MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 300 SEPTIEMBRE DEL AÑO 2023 ISNN 0124-4388
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Las Américas es la única región del mundo donde la mortalidad por suicidio ha estado en aumento desde la década de los 90. En el país, se ha observado un aumento constante de casos, con un máximo registrado en paralelo a la crisis económica de 2002. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la tasa promedio en la región es de nueve casos por cada cien mil habitantes. Solo en 2019, 97 mil personas se quitaron la vida.
El suicidio es un complejo y multifactorial problema de salud pública que afecta tanto a las personas que se quitan la vida como a su entorno. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es la cuarta causa de muerte en el mundo. Su complejidad radica en que no existe una única razón que conduzca a los individuos a tener pensamientos suicidas. Sin embargo, lo que sí está comprobado es que generalmente está asociado con problemas de salud mental no tratados, como la depresión, ansiedad o trastorno bipolar, entre otros.
Se trata de un fenómeno complejo y multifactorial. “No existe una causa única que pueda explicar las tasas crecientes, sino que, más bien, existe una combinación de factores individuales, sociales y culturales”, señala Matías Irarrázaval, asesor regional en salud mental de la OPS. Entre estos factores se incluyen aspectos socioeconómicos, como el desempleo o la pobreza, problemas de salud mental no tratados, experiencias traumáticas como el abuso y el acoso escolar, y la falta de apoyo social o el aislamiento, así como conflictos familiares y el acceso a medios letales.
El 79% de los suicidios en la región son cometidos por hombres. Un reciente informe de la OPS indica que, a medida que aumenta el gasto público en salud y la cantidad de médicos por habitante, se reducen los suicidios, y es urgente apoyar a las personas que habitan en zonas rurales aisladas.
Irarrázaval observa que “la pandemia ha tenido un impacto significativo en la salud mental y ha exacerbado muchos de los factores que contribuyen al riesgo de suicidio”. Sin embargo, la evidencia de su impacto es mixta, y se necesitan más estudios para comprender mejor esa correlación.
Dentro de los múltiples factores, la docente de la Universidad de la República, Uruguay, destaca “la presencia de violencias a todos los niveles a lo largo de la vida, desde lo político-económico hasta lo sociofamiliar e individual”. En cuanto al acceso a la salud mental, sostiene que “no solamente están desbordados el sistema público y privado, sino que también la distribución de los recursos no es adecuada, se llega con demora, falta seguimiento y hay una larga espera en la atención”.
Tras la pandemia, la irrupción fue abrupta, sostiene la psicóloga. Solo en el primer semestre de 2022, hubo un 25 % más de suicidios que en el mismo período del año anterior, según cifras del Ministerio de Salud del país.
En todos los países de la región, el grupo de edad que registra la mayor tasa de suicidios está compuesto por personas mayores de 80 años. Nuevamente, Surinam y Guyana ocupan las primeras posiciones de la lista, con cerca de 130 muertes por cada 100 000 habitantes. Esto se debe, entre otras razones, a la falta de independencia debido a dificultades en la movilidad, dolores crónicos y otros problemas mentales y físicos. Además, los ancianos están más expuestos a la pérdida de seres queridos, lo que provoca un sentimiento recurrente de soledad.
Por otro lado, los adolescentes constituyen otro grupo de riesgo al atravesar un período de cambios tanto corporales como de pensamiento. Durante este proceso, el estrés, la ansiedad y el abuso de alcohol y drogas pueden ser señales de advertencia de un comportamiento suicida. Según las cifras más recientes, los adolescentes entre 15 y 19 años son quienes más se quitan la vida, y los hombres son los más propensos. Según datos de UNICEF, los trastornos mentales en los jóvenes generan una pérdida anual de 30 600 millones de dólares estadounidenses. Esta cifra representa el valor del capital humano perdido que ellos aportarían a las economías si no se vieran frustrados por los trastornos de salud mental.
Varios países de la región han implementado políticas y programas para prevenir el suicidio y mejorar la salud mental de sus poblaciones, y la OPS ha brindado asistencia técnica para desarrollar estrategias nacionales basadas en el enfoque ‘VIVIR LA VIDA’, destaca Irarrázaval. Sin embargo, persisten desafíos debido a la falta de recursos, la estigmatización de la salud mental y la falta de acceso a servicios de atención médica y salud mental de calidad.
La depresión, la ansiedad y otros trastornos mentales pueden aumentar el riesgo de suicidio, por lo que es importante abordar estos problemas adecuadamente. Hay varios motivos que pueden tener un impacto significativo en la salud mental de los jóvenes, como: la violencia y el conflicto que viven algunas áreas de Ámerica Latina; la desigualdad económica y la falta de oportunidades; problemas familiares, acoso escolar y ausencia de apoyo social; así como también el fácil acceso a medios letales, como armas de fuego y pesticidas.
Para la OPS, el abordaje de la complejidad de las conductas suicidas comienza por identificar los factores de riesgo y de protección. Los factores de riesgo clave abarcan desde los sistemas sanitarios y la sociedad hasta los niveles comunitario, relacional e individual. Entre ellos se encuentran las barreras de acceso a la atención de salud, las catástrofes, las guerras y los conflictos, los intentos de suicidio anteriores, etc. Estos factores suelen actuar de forma acumulativa para aumentar la vulnerabilidad a la conducta suicida. Aunque la relación entre el suicidio y los trastornos mentales está bien establecida, muchos suicidios también pueden producirse de forma impulsiva en momentos de crisis, como una pérdida económica.
Algunos factores de protección incluyen las relaciones personales sólidas, las creencias religiosas o espirituales y las estrategias de afrontamiento y prácticas de bienestar positivas. Mitigar los factores de riesgo para reducir el acceso a los medios letales y potenciar los factores de protección para fomentar la resiliencia pueden reducir de manera eficaz las tasas de suicidio. Sin embargo, la prevención del suicidio no se ha abordado adecuadamente en muchos países debido a la falta de conciencia sobre el suicidio como un importante problema de salud pública, lo que impide que las personas busquen ayuda. El subregistro y la clasificación errónea son problemas más importantes en los suicidios que en otras causas de muerte, debido a su sensibilidad y a su ilegalidad en algunos países. El reto es real y se deben tomar medidas.
De acuerdo con el ‘Informe de Evento Intento de Suicidio’ (2022), el Instituto Nacional de Salud identificó que en 2022 se presentaron 37 359 casos. La tasa de incidencia de intento de suicidio por cada 100 000 habitantes en 2022 fue de 72.4, superior a la observada en años anteriores, e incluso superior a la registrada en 2019, que fue la tasa histórica más alta. Según el sexo, la mayor cantidad de intentos de suicidio se presentan en mujeres, y en cuanto a la edad, las tasas más altas se observan en el grupo de 10 a 24 años.
El factor de riesgo más común en la mayoría de los casos de intento de suicidio es el antecedente de trastorno psiquiátrico, que representa el 40,8 %, incluyendo el trastorno depresivo que es el 88,6 % de los 15,226 casos con trastorno. En 2022, los problemas familiares fueron el principal factor desencadenante del intento de suicidio, con un 36,6 %. Los mecanismos más utilizados en ambos sexos fueron la intoxicación y el arma cortopunzante, que representaron el 88,4 %. El ahorcamiento es el tercer mecanismo más utilizado, con un 7,5 %, aunque predomina su uso en hombres, con un 4,0 %. En 2022, 942 personas presentaron dos o más intentos de suicidio en el mismo año.
Las repeticiones ocurrieron con mayor frecuencia en Antioquia, con 172 casos, mientras que Medellín registró 89 casos, y en Bogotá se identificaron 141 casos. El intento de suicidio se presenta como una manifestación o respuesta a situaciones conflictivas que afectan al individuo y a su relación con quienes lo rodean. También pueden desencadenar intentos de quitarse la vida la pérdida de un ser querido, la falta de empleo o las pérdidas económicas. Por último, es importante señalar que las entidades territoriales de Risaralda, Caldas, Putumayo, Quindío, Nariño, Vaupés, Tolima, Boyacá, Amazonas, Cali, Antioquia, Huila, Meta, Barranquilla y Bogotá presentaron tasas de incidencia superiores a la tasa nacional.
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