MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 49   OCTUBRE DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“Derecho del mercado tristemente vence los derechos del hombre...”
Presentamos las palabras del doctor Julio Ernesto Toro Restrepo, director del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, en la instalación del certamen "Gerenciar Hoy", cumplido con todo éxito en Cartagena los días 29, 30 y 31 de agosto de 2002.

Hoy todos vivimos sometidos a una fuerza que parece que no podemos contener. El mundo entero: Asia, América, África, Europa, todo el mundo está sometido al influjo de políticas económicas que están en función de asuntos muy diferentes a los que requieren los países pobres o en vía de desarrollo, y a los que necesitan y merecen sus habitantes.
Hoy se le confiere al mercado un poder y una capacidad de generación de beneficios, que suponen que es innecesaria la presencia y la acción del Estado. Es posible que este "fundamentalismo de mercado" se haya dado en parte por lo inmaduro de los mismos Estados, pero no parece justo con las grandes masas de población de estos países, que por débil que sea la mano protectora de un Estado apoyado en la democracia, sea reemplazado por el poder frío que mueve y promueve el mercado, con el lucro como único fin.
En el mundo actual nada se acomoda a la forma de pensar que hemos tenido, a la forma de pensar que resulta de la estructura de la personalidad tradicional y a la que compagina con el temperamento habitual de las gentes; muy por el contrario: nuestra forma de pensar ha debido acomodarse a nuevos estilos, a fórmulas diferentes de enfocar los problemas, de afrontar la vida y de apreciar los hechos, todo en un contexto individualista; pero es la realidad, y es aquí donde debemos navegar.
Esta fuerza que desconoce el pasado, gana terreno insensiblemente; no deja vencidos, sino que parece que todas las voluntades se contagian con sutileza y en poco tiempo lo que hasta entonces creíamos, no nos explicamos porqué lo creíamos; lo que practicábamos, no entendemos porqué lo practicábamos, y nuestra forma de vida, mirada hacia atrás, nos parece incómoda, llena de necesidades y a veces hasta ilógica.
No tenemos claro que es lo que está sucediendo frente a nuestros propios ojos, pero aún así, le vamos poniendo a los hechos el sello de aprobación.
El asunto tiene importancia porque no todo sucede en lo accesorio, en lo trivial, no. Políticas y tendencias diseñadas por fuera de los países, por entes que ya son más poderosos que todos ellos juntos, van esparciendo ilusiones y conquistando pareceres y opiniones, y dejando de lado lo que de lado vaya quedando, mientras va ganando poder la globalización y el mercado.
Por la sacralización que se ha hecho del libre mercado, se cree que él tiene su propio poder regulatorio que es capaz de resolver toda situación social conflictiva.
Por otro lado está la teoría de que los mercados no se autorregulan, por lo menos no en el corto plazo. Sólo que el plazo para que sí suceda es tan grande que, como se asegura que dijo Keynes, "a largo plazo todos estaremos muertos".
Entretanto, sabemos que el derecho del mercado tristemente vence los derechos del hombre.
Hoy hay más pobres en el mundo, la desigualdad es más contrastante y el nivel de vida y de posibilidades de miles de personas en el planeta, son menores que hace no muchos años.
No sólo por lo que en esta materia sucede en Colombia, sino por lo que sucede en muchos otros países, cada vez es más claro que los beneficios de la globalización han resultado inferiores a lo que ella había prometido.
Ahora bien, en la salud, ¿qué pasa en la salud entre nosotros en ese ambiente de mercado?
Lo que ha sucedido después del año 93, aunque lo conocemos, no hemos terminado de entenderlo. Dos ejemplos: 1. La masa de dinero puesta en asistencia médica hoy representa para algunos expertos mas del 10% del PIB, cifra que venía del 5% antes del año de la Ley 100.
Y 2. Por muchas razones, entre ellas de oferta y demanda, el sistema privilegia un modelo de tipo asistencialista, que no ha demostrado que impacte elevando el nivel de salud de la gente común y corriente.
Pero bueno, en una palabra, es en esta plataforma económica en que nos debemos mover y en la cual tenemos que conducir nuestras entidades, buscando permanecer en el medio para poder cumplir con los propósitos de ellas mismas y con los de las profesiones, sin esperar que un sistema de salud, cualquier sistema de salud, que no sea inmensamente humano, inspirado y apoyado en esa base, sea capaz de resolver todos los problemas de salud de los enfermos y desprotegidos.
Mirémoslo así: en medio de todo, nuestro sistema de salud tiene una ventaja, ha dejado en nuestras manos, en nuestra voluntad y en nuestro sentimiento, la posibilidad de poner el componente humano.
Y el componente humano tiene una consideración especial: la dignidad. El hombre soporta casi cualquier cosa que le suceda, excepto que se le lesione su dignidad.
La dignidad para el hombre es, sin duda, lo más preciado, lo más cuidadosamente protegido, lo más sigilosamente guardado, lo más sensible, lo que genera cuando se maltrata, la más terrible humillación.
En el enfermo, sobre todo en el más pobre, la dignidad es violada frecuentemente en nombre del Plan Obligatorio de Salud -POS-, en nombre de los costos, de los períodos de carencia, de las coberturas, de los copagos, de la investigación, en fin, de mil y un elementos que llevan a que él se confronte consigo mismo en un silencio muy íntimo, y a que se cuestione su imagen propia y el sentido de su vida. Por cualquiera de los pensamientos que el paciente se parcialice, pierde. Nuestro paciente es un perdedor. No ha sido y no puede ser redimido por ninguna formulación montada sobre guarismos, equivalencias o índices. Es un perdedor y no puede ser redimido por tecnicismos ni por tablas comparativas. Sólo puede ser redimido por la presencia que acompañe, la palabra amable, la expresión sentida y fraterna. Desde luego, hoy por hoy esto no lo contiene ningún sistema. Sólo ocurre frente a frente, caso a caso, momento a momento con el paciente.
No estoy seguro que nuestro sistema de salud, ingenioso y en el buen sentido ocurrente, sea bueno para la gente común. No estoy seguro que le haya traído más y mejores oportunidades de recuperar su salud, y más y mejores oportunidades de mantener su vida; no lo estoy.
Como no lo estoy tampoco, de que haya aportado al desarrollo y progreso de la medicina, ni que haya proporcionado medios para levantar los estigmas de las altas tasas de mortalidad infantil, de mortalidad materna o de baja expectativa de vida. No estoy seguro de nada de eso.
Por último, quiero decir lo siguiente:
Yo creo que no es cierto que el mercado pueda reemplazar las relaciones de fraternidad que deben existir entre las personas y entre los países.
Yo creo que no es cierto que los intereses de mercado sean superiores a los derechos del hombre.
Yo creo que no es cierto que el mercado sea un valor.
Yo creo que no es cierto que el dinero sea más digno y más meritorio que un valor del alma.
Yo creo que no es cierto.
Yo creo que no es cierto que el mundo encontrará en la globalización el remedio a todos los males del hombre.
Yo creo que no es cierto que la globalización sea un valor.
Yo creo que no es cierto.
Yo creo que no es cierto que la dignidad merezca entregarse por el éxito económico.
Yo creo que no es cierto que la dignidad de un pueblo, pueda sacrificarse por el logro de los indicadores de desarrollo.
Yo creo que no es cierto.
De otro lado, creo que sí es cierto que la vida es una oportunidad y que su transcurrir en el sector de la salud nos permite reflexionar sobre el sentido y la utilidad de ella.
También creo que es cierto que en general, pero más en nuestro sector, la vida tiene su máximo sentido en función del ser humano. Esto requiere una disposición muy especial del alma, un propósito del espíritu y una sensibilidad hacia los demás. Esto puede sonar obsoleto, pasado, pero es sin duda una fuerza magnífica de progreso y desarrollo, de solidaridad, de proyección personal y profesional y, muy importante, de armonía social.

 



Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved