MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 3    NO 37    OCTUBRE DEL AÑO 2001    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“No hablemos
de cifras...”
Palabras del doctor Julio Ernesto Toro Restrepo, Director del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, en la instalación de Negociemos.

¿Cómo lograr el sueño de que todos los colombianos tengan servicios de salud cuando los requieran? ¿Cómo lograrlo?
¿Será esto una utopía? o ¿será que la preocupación en verdad sí tiene sentido?
No quiero pensar en coberturas, ni en porcentajes, ni en cifras, ni en curvas, ni en indicadores. Quiero pensar en el sentimiento y entonces imagino la angustia y la preocupación, el sufrimiento y la desesperanza, que una persona común puede sentir en lo más profundo de su ser, cuando vive la mayor de las frustraciones que puede tener el ser humano: estar enfermo. En esos momentos, indefectiblemente, se siente soledad.
No pienso en caridad, ni en respeto ni en conmiseración. Imagino sólo lo que puede sentir en el alma un niño… no, un niño no, un anciano… no, tampoco. Un hombre común y corriente, que monta en bus, si tiene con qué, y sobrevive del rebusque, y muchos días no completa para el diario ni para el pasaje; y sus hijos, pues sencillamente no van a la escuela y su mujer se las arregla, no sé cómo para cocinar no sé qué. ¿Qué sentirá ese hombre cuando está enfermo? ¿qué sentirá en su alma?
No hablemos de cifras porque ellas adormecen y son infieles y se dejan moldear por cualquiera que las necesite, y son impersonales y crueles y desalmadas e indiferentes, y conllevan la insolidaridad y la unidad es despreciable frente al universo, y la cifra mayoritaria nos consuela si está a nuestro favor, o si no, tiene un error y si lo tiene, entonces también nos consuela, y las cifras no autorizan a contemplar el caso, ni la individualidad y por ahí se pierde la apreciación y la vivencia y el sentimiento que despierta el mismo sentimiento.
Ellas son para mostrar o para ocultar, para apoyar o para vencer, pero no son para sentir, por el contrario… son para no sentir.
Con ellas, perdió el médico la batalla, el hombre la individualidad, el enfermo la intimidad y con ellas se formuló la ecuación sofística de derechos en un lado y oportunidades en el otro; y se dio por sentado que si se creaba un derecho individual, aparecía consecuentemente una oportunidad.
El Estado entonces y por vía de la Constitución: "reconoce sin discriminación alguna la primacía de los derechos inalienables de la persona…", pero constituido en un estado social de derecho con "prevalencia del interés general".
Y entonces, ya con el universo en las manos, porque los derechos sí se reconocieron para todos, se habló de coberturas y entonces los costos se volvieron un problema.
En medio del debate candente, hubo que hechar mano de los protocolos y de la cadena de producción. Así se abría la puerta a la igualdad, se disminuirían los costos unitarios, se ampliarían las oportunidades, se aumentaría el rendimiento y por consiguiente, se reforzaba la ecuación de derechos y oportunidades.
Pero ¿qué pasaba con la libertad? Se ponía en duda. Y es lógico. Estándares, encasillamiento, determinismo, igual: pérdida de la libertad.
Ese dilema, igualdad o libertad, es mortal. Pero no se habían sacado todas las armas. La redistribución y la solidaridad eran suficientes para convencer y aceptar ceder un poco de libertad, si fuere necesario, y por ahí derecho se extendía. Y la promesa tomaba cuerpo: todos quedan con igual libertad e iguales oportunidades. Convincente.
Con apoyo en la misma Constitución y sólo con "las limitaciones que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico", se consagró el "libre desarrollo de la personalidad" y entonces se vinieron en cascada las discusiones sobre eutanasia, dosis personal y aborto.
Pero ¿cómo lograr que toda persona, cualquier persona, tenga las oportunidades de salud prometidas como efecto de un derecho universal, reconocido y consagrado?
La promesa de que "el Estado protegerá especialmente a aquellas personas que por su condición económica, física o mental se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta…", no se ha logrado. Por mil razones, pero no se ha logrado. Es la verdad. Entonces las explicaciones se cuantifican: que nunca antes se había dedicado más esfuerzo y dinero a la salud, que el 50 % de los colombianos ya están cubiertos, que la economía, que el empleo, que los costos, que la tecnología, bueno en fin, mil razones todas con sentido, pero el problema permanece y no se resolverá mientras todo el enfoque de un asunto humano, inmensamente humano, profundamente humano, se haga sólo desde el punto de vista técnico.
A raíz de ese enfoque técnico, vinieron a actuar sobre lo humano los intereses de mercado, las contrataciones de adhesión, las riñas entre precios y costos, las presiones de los volúmenes, de los rendimientos, de los márgenes y en fin, todos los indicadores, aquellos que en realidad no indican nada de cuánto sufre una persona que no alcanzó siquiera a la oportunidad de la promesa de protección, en virtud de su condición económica, física o mental de debilidad manifiesta.
En el tema de salud y economía, hay razones de parte y parte. Sólo conciliando, en el mejor sentido, negociando en función de lo humano, del sentimiento, de la verdadera solidaridad, admitiendo el verdadero valor y sentido que tiene el hombre por sí mismo, podemos lograr el sueño de que todos los colombianos tengan algún día servicios de salud cuando los requieran.
Somos nosotros, los colombianos que en el medio tenemos algún manejo de las situaciones y la capacidad de moldear circunstancias, nosotros por los que la sociedad hizo un esfuerzo y nos brindó educación y formación, sólo nosotros, los que tenemos el deber de mirar al hombre y con la limitación que hay por la distancia y por la diferencia de identidades, comprender sus preocupaciones ante la enfermedad y sus temores ante la posibilidad de morir.
Muchos sentimos preocupación por la inequidad que no ha podido ser subsanada, y que son precisamente los mas necesitados de atención médica, los que menos oportunidades tienen.
Con esta IV Conferencia, El Hospital quiere acercar, invitar, propiciar. Desde distintos ángulos todos hacemos parte de la situación que se vive. Todos tenemos una visión, cada uno tiene su propia visión del problema y de las soluciones. En realidad no parece imposible que todo pudiera converger en construir algo útil para el hombre, con mucho sentido y pleno contenido humano.
"Negociemos" entraña eso, esa búsqueda y ese anhelo, ese deseo y esa preocupación.
Establecida la igualdad de derechos, como ya está, debe existir la posibilidad de lograr una verdadera igualdad de oportunidades. ¿Será esto una utopía, o será que la preocupación, en verdad, sí tiene sentido?

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