MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 81    JUNIO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Quizá cuando esté publicado este artículo ya se haya presentado la ponencia a la plenaria del Senado, sobre una posible reforma a la Ley 100 de 1993. Por razones particulares no he querido comentar esta iniciativa; sin embargo, el avance de los acontecimientos me obliga a presentar algunas consideraciones, sustentando por qué es necesario hacer una reforma y asimismo, qué justifica mantener el debate abierto.
A pesar de que muchos sostienen que no es necesaria una reforma, los problemas de nuestro sistema de salud son inocultables; otra cosa es que en un momento de debilidad, vencidos ante el status quo, se juzgue mejor aceptarlos. Sustento mis afirmaciones en varias cosas.
En primer lugar, la reforma colombiana está tomando, en aspectos muy relevantes, un camino diferente a los principios o promesas de la Ley 100 de 1993. Entre ellos pueden destacarse la falta de cobertura, el funcionamiento judicializado y con restricciones propias de los seguros mutuales en un sistema que está creado como público y con libre elección, la carencia de un modelo de atención que privilegie la promoción de la salud, y la falta de relaciones verdaderamente competitivas entre actores, que son al fin y al cabo las que garantizan la eficiencia.
Empiezo por el final. En el último foro de las aseguradoras, llevado a cabo en Cartagena en mayo pasado, se debatió ampliamente la integración vertical. Es un hecho conocido por lo menos desde hace 35 años, que los sistemas de seguros voluntarios (también llamados mutuales) tienden a la integración vertical, porque todas las alternativas diferentes que se empleen para controlar la prescripción de los médicos son difíciles de instrumentar. Naturalmente no se pensaba que el régimen contributivo fuera a comportarse como un seguro privado (mutual). Pero en contrario, el control de costos a través de subcapitaciones, protocolos y sanciones, es un camino difícil y lleno de inconformidades. Es preferible reducir los gastos subordinado el personal médico directamente; por eso la integración vertical, y también horizontal en el caso colombiano, es un hecho cada vez más apabullante. La estrategia es la integración vertical. Una tendencia que es irónica como ajena a los principios del Pluralismo Estructurado que inspiraron la Ley 100, porque ésta preveía separación de funciones.
En particular, no le veo nada de malo en la integración vertical, mientras no haya abuso de posición dominante, pero creo que en las discusiones de la reforma este punto no estaba incluido, no se pensó que las cosas fueran a desarrollarse de esa manera, y por lo tanto las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (IPS) y los ciudadanos, tienen que estar atentos para ver si se quedan esperando a que sea irreversible, o a establecer si es necesario incluir alguna regulación; pero en todo caso, que sea una decisión consciente.
En segundo lugar, en Colombia la libre elección se ha vuelto un derecho prácticamente inexistente, en contra de los principios fundamentales de la ley. Para solicitar el traslado de una Empresa Promotora de Salud (EPS), hay que pasar por las solicitudes más inverosímiles, cada vez se requieren más años de permanencia, y además es necesario demostrar que uno está sano. No se puede permitir el cambio de aseguradora muy rápido, porque se incentivan los gastos comerciales que consumen la Unidad de Pago por Capitación (UPC) o porque se temen prácticas indelicadas para cambiar los aseguradores en el régimen subsidiado. Un verdadero dolor de cabeza. Integración vertical + libertad de tarifas + delegación de la afiliación y sin libertad efectiva de escogencia de la aseguradora para los usuarios, es un problema y será cada vez mayor, en perjuicio de la gente y desprestigio del sistema. Muchos de los inconvenientes que hoy se achacan a la falta de unas tarifas, se solucionarían dándole poder real de decisión a la gente.
La reforma de salud ha sido una empresa grande y de ella deben defenderse muchas cosas, pero eso no nos impide observar crítica y respetuosamente las cosas… para cambiarlas.
El tercer punto es la tendencia del régimen contributivo a comportarse como un sistema de seguros privados. A pesar de que en Colombia se considera que existe un sólo Sistema General de Seguridad Social en Salud, integrado por componentes públicos, regulados por el Estado, con planes de beneficios regulados y afiliación obligatoria, esto no se está dando así. De un componente bismarkiano (público, obligatorio y con prestaciones definidas) como era el Instituto de Seguros Sociales (ISS), estamos pasando a uno con rasgos muy parecidos a los seguros mutuales. La delegación de la afiliación a las aseguradoras les ha permitido conductas típicas de los sistemas voluntarios como la selección de riesgo, la tendencia a la integración vertical, el ajuste del plan de beneficios con planes adicionales, la imposición de barreras de acceso geográficas, de horarios y económicas.
Esa caracterización genera además unos laberintos que no tienen solución sin medidas estructurales, como las restricciones que existen para moverse del régimen subsidiado al contributivo y viceversa. Son tantas las limitaciones y las desventajas que muestra el régimen contributivo, que paradójicamente la gente prefiere el régimen subsidiado, y ni se les ocurre pasarse así se les insista. Los copagos, las cuotas moderadoras y los períodos de carencia son tan gravosos como suficientes, para desanimar a cualquiera de pasarse al régimen contributivo. Estas contradicciones traen otra paradoja, cuando se trata de vencer la cobertura mediante subsidios parciales.
Subsidios y/o subsidios
Los subsidios parciales son polémicos pero son indispensables, y de ello nos queda investigar para encontrar como hacerlo mejor. Muchos que critican los subsidios parciales se olvidan que hasta el 80% de quienes hacen parte del régimen contributivo reciben un subsidio parcial para alcanzar el Plan Obligatorio de Salud (POS) completo. Los aportantes afiliados pagan sobre un salario mínimo y reciben capitaciones subsidiadas para su familia, que superan muchas veces sus aportes. En Colombia realmente hay tres regímenes de subsidios: el de los contributivos que no cubren sus familiares con sus aportes, el clásico y el de los parciales. Los subsidios parciales como lo que son, una contribución financiera para apoyar al que lo necesita, son una maravilla. Otra cosa hay que decir de los planes de beneficios parciales, pero eso no deprecia para nada la figura financiera. La discusión es pertinente porque los cambios que hemos visto en las formas de vinculación laboral, desde que se implantó la reforma hasta ahora, hacen anacrónicas las prescripciones de la Ley 100 para garantizar la afiliación, y mucho más para hacerlo equitativamente. La lógica de garantizar a quienes tienen un empleo formal el subsidio completo para el POS contributivo, mientras se le exige a los independientes que paguen el doble, es decir que no pueden tener subsidio, es cada vez más absurda, porque ser independiente hoy en día es la regla y no la excepción. Una proporción cada vez más grande de quienes tienen algún trabajo, lo obtienen independiente o de subempleo. Informalidad y subempleo no son condiciones excepcionales sino muy representativas de lo que ocurre en nuestro país, y por esto deberían obtener un subsidio económico para alcanzar algún plan de beneficios, y ojalá uno que esté bien balanceado entre protección de alto costo y cobertura amplia de primer nivel de atención con atención familiar.
Reformas nacen de la controversia
Es posible pensar en un cambio de ley que solucione estos y otros problemas, incluso sobrepasando ampliamente la propuesta que hoy existe. Todas estas incongruencias aterrizan en que Colombia no tiene un sistema de seguridad social unificado, sino otro fragmentado con barreras de acceso y afiliación disfuncionales a las necesidades del país. Pero eso requiere salirse del temor de perder unos beneficios, para ganar en grande. No podemos ver a la Ley 100 como el fin de la historia, porque el transcurrir de los tiempos no se va a quedar en 1993. La reforma de salud ha sido una empresa grande y de ella deben defenderse muchas cosas, pero eso no nos impide observar crítica y respetuosamente las cosas… para cambiarlas. Para hacerlo es necesario algo más: entender que las leyes se forman gracias a las discusiones y las fricciones entre diferentes actores sociales.
 
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