MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 274 JULIO DEL AÑO 2021 ISNN 0124-4388
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Durante milenios los virus y enfermedades han llegado a los humanos por diferentes medios, quizá la que menos nos ha preocupado es la relación del hombre con la naturaleza. En las últimas tres décadas la interacción individual con los ecosistemas ha jugado un papel fundamental en la aparición de nuevos tipos de virus, muchos de ellos letales para los seres humanos.
Las enfermedades transmitidas por vectores representan aproximadamente el 17 % de las enfermedades infecciosas y afectan a más de 1.000 millones de personas cada año.
Ejemplo de ello, son los virus de la familia Coronavirus que han causado dos brotes importantes en el 2001 y 2012, se trata del SARS-CoV y el MERS, respectivamente, que son familiares cercanos del actual SARS-CoV-2 que produce el COVID-19.
La aparición de nuevas patologías causadas por virus pone en jaque no sólo la salud, sino también las economías y los comportamientos sociales a raíz de las consecuencias que acarrean las pandemias.
La literatura científica indica que pueden existir relaciones entre estas nuevas patologías y con el comportamiento de la sociedad. Según Jairo Hernández, subdirector (e) de Salud Ambiental del Ministerio de Salud y Protección Social: “al parecer existe un factor común que articula el origen de estas enfermedades y cuya convergencia está relacionada con la interacción que se tiene con el entorno y la naturaleza, contribuyendo de esta forma al desequilibrio de los ecosistemas”.
Hernández agrega: “la pandemia causada por COVID-19 está permitiendo hacer un alto para pensar y analizar cómo el desarrollo económico, bajo el modelo actual de la mayoría de países, ejerce una presión sobre los diferentes recursos naturales y genera impactos negativos sobre la vida en el planeta”. Y enfatizó : “es así como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la alteración de los ecosistemas, el aumento de la deforestación, los altos niveles de contaminación del aire en diferentes ciudades y de la misma forma de los cuerpos de agua, el comercio inconmensurable de vida silvestre, la inadecuada gestión del uso del suelo, entre otros, son efectos evidentes de la relación disfuncional que tiene la humanidad con el medio ambiente”.
Las Naciones Unidas ha señalado que unos 850.000 virus desconocidos podrían causar pandemias si no dejamos de explotar la naturaleza. La organización resalta que: “prevenir pandemias a través de la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad es cien veces más barato que enfrentar brotes como el de COVID-19, además de que tendría grandes ventajas para la salud de las personas y el planeta”.
Así mismo un informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) advierte que en el futuro, las pandemias surgirán con más frecuencia, se propagarán más rápidamente, harán más daño a la economía mundial y matarán a más personas que el COVID-19 a menos que haya un cambio transformador en el enfoque global para abordar las enfermedades infecciosas.
Según los reportes la mayoría (70 %) de las enfermedades emergentes (como el ébola, el zika o la encefalitis de Nipah) y casi todas las pandemias conocidas, como la influenza y el VIH / SIDA, son zoonóticas, es decir, causadas por microbios de origen animal. Estos microbios se “propagan” debido al contacto entre la vida silvestre, el ganado y las personas.
De igual forma, Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance afirmó que “no existe ningún gran misterio sobre la causa de la pandemia de COVID-19 o de cualquier pandemia moderna. Las actividades humanas que impulsan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad también generan riesgo de pandemias a través de sus impactos en el medio ambiente”.
Es así que para Daszak los cambios en la forma en que usamos la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura, y el comercio, la producción y el consumo insostenibles, perturban la naturaleza y aumentan el contacto entre la vida silvestre, el ganado, los patógenos y las personas.
Diversas investigaciones demuestran que el comercio, el consumo ilegal y no regulado de vida silvestre, así como la deforestación y la destrucción de hábitats intactos, aumentan el riesgo de transmisión de enfermedades, ya que muchas especies silvestres son reservorios de diversos agentes que pueden ser patógenos para los humanos.
Para el Ministerio de Salud y Protección Social la naturaleza, debe ser vista como una fuente de bienes y servicios ecosistémicos, como elemento esencial de la vida humana, ya que estos entornos en buen estado nos proporcionan alimento, agua potable, óptima calidad del aire, regulan el clima y hasta nos aportan beneficios culturales, recreativos y espirituales. “Se podría entonces concluir que esta es la fuente principal para mantener nuestra salud y gozar de un provechoso bienestar”.
“Esta pequeña interrupción en la actividad normal de este mundo nos ha recordado que a partir de una óptima relación, dependerá el éxito de la vida en la tierra; que el uso sostenible de la biodiversidad es la llave para conseguir una mejor calidad de vida; que los daños que hemos causado por esa relación disfuncional con estos recursos aún pueden ser remediados y que cada ser vivo cumple una función específica que por ningún motivo debe ser alterada”, aseveró la entidad.
Asimismo, el cambio climático ha estado implicado en la aparición de enfermedades (por ejemplo, de encefalitis transmitida por garrapatas en Escandinavia). Según afirmó la organización de las Naciones Unidas esto probablemente causará un riesgo sustancial de pandemia en el futuro al impulsar el movimiento de personas, la vida silvestre, los reservorios y los vectores, y la propagación de sus patógenos, en formas que conducen a nuevo o mayor contacto entre especies. “También puede llegar a alterar la dinámica natural del huésped-patógeno”.
Además, la pérdida de biodiversidad asociada con la transformación de paisajes puede conducir a un mayor riesgo de enfermedades emergentes en algunos casos, donde las especies que se adaptan bien a paisajes dominados por humanos también pueden albergar patógenos que presentan un alto riesgo de transmisión zoonótica. Los patógenos de la vida silvestre, el ganado y las personas también pueden amenazar directamente la biodiversidad y afectar el equilibrio de la naturaleza a través de las actividades que impulsan el riesgo de enfermedades en las personas. Por ejemplo, la aparición de quitridiomicosis, una infección causada por hongos en anfibios que apareció en todo el mundo debido al comercio de vida silvestre.
Cabe destacar que la crianza de vida silvestre se ha expandido sustancialmente, particularmente en China antes del COVID-19, donde la cría de “animales no tradicionales” generó 77 mil millones de dólares y empleó a 14 millones de personas en 2016.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe en el “ANÁLISIS INTEGRADO DE LAS IMPLICANCIAS DEL COVID-19 EN LOS RECURSOS NATURALES EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE” asegura que una parte del problema de las enfermedades zoonóticas, al que hasta ahora no se ha prestado mucha atención, radica en el desplazamiento de las fronteras naturales, así como la fragmentación, que destruye y degrada los ecosistemas que tienen la capacidad de “controlar” la propagación de enfermedades.
En todos los estudios que exploran las causas de la propagación de enfermedades zoonóticas, el cambio de uso del suelo es la mayor de ellas, así lo demuestra Nicole L Gottdenker en el estudio “Cambio antropogénico del uso de la tierra y enfermedades infecciosas: una revisión de la evidencia”. Los primeros cinco factores son: cambios de uso de suelo (fragmentación y degradación de ecosistemas), cambios en la industria alimentaria, susceptibilidad humana y conectividad internacional (viajes). Una alta diversidad de especies, característica de los ecosistemas sanos, regula la abundancia de los reservorios primarios de virus, lo que reduce la transmisión de patógenos. La evidencia apunta a que la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos es necesaria para proteger la salud humana directa e indirectamente.
El informe IPBES indica que las pandemias y otras zoonosis emergentes causan un sufrimiento humano generalizado y más de un billón de dólares en daños económicos al año. Esto se suma a la carga continua para la salud humana de otros padecimientos que han aparecido históricamente.
Por otro lado, el estudio aborda estrategias globales para prevenir pandemias, basadas en la reducción del comercio de vida silvestre, el cambio de uso de la tierra y el aumento de la vigilancia, que costarían entre 40.000 y 50.000 millones de dólares al año, mucho menos de lo que cuesta una pandemia.
“La abrumadora evidencia científica apunta a una conclusión muy positiva. Tenemos la capacidad cada vez mayor de prevenir pandemias, pero la forma en que las estamos abordando en este momento ignora esta herramienta. Nuestro enfoque se ha estancado: todavía confiamos en los intentos de contener y controlar las enfermedades después de que surgen, a través de vacunas y terapias. Podemos escapar de la era de las pandemias, pero esto requiere un enfoque mucho mayor en la prevención además de la reacción”, agregó Daszak, uno de los autores del informe.
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