MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 274 JULIO DEL AÑO 2021 ISNN 0124-4388
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Colombia no puede quejarse de falta de datos sobre el COVID-19, y la cantidad es tal que parece que el bosque ha tapado los elementos esenciales, que las personas siguen enfermando y muriendo. Ya no importa si estamos en la cima de la tercera ola, el ascenso de la cuarta o el empalme con la quinta, porque la pandemia se ha convertido en el país en parte del paisaje informativo, con lo cual las personas han relajado el autocuidado, las autoridades se focalizan en la recuperación de la economía, y el gobierno nacional trata de manejar la emergencia sanitaria con la esperanza de que la vacunación ayude a lograr por fin la inmunidad de rebaño.
Para el doctor Luis Jorge Hernandez, médico profesor en la universidad de los Andes, Colombia ha optado por una estrategia que deambula entre la mitigación y el sálvese quien pueda, cuando lo conveniente sería trabajar en una estrategia de eliminación que generaría más beneficios en salud, para la economía y para las libertades civiles. “Todo indica que estamos en un momento en el cual se espera “a ver si esto pasa”, y aunque todos los días se acumulan y aumentan las cantidades de casos y muertos, lo que ha producido es que se vea, o se sienta, como una situación normal, se nos volvió dato de paisaje mirar al lado del pronóstico del clima cuantos nuevos contagiados hay, que cantidad de personas murieron ayer, y hasta cuantas camas disponibles se tienen”.
Fue así como un desastre de salud pública se incorporó a la nueva realidad del país, mientras el PRAS como estrategia no funcionó entre otras razones, según el doctor Hernández, porque esta es una estrategia de eliminación y el país optó por la mitigación: “No hay metas de eliminación, no es solo tomar muestras, habría que saber cuántas cadenas de transmisión se cortaron, no se evaluaron ni hay indicadores de medición de las cuarentenas, el índice de resilencia no se utiliza” apunta el catedrático.
Y es que el control que pretendía el PRAS, aunque tuviera la mejor de las intenciones, resulta difícil de aplicar en el país, como indica el doctor Leopoldo Giraldo, gerente de COVID en Antioquia: “una persona llega de una EPS con una incapacidad de dos o tres días cuando deberían ser 14, y se le recomienda ir con trabajo a casa, pero cuando el paciente tiene como trabajo pegar ladrillos, manejar un carro, ¿Cuál trabajo a casa? Y la persona sale a trabajar, porque su jefe lo manda, y a regar el virus por todas partes”.
En algo que coinciden Giraldo y el doctor Julio Alberto Rincón director ejecutivo de COSESAM, es que cuando la pandemia ingresó al país, los que hicieron todo el enfrentamiento a la vigilancia fueron los entes territoriales, pero cuando se entregó a las EPS y se distribuyó en muchos actores, y los recursos se regaron en otro montón, se perdió la gobernanza. “Cuando se ven los tableros de control se observa que no hay país, todos tratan de hacer lo que pueden” señala Rincón.
Cuando se habla de miles o millones de muertes generalmente las cifras terminan ocultando el dolor y la tragedia que significa cada caso individual. Y es que las cifras de la pandemia deben mirarse en su verdadero sentido, entender la magnitud de un problema que en el país parece fuera de control.
El 31 de mayo Colombia tenía un acumulado de muertes por COVID-19 de 88.774 personas, lo que significaba una tasa de 1.762,30 por cada millón de habitantes, para el 7 de julio la cifra había aumentado a 110.578, lo que representa 21.804 colombianos más, y la tasa era de 2.195,14 por millón.
Según información del portal worldometers, difícilmente los datos de Colombia podrían ser peores si se considera la cantidad de población de las naciones con resultados superiores en cada ítem. Para el 7 de julio en cantidad de casos ocupamos el noveno lugar con 4´450,086, en total de muertes el décimo con 111,155, éramos terceros en pacientes críticos con 8.155, superados solo por Brasil e India; ese día obtuvimos el cuarto lugar en cantidad de muertes diarias con 577, superados por Brasil, Indonesia y Rusia, sin embargo en este indicador se han presentado días donde se ha llegado al segundo lugar en el mundo. A pesar de las dimensiones de la crisis, el lugar en cantidad de pruebas en el mundo es el 95.
Este panorama se da mientras el país ha entrado en una apertura total que incluso iría en contravía del índice establecido por el gobierno nacional, ya que las instrucciones emanadas desde el Minsalud han sido claras en cuanto a tomar medidas restrictivas en las ciudades con ocupación de UCI superior al 85 %. Sin embargo, como se puede constatar en las calles de cada ciudad, la directriz no ha sido acatada.
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