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País
y Niñez
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Según la Encuesta
Nacional de Demografía y Salud 2005, los adolescentes
inician su vida sexual a una edad cada vez más temprana.
Al mismo tiempo aumentó el porcentaje de mujeres menores
de 20 años que son madres: el embarazo adolescente pasó
del 19 al 21% entre 2000 y 2005, o sea que una de cada 5 adolescentes
entre 15 y 19 años está o ha estado embarazada.
El nivel educativo y el índice de riqueza, así
como el lugar de residencia inciden: en zona urbana el índice
de adolescentes embarazadas es 18.5%, en zona rural 27%, y es
mayor entre adolescentes en situación de desplazamiento
(30%).
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El embarazo precoz
tiene graves consecuencias sobre la calidad de vida de los futuros
padres y de los hijos por nacer: limita las posibilidades de
desarrollo personal y social de padres e hijos, ya que reduce
las oportunidades de educación afectando la calidad del
empleo y aumenta el número de personas con dependencia
económica en una familia que con frecuencia tiene escasos
recursos económicos. El embarazo precoz es un factor
que contribuye a perpetuar el círculo de la pobreza.
Se estima que sólo una quinta parte de los hijos de madres
adolescentes pueden ser cuidados por ellas mismas.
Un factor fuertemente relacionado con el aumento de la fecundidad
entre los adolescentes es el bajo nivel de escolaridad, que
a su vez está asociado a condiciones de pobreza: las
adolescentes sin educación formal tienen su primera relación
sexual y su primer hijo mucho antes que las que tienen algún
nivel de escolaridad. Otro factor asociado es el lugar de residencia:
las jóvenes de las zonas rurales tienden a tener relaciones
sexuales e hijos más temprano que las de las zonas urbanas.
Asimismo, entre las jóvenes en situación de desplazamiento
el embarazo precoz es cada vez más común, como
producto de condiciones de vivienda muy precarias que favorecen
las relaciones sexuales, o como vía de escape de la casa
materna, cuando no hay oportunidades de estudio y superación.
Los programas de promoción y prevención y los
servicios destinados a la población general frecuentemente
no responden a las necesidades específicas de los jóvenes.
La población adolescente requiere acciones de promoción
de salud sexual y reproductiva específicamente diseñados
para ella, con su participación, e involucrando redes
sociales, educadores y familia. La sola divulgación de
información no es suficiente para desarrollar competencias
sociales para la toma de decisiones y el ejercicio de una sexualidad
sana.
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La sexualidad
y la reproducción están íntimamente ligadas
a la calidad de vida, tanto en el ámbito de lo individual
como de lo social. Un buen estado de salud sexual y reproductiva
implica la capacidad de disfrutar una vida sexual satisfactoria
y sin riesgos, la posibilidad de ejercer el derecho a procrear
o no, la libertad para decidir el número y espaciamiento
de los hijos, el derecho a obtener información que permita
la toma de decisiones libres y sin sufrir discriminación,
el acceso y la posibilidad de elección de métodos
de regulación de la fecundidad adecuados, así
como el derecho a recibir servicios de atención a la
salud que permitan embarazos y partos sin riesgos, y el acceso
a programas de atención de todos los eventos relacionados
con la sexualidad y la reproducción.
jpgq@elhospital.org.coo.
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