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El Vigía
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La
actual epidemia, con visos de pandemia, de Influenza A (H1N1)
deja múltiples enseñanzas, pero también
muchas preguntas por resolver. La humanidad se ha visto seriamente
afectada por grandes pandemias producidas por el virus de la
Influenza A, y de éstas tal vez la de más impacto
por la alta mortalidad que produjo, fue la denominada Gripa
española ocurrida en los años 1918-1919.
A esta le siguieron la Gripa asiática en
1957-1958, la Gripa de Hong Kong en 1968-1969; en
Colombia en 1996 se presentó una epidemia denominada
el Abrazo del pato, que ocasionó 400 muertes.
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Aunque
los diferentes países del mundo no estaban preparados
para una influenza por el virus A (H1N1), sí venían
en proceso de preparación para una potencial pandemia
por el virus de la Influenza aviar, lo que indudablemente constituyó
un soporte fundamental para enfrentar este nuevo reto; muestra
de ello es la rapidez con que los diferentes sitios implementaron
sus planes de preparación y de control. A pesar de que
la infección se sigue propagando por todo el mundo, lo
hace a un ritmo no tan acelerado, lo cual puede explicarse por
una transmisión no altamente eficiente y sostenida, o
porque las medidas de control están funcionando, o por
ambos factores.
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Otro
aspecto muy preocupante al inicio de la epidemia fue la letalidad,
pues había sido muy alta en pandemias pasadas; por ejemplo,
la gripa española dejó entre 20 y 40 millones
de muertes en todo el mundo. Sin embargo, con el paso del tiempo
se observa que la proporción de letalidad de la epidemia
actual se sitúa alrededor del 1% o incluso menor. De
igual manera, y en consecuencia con lo anterior, se sabe que
la mayoría de las infecciones cursan como leves o moderadas.
Un aspecto aún no suficientemente explicado es el hecho
de que la población más frecuentemente afectada
es la de 20 a 50 años, y no los extremos de la vida como
sucede con la influenza estacional. Probablemente falta más
tiempo de observación y la presencia de un mayor número
de casos, para entender mejor éste comportamiento.
Una gran preocupación de los gobiernos, el personal de
salud y la población general, es la disponibilidad de
medicamentos para el tratamiento y profilaxis. Afortunadamente,
como se mencionó, los casos severos son pocos, y hasta
el momento hay suficiente medicamento para atenderlos. La principal
utilidad es cuando el tratamiento se inicia en las primeras
48 horas y que su principal beneficio es la disminución
de complicaciones.
El proceso diagnóstico demostró que aún
hay limitaciones para tenerlo de manera oportuna, prolongando
de modo importante decisiones clínicas y epidemiológicas.
No hay duda de que tenemos que fortalecer este proceso a través
de transferencia de tecnología, como una estrategia costo-eficiente.
Tal vez la pregunta más difícil es: ¿Cuánto
durará la epidemia? Esto es bien difícil de predecir
y depende de múltiples factores, pero todo indica que
su comportamiento será por oleadas de pocos meses, con
posibilidad de repetición por una segunda y aún
por una tercera vez. Un elemento clave es mantener las medidas
de control o de mitigación de manera uniforme y sostenida,
sin crear pánico innecesario, pero sin bajar la guardia.
soox@elhospital.org.co |
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