MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 320 MAYO DEL AÑO 2025 ISNN 0124-4388
El asma es una afección crónica que puede afectar a individuos de cualquier edad. Se caracteriza por “la inflamación y contracción de los músculos que rodean los conductos respiratorios, lo que dificulta la respiración”, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sus síntomas incluyen tos persistente, sibilancias, falta de aire y opresión en el pecho, manifestaciones que “pueden ser leves o graves y aparecer y desaparecer con el tiempo”.
Aunque el asma puede revestir gravedad, la buena noticia es que “se puede controlar con un tratamiento adecuado”. La recomendación principal para las personas con síntomas es acudir a un profesional de la salud para recibir un diagnóstico oportuno y un manejo efectivo.
De acuerdo con las Guías de la Sociedad Europea de Enfermedades Respiratorias (ERS), debido al aumento en la prevalencia del asma en un 50 % cada década, se estima que para 2025 cerca de 400 millones de personas sufrirán de esta enfermedad. Actualmente, 325 millones de individuos en el mundo tienen asma, lo que representa 1 de cada 250 muertes.
El asma está presente en todos los países, independientemente de su grado de desarrollo. Sin embargo, más del 80 % de las muertes por esta enfermedad ocurren en países de ingresos bajos y medios- bajos. En Latinoamérica, cerca de la mitad de los países tienen una prevalencia de asma en la infancia superior al 15 %. En el caso de Colombia, esta cifra ronda el 14,2 % de la población.
Entre el 5 % y el 10 % de las personas con asma presentan formas severas que no están adecuadamente controladas. Estos pacientes tienen un riesgo mayor de hospitalizaciones, visitas frecuentes a urgencias y representan un costo económico dos veces superior al de quienes mantienen su enfermedad bajo control.
Con frecuencia, el asma no se diagnostica correctamente ni recibe el tratamiento adecuado. En Colombia, el 69,9 % de las personas con asma, es decir, cerca de 3.1 millones de personas, siguen presentando síntomas y ataques sin saber que padecen esta enfermedad. Esto genera una importante carga para los pacientes y sus familias, afectando significativamente su calidad de vida.
El asma continúa siendo “una enfermedad que se diagnostica y trata menos de lo que debiera, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos”, advierte la OMS. Un mal manejo puede derivar en trastornos del sueño, fatiga diurna, problemas de concentración, ausentismo escolar y laboral y, en los casos más graves, hospitalización o incluso muerte.
Además, los pacientes con asma tienen un mayor riesgo de desarrollar depresión, lo que impacta su calidad de vida al sufrir alteraciones del sueño, estrés, ansiedad, dificultades para hablar y restricciones en su vida social. El impacto de esta enfermedad puede ser comparable al de condiciones como la cirrosis, la diabetes o la esquizofrenia.
El costo económico del asma es considerable, tanto en términos directos (costos médicos, hospitalizaciones, medicamentos) como indirectos (pérdida de días laborales y muerte prematura). Se estima que el asma causa la pérdida de 20 millones de días de trabajo anualmente en pacientes adultos.
Las enfermedades respiratorias crónicas (ERC), entre las que se incluyen el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), representan una carga significativa en las Américas. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), causaron más de 534.000 defunciones en la región en el último período analizado. En Colombia, las ERC fueron la tercera causa de mortalidad prematura entre personas de 30 a 70 años en 2023.
Aunque el asma no tiene cura, puede controlarse eficazmente mediante tratamiento médico y autocuidado. Los inhaladores de broncodilatadores (como el salbutamol) alivian los síntomas, y los corticosteroides inhalados (como la beclometasona) controlan la inflamación.
La OMS advierte que en muchos países de ingresos bajos y medios los accesos a inhaladores sigue siendo limitado. En 2021, solo la mitad de los centros de atención primaria disponía de broncodilatadores, y apenas un tercio contaba con corticosteroides.
La Fundación Neumológica Colombiana resalta la importancia de acciones de autocuidado como evitar factores desencadenantes (polen, polvo, humo, humedad, frío, estrés), seguir rigurosamente el tratamiento médico, mantener una dieta equilibrada, realizar actividad física moderada y supervisar signos vitales durante el ejercicio.
La historia de Camilo, un pensionado de 69 años de Palmira (Valle del Cauca), pone en evidencia los retos cotidianos que enfrentan los pacientes asmáticos en Colombia. Durante la última década, Camilo había logrado mantener controlada su enfermedad gracias a las inyecciones de omalizumab, un tratamiento biológico especializado. No obstante, en los últimos dos meses su vida dio un giro dramático: la Nueva EPS, su aseguradora, dejó de tener convenio con la empresa que aplicaba el medicamento en su región.
“Mi calidad de vida desmejoró. A las seis de la tarde se me empezaba a secar la boca, me daba tos y comenzaba a ahogarme. En la noche no podía dormir bien”, relata. Sin acceso a su tratamiento regular, Camilo experimentó cuatro crisis severas en pocas semanas. “Me pude nivelar en dos horas con el inhalador, pero es muy difícil”, añade. Gracias a una dosis de cortesía otorgada por el laboratorio y un pago de 190.000 pesos de su propio bolsillo, pudo recibir la última aplicación. Sin embargo, su futuro inmediato sigue siendo incierto.
Estas semanas le recordaron cómo era su vida antes del omalizumab, cuando llegaba al punto de no poder caminar y pasaba largas estancias hospitalizado. En el pasado, en su desesperación, recurrió a remedios caseros como enterrar una botella de aguardiente y consumirla meses después mezclada con miel y limón. “Uno lo hacía por la desesperación, y puede que a alguien le haya funcionado, pero no fue mi caso. Ahora me da risa”, comenta.
El paciente y su esposa acudieron a la Superintendencia de Salud buscando una solución. Sin embargo, aseguran que solo encontraron promesas incumplidas. “La Superintendencia nos llamó e imagino que tomaron nota. Pero la respuesta siempre fue: ‘Vamos a comunicarnos nuevamente con la EPS para que les den la respuesta correcta’”, relata. La angustia de Camilo creció ante la falta de soluciones reales, y aunque hoy tiene una dosis para este mes, no hay garantías para el siguiente. “Siempre dicen que mañana o pasado se resuelve, y eso es aún más frustrante”, dice.
El caso de Camilo ilustra los efectos de una crisis más amplia: el desabastecimiento de medicamentos en Colombia. Esta problemática tiene raíces complejas, desde el desfinanciamiento progresivo del sistema de salud hasta retrasos burocráticos en la autorización y renovación de registros sanitarios en el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima).
Además, el incremento insuficiente de la Unidad de Pago por Capitación (UPC) frente a la inflación y la devaluación del peso ha llevado a que muchas EPS enfrenten problemas de liquidez que terminan afectando la continuidad en la entrega de tratamientos esenciales. La Nueva EPS, que atiende a 11 millones de personas, es la aseguradora que concentra más reclamos, en parte debido a su tamaño y a que su población es más envejecida que la media.
En el Día Mundial del Asma, que se celebra el 7 de mayo, los especialistas llaman a reforzar la conciencia pública sobre la importancia de un diagnóstico temprano, el acceso a tratamientos continuos y la necesidad urgente de fortalecer el sistema de salud. La Fundación Neumológica Colombiana destaca que más del 80 % de las muertes por asma se podrían prevenir con atención adecuada.
Mientras tanto, Camilo sigue aferrado a su inhalador, su Biblia y a la esperanza de que en el corto plazo pueda volver a respirar tranquilo.
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