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Ley de talento humano
en salud:
¿Para qué y para
quién?
Juan
Carlos Arboleda Z. - elpulso@elhospital.org.co
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La necesidad de
una ley que regulara la labor del talento humano en salud se
puso en la palestra desde 1994, sólo un año después
de implementada la Ley 100. Desde entonces se han tenido proyectos
de ley presentados al Congreso de la República que fueron
rechazados o retirados, promesa de la ley desde el alto gobierno,
discusiones desde la academia, sociedades científicas
y gremios, investigaciones de asesores internacionales financiadas
con recursos del Programa de Apoyo a la Reforma en Salud -PARS-
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y varios
libros sobre el tema, todo lo cual evidencia la importancia
que tomó este asunto pendiente en salud.
Sin embargo, pocos han planteado la pregunta más simple
y que puede esclarecer el fondo de la nueva Ley 1164/07: ¿Una
ley para el talento humano en salud, era importante y necesaria
para qué y para quién?
Antecedentes
El primer elemento de análisis es que la reforma
de 1993 -Ley 100- no consideró el quién
la iba a llevar a cabo; por ello desde 1994 el tema es preocupación
del gobierno, que contrató varios estudios financiados
a través del PARS, los cuales concluyeron que médicos
y profesionales de la salud con el perfil hipocrático
característico del momento, no casaban con
el modelo que la Ley 100 imponía. Durante 13 años
de evolución del problema, para el gobierno y algunos
actores del nuevo sistema, se evidenció la necesidad
de otra forma de práctica médica, porque el perfil
del recurso humano era un obstáculo para profundizar
el desarrollo a la reforma y era necesario acompasarlas. La
realidad mostraba que profesionales y estudiantes de áreas
de la salud eran muy buenos en la parte científica, pero
en la parte administrativa no tenían la capacidad de
asimilar la cantidad de vericuetos administrativos que conllevaba
la reforma, y terminaban perdidos (aún hoy) en los laberintos
del sistema, por lo que eran un obstáculo a la normatividad.
Otro aspecto: el quehacer de esas personas requería
una transformación profunda para el óptimo funcionamiento
del nuevo sistema, ya que sus actos estaban cimentados sobre
el Juramento Hipocrático, o por lo menos se vivían
como fruto de una vocación que el profesional
introyectaba a manera de Decálogo, sin que
necesitaran normas externas a sus convicciones para regular
su conducta. Pero ese pensamiento, romántico para algunos,
no se compadece con la concepción liberal de la economía
y del modelo de Estado donde lo esencial es la regulación,
y los individuos regulados desde la ética no casan
con el esquema, ya que el libre mercado orienta al sistema,
mientras el Estado se limita a establecer mecanismos de control
para que la economía fluya sola con 'mano invisible'
del mercado, y las menos cortapisas posibles. Al entrar la prestación
de servicios de salud en esa lógica de mercancía,
la introyección individual de las normas transformadas
en comportamientos de los profesionales, debía reemplazarse
por controles legales y convirtió en necesidad del sistema
la existencia de una ley.
Un nuevo quehacer
La Ley 1164 que regulará el recurso humano en
salud, fue iniciativa del Congreso con el apoyo de algunos gremios
de la salud, situación que llamó la atención
de varios analistas puesto que fue el gobierno nacional el que
durante 6 años hizo las investigaciones y estudios que
la soportaban -lo cual ponía el tema en su esfera directa
de intereses-, pero de un momento a otro apareció como
preocupación del Congreso.
Dicho viraje en el origen de la iniciativa, que incluyó
a sectores de trabajadores de la salud interesados en un empresarismo
médico y que terciaron a favor del proyecto, se
relaciona con el estudio paralelo de la reforma a la Ley 100
y que terminó como la Ley 1122, ésta sí
de iniciativa gubernamental. Esto lleva a pensar al doctor Carlos
Giraldo, presidente de Asmedas en Antioquia, que la ley de talento
humano funcionó como una especie de 'pago' entregado
por el gobierno nacional a los gremios, a cambio de evitar posibles
críticas y oposiciones frente a la reforma a la Ley 100:
La mayor contradicción de esta ley, es que se podría
encontrar ingenuamente que tiene cosas interesantes luego de
las transformaciones que tuvo en los debates, pero la verdad
es que las pusieron allí porque no significaba riesgo
en términos del desarrollo del sistema actual de seguridad
social, incluir asuntos éticos o del desempeño
profesional, y pierde su trascendencia ante el carácter
avasallante de los factores financieros alrededor del sistema.
Para el doctor Giraldo, la ley afecta el desempeño de
los profesionales, al poner en duda su idoneidad pese a la existencia
de un título expedido por una universidad y obligarlos
a estar demostrando en términos burocráticos su
capacidad a través de la recertificación, lo que
genera una limitación real para el ejercicio profesional,
y que podría conducir incluso, a la cesación del
ejercicio. A esto se suma el manto de duda que se siembra sobre
el sistema de educación superior, por cuanto la ley iguala
a los colegios de profesionales con las universidades, al entregarles
la condición de recertificadores: No se entiende
cuándo los colegios adquieren la misma condición
de las universidades, y con una advertencia: se supone que la
universidad tiene valor moral y autonomía para velar
por la mejor formación posible, cosa que no se puede
suponer o que es incierta respecto de colegios que incluso apenas
se van a constituir.
El presidente de Asmedas en Antioquia señaló cómo
la esperanza que tenían algunos trabajadores de la salud
frente a la promesa de que la ley cambiaría algunas de
sus condiciones laborales con el establecimiento de tarifas
mínimas, se vio defraudada al dar la vuelta el concepto
y terminar ligadas al valor de la Unidad de Pago por Capitación
(UPC), situación igual a la actual: Estar atados
a la UPC es seguir ayudando a financiar el sistema de cuenta
del trabajo y de los salarios de los profesionales. Y desde
el punto de vista gremial, la ley no fue un factor de cohesión
sino de escisión, porque quedamos con unos sectores de
trabajadores que defienden la ley y que incluso piensan que
es un logro para los trabajadores, mientras otros pensamos que
son más cortapisas para el ejercicio. |
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