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Elegir
modos de vida saludable, tener un óptimo bienestar físico,
social y psicológico, es el sueño de todos. En
la actualidad, con un mundo en permanente cambio, las personas
se muestran con temor de |
admitir
que experimentan problemas psico-sociales, por miedo a que esta
situación los ponga en desventaja frente a sus empleadores.
Por este motivo, las organizaciones deben ser pro-activas para
identificar y minimizar los efectos de estos riesgos y proveer
mejores condiciones generales para que sus empleados dispongan
de los recursos, y la orientación para identificar y
aprender a manejar asertivamente estos riesgos.
No es sencillo definir riesgo psico-social: se han planteado
diferentes conceptos para dar una definición a éste
término. En Colombia en la resolución 2646 de
2008 en el artículo 3, se adopta la siguiente definición:
Los factores de riesgo psico-sociales son aquellas condiciones
cuya identificación y evaluación han demostrado
efectos negativos en la salud de los trabajadores o en el trabajo.
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Otras
definiciones más comprensivas definen éstos factores
como aquellos aspectos del puesto de trabajo y de su entorno,
como el clima o cultura de la organización, las funciones
laborales, las relaciones interpersonales en el trabajo, y el
diseño y contenido de las tareas (por ejemplo: su variedad,
significado, alcance, carácter repetitivo, etc.)
El concepto de factores psico-sociales se extiende también
al entorno existente fuera de la organización (por ejemplo,
exigencias domésticas), y a aspectos del individuo como
personalidad y actitudes que pueden influir en la aparición
del estrés en el trabajo.
La vulnerabilidad psico-social constituye entonces una problemática
de primer orden en la sociedad contemporánea. Los riesgos
psico-sociales ejercen un poderoso efecto negativo para el desarrollo
humano pleno, así como exponen a quien lo sufre a ver
distorsionado su proyecto de vida, sufrir problemas emocionales
o iniciarse en conductas adictivas.
En los últimos 20 años, la literatura científica
ha dedicado tiempo al análisis y búsqueda de soluciones
a esta problemática, y las estrategias pueden enmarcarse
en dos aproximaciones: una distal y otra proximal. En materia
de prevención, la aproximación distal se refiere
a todas aquellas medidas relacionadas con las problemáticas
psico-sociales, pero que no impactan el día a día
de los pequeños grupos de forma inmediata.
Las políticas públicas son el mejor ejemplo de
medidas distales: su existencia es efecto de un complejo proceso,
donde intervienen diferentes actores sociales y requieren de
acuerdos institucionales que, con frecuencia, van acompañados
de difíciles negociaciones para ajustar, en consenso,
los puntos de vista de diversas ideologías e intereses
sobre si el Estado va a aplicar tal o cual medida preventiva,
con qué profundidad y seguimiento, o con qué recursos.
En cambio, las aproximaciones proximales dependen única
y exclusivamente de cada persona: por ello suelen ser las más
efectivas para producir los cambios y las transformaciones necesarias
para proteger a los individuos de los riesgos existentes. Las
intervenciones proximales ofrecen las herramientas para enfrentar
la adversidad aquí y ahora, de un modo concreto y directo.
Habilidades para la vida
La Organización Mundial de la Salud (OMS), lanzó
en 1993 un programa que denominó Life Skill Education
o Habilidades para la vida, un enfoque educativo centrado en
la enseñanza de 10 destrezas que ayudan a afrontar las
exigencias y desafíos cotidianas. Estas 10 destrezas
son de naturaleza psico-social: pueden aplicarse en el área
de las acciones personales, las relaciones sociales o las acciones
para transformar el entorno a favor de la salud y el bienestar.
Su esencia incluye tanto el empoderamiento y la realización
individual, como la lucha por objetivos comunes.
Las 10 destrezas psico-sociales son: 1) Auto-conocimiento; 2)
Empatía; 3) Comunicación asertiva; 4) Relaciones
interpersonales; 5) Toma de decisiones; 6) Solución de
problemas y conflictos; 7) Pensamiento creativo; 8) Pensamiento
crítico; 9) Manejo de emociones y sentimientos; y 10)
Manejo de tensiones y estrés.
Estas 10 habilidades no son algo nuevo: puede decirse que son
tan antiguas como la humanidad. Todas ellas tienen que ver con
la forma en que manejamos la relación con nosotros mismos,
con las demás personas y con el entorno social. Este
programa de la OMS ha sido implementado en numerosos países
y grupos de personas. La puesta en marcha de esta iniciativa
puede generar un doble crecimiento: personal y social, para
estar más a gusto con uno mismo, con los demás
y con el entorno, para ser más competentes personal y
socialmente.
La educación en Habilidades para la vida busca fortalecer
a las personas para que además de transformar su vida,
transformen su entorno. En especial, características
sociales que impiden el bienestar, como el maltrato, la desigualdad,
la discriminación, además de alcanzar formación
en competencias ciudadanas, promoción de conductas pro-sociales
como mejor comunicación y solución apropiada de
conflictos. Trabajar en la adquisición de estas habilidades
y competencias es una solución que está al alcance
de todos, y puede mejorar la calidad de vida de quienes las
adoptan en todos los escenarios donde se desempeña cotidianamente
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