lo espiritual”. Si alguna de estas dimensiones se desatiende, el cuidador puede quedarse sin una red de apoyo, puede descuidarse a sí mismo, como el dejar de comer o no prestarle atención a su propia salud, puede aislarse. En ese sentido, propone la posibilidad de un relevo al cuidador; “¿Quién le dice “ven, yo me quedo con tu familiar mientras vas a una cita médica”? Hace falta”. No obstante, el Acuerdo 027 del 2015 indica ya “la creación de las redes barriales del cuidado, en la medida que se le puede pedir a alguien del barrio que vaya y cuide por un momento mientras la otra persona necesita hacer algo”, argumenta el subsecretario Pulgarín.

Angie solo sabe caminar con un poco de dificultad… de resto, nada. Únicamente sabe decir “má” y cuando má no está, solo sabe llorar; no el llanto de un bebé, sino el llanto de alguien a quien le han roto el corazón, con pataleta y rabia, con los puños, con el ruido estridente que le avisa a toda la cuadra que su mamá se fue de su lado. No importa si está acompañada por otro familiar, como la abuela o las tías, ella llora su má como si la hubieran abandonado. “Yo vivo dos días. Yo vivo dos vidas; la de ella y la mía”.

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