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Incertidumbre tras Conferencia Internacional
sobre Sida
Olga
Lucia Muñoz López Periodista, Medellín
elpulso@elhospital.org.co |
Para los transeúntes de las calles
colombianas no resulta extraño escuchar las frases
"soy desplazado de la violencia, cualquier ayudita
que me pueda dar..."; "no tengo empleo y mantengo
una casa con tres hijos...", o "¿me da
una monedita pa' un pan que tengo hambre?..." y un
sinfín de peticiones a las que ahora se suma "tengo
sida y no me alcanza para la droga, colabóreme".
Aunque resulte difícil acostumbrarse a oír
esta "nueva modalidad" en las calles, con el tiempo
serán menos las pieles que se ericen y los ojos que
se abran asombrados, pues cada vez hay más personas
con la enfermedad y día a día ese círculo
de los "nosotros, los sanos", que se creía
inmune, va disminuyendo más y más. Sólo
en Colombia han muerto 13.910 personas entre 1983 y 2001
a causa del virus, y aunque el número de fallecidos
el año pasado no es tan alto como afirmaba el informe
de Onusida (5.600) que luego fue rectificado, el 2001 presentó
el mayor número de muertes desde 1983 (1.509), así
que no hay motivo para celebrar.
El problema trasciende todas las fronteras y son los llamados
países del primer mundo los que tienen las armas
necesarias para luchar en su contra, pues mientras más
pobre es el país, peor es la atención que
se le brinda a los pacientes (a esos pocos afortunados que
la reciben). Esa diferencia abismal entre pobres y ricos
en un asunto como el VIH, ocupó buena parte de la
atención puesta en la XIV Conferencia Internacional
sobre Sida, celebrada del 7 al 12 de julio en Barcelona,
España.
Pocos días antes del evento, el programa de la ONU
dedicado a la lucha contra el Sida (Onusida) presentó
el informe sobre la situación de la enfermedad durante
el año pasado. De acuerdo con sus análisis,
la epidemia todavía está en sus comienzos
y en los países más afectados no da muestras
de perder terreno. Ese es el caso del Africa Subsahariano
(Bostwana, Zimbawe, Swazilandia, Namibia, por ejemplo),
la región más infectada del mundo (aproximadamente
28.5 millones de portadores), que en 2001 también
fue la que registró el mayor número de nuevos
contagios (3500.000). En la presentación del
informe, Peter Piot, director de Onusida, alertó
sobre la ignorancia de la juventud acerca de la enfermedad
y de las formas de protección, pues cada día
se infectan en el mundo 2.000 jóvenes de 15 años
y 6.000 menores de 24. Además, mostró la propagación
del virus, que a sus 21 años ha matado a 20 millones
de personas, ha dejado 14 millones de niños huérfanos
y en este momento registra 40 millones de portadores en
el planeta, 5 millones más que el año pasado.
Así, hizo "entrar en situación"
a las organizaciones participantes del encuentro, preparándolas
para la discusión que se les venía encima.
La Conferencia, que reunió a más de 15.000
médicos, funcionarios de la salud, investigadores,
gobernantes y activistas, desde su primer día de
debate estuvo ensombrecida por el pesimismo. Durante la
semana se vieron pocas luces. Una de ellas fue la próxima
aparición en el mercado del fármaco T-20,
un eficaz reductor de la carga viral de la sangre , que
contrario a los otros medicamentos que actúan cuando
el virus ya está en las células del sistema
inmunitario, lo hace antes, impidiendo que la enfermedad
penetre en el organismo. Pero esta noticia se vio opacada
por el problema central de la lucha contra el sida: ¿cómo
van a acceder a él los países pobres? La pregunta
parece responderse con el balance del Fondo Global contra
el Sida, al que sólo han llegado 2.800 millones de
dólares de los 10.000 prometidos el año pasado
por el poderoso Grupo de los Ocho.
Además, en el transcurso del evento, los países
del Caribe firmaron un "proyecto de acuerdo" con
6 laboratorios farmacéuticos para facilitar el acceso
de los enfermos de Sida a los tratamientos y medicinas,
a "precios lógicos". Sin embargo, durante
el acto de clausura, el ex presidente sudafricano que pasó
27 en la cárcel por su lucha contra el apartheid,
quien ahora es co-presidente del Fondo Internacional para
el Sida, Nelson Mandela, lamentó que no se hubiera
llegado a un acuerdo más formal. "Tenemos que
hallar formas y medios para hacer llegar estos tratamientos
que salvan vidas a todos los necesitados, independientemente
de si pueden pagar por ellos o no, o del lugar donde viven",
concluyó.
Terminada la Decimocuarta Conferencia Internacional sobre
Sida, se puede percibir un amargo sabor de incertidumbre,
sobre todo por parte de los voceros de algunas ONG mundiales,
quienes comparten la opinión de Rafael Vila-Sanjuan,
secretario general de la organización Médicos
Sin Fronteras, cuando expresó que "exceptuando
una mínima aportación del Banco Mundial, no
se ha producido ni un solo compromiso a nivel político".
Sin embargo, del otro lado del ring, los co-presidentes
de la Conferencia están satisfechos con los resultados
y destacan el alto nivel científico de las conversaciones.
No obstante, ambas partes coinciden en algo: la lucha contra
el Sida necesita un mayor compromiso de los países
más solventes para lograr que los tratamientos y
programas no se queden en sus naciones y lleguen a esos
puntos que raras veces se tienen en cuenta si no es para
engrosar las estadísticas. Una clara muestra de lo
anterior es que, según Onusida, 10 millones de africanos
necesitan una triterapia y en la actualidad sólo
30.000 la reciben.
Ahora, cuando el telón del evento ya bajó,
gobernantes, activistas e investigadores se tiran, unos
a otros, la pelota de la discordia, tratando de encontrar
culpables de los escasos resultados alcanzados en los 5
días de reunión, durante los cuales se estima
que murieron 48.000 personas por el VIH alrededor del planeta.
Nuevamente parece que la mirada se dirige al mismo lugar:
la prevención como única medida para que la
próxima conferencia que se realizará dentro
de 2 años en Bangkok, no arroje tanto pesimismo y
no deje el mismo sabor de incertidumbre.
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Sida y agentes estresantes
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Este
es el nombre de un libro editado recientemente por la Universidad
de Antioquia en Medellín, traducción corregida
y ampliada de la obra Aids and stressors del médico
colombiano Roberto Giraldo, donde explica la etiología
del sida desde una perspectiva alejada de la concepción
generalmente manejada, considerada por él como "el
error científico más grave de finales del siglo
XX".
La primera frase del texto, ilustra muy bien su contenido: "El
sida no es infeccioso ni se transmite sexualmente. Éste
es un síndrome toxico-nutricional causado por el alarmante
incremento mundial de agentes estresantes para el sistema inmunológico",
y se plantea como la hipótesis desarrollada a lo largo
de 6 capítulos en los que el autor, partiendo de una
rica bibliografía sobre la enfermedad, expone el resultado
de 20 años de investigación independiente alrededor
del sida, considerada la mayor plaga de los últimos tiempos.
Sida y agentes estresantes es una obra de gran relevancia para
la comunidad médica que se esfuerza por encontrar maneras
de aliviar el dolor de millones de personas y para aquellos
que se aventuran a producir conocimiento. De igual manera, lo
es para el público en general, interesado en descubrir
nuevas ideas sobre el mundo en el que sobrevive.
Roberto Giraldo Molina es especialista en Medicina Interna con
énfasis en enfermedades in-fecciosas de la Universidad
de Antioquia, Colombia, y Magíster en Medicina Clínica
Tropical de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de la
Universidad de Londres. Es investigador de las inmunodeficiencias
secundarias o adquiridas, especialmente aquellas que ocurren
en países subdesarrollados; durante los últimos
20 años ha sido investigador independiente del sida,
y actualmente es miembro del Panel Internacional de Expertos
del Sida para asesorar al gobierno sudafricano en los asuntos
relacionados con la enfermedad. Además se desempeña
en importantes cargos de varias organizaciones de salud a nivel
mundial. |

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