El Virus de la Inmunodeficiencia
Humana (VIH), causante del sida, fue descrito el 20 de mayo
de 1983 en la revista Science por un equipo de médicos
e investigadores del Instituto Pasteur (París), dirigido
por el profesor Luc Montagnier. Aislado a partir de un paciente
seropositivo, el virus fue bautizado LAV, por Virus Asociado
a la Linfadenopatía, en alusión a la hinchazón
de los ganglios (adenopatía), un signo de la enfermedad.
Un año después, un equipo estadounidense dirigido
por el profesor Robert Gallo contribuyó a dilucidar la
causa del sida, reafirmando el papel de este agente letal.
Con el descubrimiento del VIH, se pudo preparar una prueba de
detección del virus en la sangre, implantar y desarrollar
políticas sanitarias de prevención y obtener los
inhibidores (del virus) que permiten tratar a los pacientes,
pero no sanarlos. Más el virus mostró una extraordinaria
capacidad de burlar los esquemas de tratamiento conocidos y
las defensas del cuerpo: desde abril de 1984 se anuncian vacunas,
pero es tal la complejidad del virus que aún no es posible
eliminarlo y ya van más de 25 millones de personas muertas,
dejando al preservativo masculino como la única forma
de protegerse contra el sida.
Hoy, cada 13 segundos una persona contrae el VIH en el mundo,
que ya suma 32,9 millones de portadores, de los cuales unos
30,8 millones son personas entre 15 y 49 años (y de estas,
la mitad son mujeres: 15,4 millones); la región más
afectada es el África subsahariana, con más de
22 millones de seropositivos (61% mujeres). Estos datos dejan
claro que el sida dejó de ser una enfermedad con mayor
prevalencia entre los homosexuales y que la falta de educación
y posibilidades de acceso a medidas de protección básicas
como el condón dispara exponencialmente su expansión.
Además, pese a que se invierten US$1.000 millones de
dólares al año en la búsqueda de una forma
de vencer el VIH, todavía no hay vacuna o tratamiento
definitivo para vencerlo. |