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Ascofame
¿Crisis de la oferta de
especialidades médicas?
Olga
Lucia Muñoz López - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
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En respuesta
a los ministerios de Educación y de la Protección
Social sobre su preocupación por un déficit que
reflejó el estudio Recursos humanos de la salud
en Colombia: Balance, competencias y prospectiva del Cendex,
la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina -Ascofame-
presentó sus inquietudes sobre el tema. |
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1. Señala
que según el Cendex, el porcentaje de desocupados en
medicina pasa del 7% en el 2000 al 21% en 2020 y en el escenario
de política de aseguramiento universal con restricción
de la oferta educativa, ese porcentaje de desocupación
sería 15% para 2011, y solo llegaría alrededor
del 2% en 2020 para todo el sector, y para los médicos
de un 7% a 3% en 2001; bajo este escenario se proyecta déficit
de 25.000 médicos en 2011. Ascofame indica que estas
diferencias de resultados ameritan un estudio para explicarlas.
Según estudios en dos series de tiempo de Ascofame entre
1997-2001 y 2002-2006, el aumento de egresados va entre 16%
y 81% para especialidades como medicina interna (42%), pediatría
(30%), ginecología y obstetricia (37%), anestesiología
y reanimación (19%), cirugía general (16%), ortopedia
y traumatología (81%), radiología e imágenes
diagnósticas (58%), neurocirugía (19%), otorrinolaringología
(22%), y urología (39%). Este estudio muestra disminución
del número de egresados en oftalmología (13%)
y en psiquiatría (9%). Esto sin tener en cuenta los médicos
graduados en el exterior.
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2. Ascofame afirma
que del estudio de Cendex NO se desprende que el déficit
sea generalizado, y no aclara en el déficit el peso porcentual
de los médicos generales.
3. Una vez aclarados los aspectos anteriores, la Universidad
debe solucionar los problemas identificados, conservando los
criterios de calidad que defienden Ascofame e Instituciones
de Educación Superior (IES) acreditadas: aumento de cupos
bajo criterios que garanticen calidad de la docencia, escenarios
de práctica y requerimientos científicos y tecnológicos
para adelantar los programas, lo que aumentará los costos
de formación.
El aumento de cupos en especialidades necesarias, no debe exceder
las necesidades del país para no generar desequilibrios
de oferta y demanda que conduzcan a subempleo, desempleo y mala
remuneración, o a posición dominante en el sistema.
Y como quién mejor conoce los alcances, sus capacidades
y sus limitaciones es la misma universidad, ésta debe
decidir a cuantos especialistas se compromete a formar.
El país también debe revisar la capacidad resolutiva
del recurso humano en los diversos niveles de atención
y complejidad, ya que el sistema de salud está montado
sobre una base de resolución de problemas y NO sobre
promoción y prevención: El papel del médico
general y del especialista generalista es subutilizado por el
sistema, y se creó una brecha entre el especialista generalista
y el de segunda y tercera especialidad.
Los incentivos para redistribución de profesionales deben
ser claros y no sólo económicos, sino considerar
otros como la seguridad, el acceso a educación continuada
e infraestructura de apoyo que requiere un especialista (otros
profesionales y tecnología). La formación de grupos
de especialistas específicos, para regiones específicas,
requiere de condiciones que garanticen el regreso a sus regiones
y condiciones de acceso preferencial en la universidad (contratos
de contraprestación y becas créditos a regiones).
El aumento de cupos para especialidades debe ser selectiva,
focalizada en necesidades identificadas en números absolutos
a nivel nacional, en respuesta a necesidades de las regiones,
y debe centrarse en criterios de calidad. El médico general
podría iniciar su formación en la especialidad
una vez egresado del pregrado y sin realizar el servicio social
obligatorio; culminada la especialidad, realizará el
servicio social como especialista.
La universidad podría abrir convocatorias públicas
abiertas con destino final cerrado, es decir, formar
especialistas específicos para suplir las necesidades
de las regiones y las EPS. Un sistema centralizado de asignación
de cupos de residencia, puede ser importante para controlar
la oferta y demanda del recurso especializado en salud.
4. Respecto de que la duración y contenidos de especialidades
pueden estar sobre-dimensionados, Ascofame encontró una
respuesta negativa casi generalizada, porque el proceso de construcción
curricular se hizo de manera juiciosa, bajo modelos anglosajones
pertinentes. Más al preguntar si algunos pre-requisitos
para especialidades se pueden suprimir, se respondió
que podrían asumirse metodologías distintas para
formación de especialistas en las cuales se puedan integrar
las especialidades de origen, con la subespecialidad (lo que
da derecho a un solo título), pero que permitiría
que no se curse la totalidad de la especialidad de origen. Por
ejemplo: reumatología para médicos generales,
con dos años de medicina interna y dos de reumatología,
título: reumatólogo. Tiempo de formación:
un año menos. Esto aplicaría para segundas especializaciones,
las derivadas de medicina interna, pediatría y cirugía
general, pero no es tan claro para ginecología y obstetricia.
Para fortalecer la capacidad resolutiva en el primer y segundo
nivel de atención, con una política global que
ajuste el modelo de prestación de servicios (no el de
aseguramiento), podría adelantarse la formación
de especialistas en medicina familiar y en algunas especialidades
generales (medicina interna, pediatría, cirugía,
ginecología y obstetricia), a partir del año de
internado, usando el año de Servicio Social Obligatorio
como segundo año de residencia, y con un tercer año.
5. Los incentivos a formación de los especialistas residentes
pasa por dos aspectos: su remuneración como médico
en formación especializada por IPS e EPS al igual que
en la mayoría de países del mundo (en Colombia
no le pagan y además debe pagar la universidad que es
costosa), y las becas crédito cuando no se le remunera
su trabajo.
Ascofame explica que el país conoce las especialidades
deficitarias y dónde se requieren, por lo que se puede
financiar la formación en especialidades y subespecialidades,
comprometiendo al profesional desde el inicio de su formación,
de retribuir con trabajo calificado con el mismo tiempo de duración
de su formación en un destino previamente establecido
por el Ministerio de la Protección Social; si el especialista
renuncia al compromiso adquirido, debe reembolsar el costo de
la formación académica.
6. Ascofame señala que hay unanimidad en cuanto a que
los hospitales universitarios no son Instituciones de Educación
Superior (IES) y por tanto no pueden otorgar títulos
de especialistas, ya que la formación médica compete
exclusivamente a la universidad, y va más allá
de la adquisición de unas técnicas y la adherencia
a protocolos médicos. Ante la limitada oferta de especialistas
es necesario el incremento de los cupos de formación
en esas áreas, previo incremento del presupuesto para
esa formación adicional.
7. Es necesario reconocer el espacio para regularizar el problema
de la cantidad excesiva de denominaciones de especialidades;
hay que evaluar la pertinencia de las terceras especialidades
y suprimir muchas de ellas. Esto repercutiría en la capacidad
resolutiva de los demás profesionales. El sistema de
habilitación de servicios de salud no puede privilegiar
el reconocimiento de técnicas y terceras especialidades
sin reconocimiento internacional. Colombia tiene 150 denominaciones
de especialidades médicas, mientras en Europa no se reconocen
más de 50, y en Estados Unidos se agrupan en 38 Board.
Ascofame considera que deben definirse las competencias profesionales
de formación, entre los miembros de la comunidad académica
y científica médica (no con el Sena, por respetable
que sea), y con fines de auto-regulación y auto-control:
de auto-gobierno, como corresponde a una profesión, y
no como si fuera un oficio u ocupación. |
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